sábado, 30 de mayo de 2009

El Golem (1920)



Paul Wegener, El Golem (1920)

Ewa Lipska - VOZ






Llevo muchos años de retraso
como para decidir.

Lamento no haber prometido
nada a nadie en mi vida.

Dos mujeres a las que amé
se quitaron la vida.

A una de ellas
la encuentro frecuentemente en la biblioteca.

Ya sólo llevo la VOZ
a dar largos paseos.

Corre lejos y lejos delante de mí
cuando atrás las ciudades le quito el bozal.

Esta VOZ
frecuentemente me llama aparte.

O me llama a su presencia
con un lastimero aullido.

Seguramente es una señal
de algo que no viví
algo muy importante ---

Ewa Lipska, Fresas blancas, Huerga y Fierro
Traducción de Fernándo Presa González

Luis de Baviera escucha Lohengrin






Sólo dos tonos rompen la penumbra:
Destellar de algún oro y estridencia granate.
Al fondo luce la caverna mágica
Donde unas criaturas, ¿de qué naturaleza?, pasan
Melodiosas, manando de sus voces música
Que, con la fuente escondida, lenta fluye
O, crespa luego, su caudal agita
Estremeciendo el aire fulvo de la cueva
Y con iris perlado riela en notas.

Sombras la sala de auditorio nulo.
En el palco real un elfo solo asiste
Al festejo del cual razón parece dar y enigma:
Negro pelo, ojos sombríos que contemplan
La gruta luminosa, en pasmo friolento
Esculpido. La pelliza de marras le agasaja
Abierta la blancura, a seda que se anuda en lazo.
Los ojos entornados escuchan, beben la melodía
Como una tierra seca absorbe el don del agua.

Asiste a doble fiesta: una exterior, aquella
De que es testigo; otra interior allá en su mente,
Donde ambas funden (como color y forma
Se funden en un cuerpo), componen una misma delicia.
Así, razón y enigma, el poder le permite
A solas escuchar las voces a su orden concertadas,
El brotar melodioso que le acuna y nutre
Los sueños, mientras la escena desarrolla,
Ascua litúrgica, una amada leyenda.

Ni existe el mundo, ni la presencia humana
Interrumpe el encanto de reinar en sueños.
Pero, mañana, chambelán, consejero, ministro,
Volverán con demandas estúpidas al rey:
Que gobierne por fin, les oiga y les atienda.
¿Gobernar? ¿Quién gobierna en el mundo de los sueños?
¿Cuándo llegará el día en que gobiernen los lacayos?
Se interpondrá un biombo, benéfico, entre el rey y sus ministros,
Un elfo corre libre por los bosques, bebe aire.

Esa es su vida, y trata fielmente de vivirla:
Que le dejen vivirla. No en la ciudad, el nido
Ya está sobre las cimas nevadas de las sierras
Más altas de su reino. Carretela, trineo,
Por las sendas; flotilla nívea, por los ríos y lagos,
Le esperan siempre, prestos a levantarle
Adonde vive su reino verdadero, que no es de este mundo:
Donde el sueño le espera, donde la soledad le aguarda.
Donde la la soledad y el sueño le ciñen su única corona.

Mas la presencia humana es a veces encanto,
Encanto imperioso que el rey mismo conoce
Y sufre con tormento inefable: el bisel de una boca,
Unos ojos profundos, una piel soleada,
Gracia de un cuerpo joven. Él lo conoce,
Sí, lo ha conocido, y cuántas veces padecido,
El imperio que ejerce la criatura joven,
Obrando sobre él, dejándole indefenso,
Ya no rey, sino siervo de la humana hermosura.
Flotando sobre su música el sueño ahora se encarna:
Mancebo todo blanco, rubio, hermoso, que llega
Hacia él y que es él mismo. ¿Magia o espejismo?
¿Es posible la música dar forma, ser forma de mortal alguno?
¿Cuál de los dos es él, o no es él, acaso, ambos?
El rey no puede, ni aun pudiendo quiere dividirse a sí el otro.
Sobre la música inclinado, como extraño contempla
Con emoción gemela su imagen desdoblada
Y en éxtasis de amor y melodía queda suspenso.

Él es el otro, desconocido hermano cuyo existir jamás creyera
Ver algún día. Ahora ahí está y en él ya ama
Aquello que en él mismo pretendieron amar otros.
Con su canto le llama y le seduce. Pero, ¿puede
Consigo mismo unirse¿ Teme que, si respira, el sueño escape.
Luego un terror le invade: ¿no muere aquel que ve a su doble?
La fuerza del amor, bien despierto ya en él, alza su escudo
Contra todo temor, debilidad, desconfianza.
Como Elsa, ama, mas sin saber a quién. Sólo sabe que ama.

En el canto, palabra y movimiento de los labios
Del otro le habla también el canto, palabra y movimiento
Que a brotar de sus labios al mismo tiempo iban,
Saludando al hermano nacido de sueño, nutrido por su sueño
Mas no, no es eso: es la música quien nutriera a su sueño, le dio forma.
Su sangre se apresura en sus venas, al tiempo apresurando:
El pasado, tan breve, revive en el presente,
Con luz de dioses su presente ilumina el futuro.
Todo, todo ha de ser como su sueño le presagia.
En el vivir del otro el suyo certidumbre encuentra.
Sólo el amor depara al rey razón para estar vivo.
Olvido a su impotencia, saciedad al deseo
Vago y disperso que tanto tiempo le aquejara.
Se inclina y se contempla en la corriente
Melodiosa e, imagen ajenada, su remedio espera
Al trastorno profundo que dentro de sí siente.
¿No le basta que exista, fuera de él, lo amado?
Contemplar a lo hermoso, ¿no es respuesta bastante?

Los dioses escucharon, y su deseo satisfacen
(Que los dioses castigan concendiendo a los hombres
Lo que éstos le piden), y el destino del rey,
Desearse a sí mismo, le transforma,
Como en flor, en cosa hermosa, inerme, inoperante,
Hasta acabar su vida gobernado por lacayos,
Pero teniendo en ellos, al morir, la venganza de un rey.
Las sombras de sus sueños para él eran la verdad de la vida.
No fue de nadie, ni a nadie pudo llamar suyo.

Ahora el rey está ahí, en su palco, y solitario escucha,
Joven y hermoso, como dios nimbado
Por esa gracia pura e intocable del mancebo,
Existiendo en el sueño imposible de una vida
Que queda sólo en música y que es como música,
Fundido con el mito al contemplarlo, forma ya de ese mito
De pureza rebelde que tierra apenas toca,
Del éter huésped desterrado. La melodía le ayuda a conocerse,
A enamorarse de lo que él mismo es. Y para siempre en la música vive.

Luis Cernuda, en Antología, Cátedra

sábado, 23 de mayo de 2009

Vivre sa vie - Anna Karina




Jean-Luc Godard, Vivre sa vie (1962)

Rafael Cadenas - El espectro






(1)

Tú no estás
cuando la mirada se posa
en una piedra, un rostro, un pájaro,

en esa suspensión
sin espera,

en ese estar
intenso,

en ese claro
al margen de la comedia.

Apareces después
con tu triste cortejo.


(3)

Cuando él se marcha
su lugar lo ocupa
un sosiego.

Hoguera donde ya no hay nombres
sino presencias.


(14)

Vida,
conviértenos,
disuélvenos en un nuevo estilo,
haz de nuestra respiración el fuello absoluto.


(16)

El país adonde no llegaremos
se extiende
a mano.

Nada se interpone,
pero como viajeros ricos
hemos alargado el trayecto.


(18)


que si no llego a ser nadie
habré perdido mi vida.


Rafael Cadenas, en Antología, Visor

Ferdydurke - W. Gombrowicz






Y también preguntaré (para apurar todavía el trago de la copa de las partículas) si, conforme a vuestro juicio, una obra construida según todos los cánones expresa el todo o sólo una parte del todo. ¡Bah! ¿No consistiría la forma en la eliminación, no sería la construcción un empobrecimiento; puede expresar el verbo algo más que una parte de la realidad? El resto es silencio. Por fin, ¿somos nosotros los que creamos la forma o más bien es ella la que nos crea? Bah, bah, conocía hace años a un escritor al cual, al comienzo de su carrera literaria, le salió un libro heroico en sumo grado. Por pura casualidad, ya en sus primera palabras golpeó la tecla heroica, aunque hubiese podido igualmente empezar de modo escéptico o, por ejemplo, lírico; pero las primeras frases le salieron heroicas, en vista de lo cual, y teniendo en cuenta la armonía de la construcción, ya era imposible no intensificar y graduar el heroísmo hasta el final. Y tanto pulía, redondeaba y perfeccionaba, tanto ajustaba el comienzo al final y el final al comienzo que de todo eso resultó una obra llena de vitalidad y de la más profunda convicción.
¿Qué le quedaba por hacer, entonces, con esta su más profunda convicción? ¿Puede un creador responsable de su verbo confesar que todo eso sólo le vino por sí solo a la pluma y le salió heroico, y que su más profunda convicción, en realidad, no es ni mucho menos su más profunda convicción, sino que, no se sabe cómo, desde el exterior se le pegó, prendió y adosó? ¡Imposible! En vano el desgraciado héroe de su heroísmo se avergonzaba y se ocultaba, tratando de zafarse de esa partícula suya; la partícula, tras haberlo agarrado bien, ya no quería soltarlo, y tuvo que adaptarse a su partícula. Y tanto se adaptaba que, al final de su carrera literaria, se volvió idéntico a aquélla, heroico..., acobardado por su heroísmo. Pero eludía a toda costa a sus camaradas y compañeros de período de la maduración, porque ellos no dejaban de extrañarse frente al todo que tan bien supo ajustarse a su papel. Y le gritaban:
-¡Eh, Picho! ¿Recuerdas aquel ombligo... aquel ombligo...? ¡Picho, Picho, Picho! ¿Recuerdas el ombligo sobre el prado verde? El ombligo. El ombligo, Picho, ¿dónde está?

Witold Gombrowicz, Ferdydurke, Seix Barral

sábado, 16 de mayo de 2009

Miguel Ángel Bustos - Los patios del tigre






El tigre, aquel espejo del
odio y el espanto.
von Jöcker, siglo XVIII

Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios de mi infancia.

A la claridad del canario se sumó el gritito entrecortado del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes. Algún mono hubo, pero fue efímero.
Agregaba mi abuelo a la magia reinante sus oros de Gran Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros.
Un tío viajó y en una gran jaula trajo un tigre. Lo aseguraron a una cadena y esperaron que lo viera.Su garganta me llamó; aparecí.
El espanto y la maravilla me helaron.
Desde ese día los patios dejaron de ser tales. Fueron selvas de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.
Era feliz. Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me acostumbré ávidamente a lo extraño. Cuando alguien ordenó su encierro en el Zoológico, lloré.
Entonces comenzaron mis fugaces visitas; temblaba cerca de su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su memoria de fiera el recuerdo.
El día en que me fui a despedir de él para siempre me olió, detuvo su andar en círculos. Una sombra humana le cruzó la mirada. Intenté tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso.
Pensé un adiós, suavemente me marché. Más tarde supe de su muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras carnes.
He crecido. Guardo de mi infancia sus huesos en mi alma, los libros en mi sangre.
Pero cuando llegue el fin y me miren los ojos que aún no he visto, pienso que será el tigre incierto de la locura el que me lleve tanteando a la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio que en su boca me ahogará clamando.
O tal vez mi viejo tigre, rayado por la piedad, quiera devorarme como a un niño.

Miguel Ángel Bustos
En http://seriealfa.com

Tomaz Salamun - Educación






Yo vivo allí donde me quiere Dios.
No tengo ninguna voluntad propia, esto es
una estupidez, decir esto es una estupidez.
Dios me encarga todos estos encuentros.
Si tengo alguna voluntad, es como una vieja cerca de madera: se pudre.
O la quemamos, sí, la quemamos.
A veces me quedo horas y horas mirando el fuego en el hogar.
El fuego es mi hermano.
A veces respiro y casi grito de locura.
Pero en silencio, callado y en silencio, para que el placer sea grande.
El aire es mi hermano.
Pero el hermano más terrible es mi
cuerpo, que soy yo mismo.
Yo mismo soy mi hermano.
Tengo muchísimas hermanas: las gotas de lluvia.
Mis hermanas me mojan.
Ahora vivo en el paraíso, porque lo puse fuera.
Lloro, porque hay gente que no quiere vivir en el paraíso.
Es más difícil encontrar a un ser humano que una mina de oro.
A veces pienso que si los mojara, irían todos al paraíso.
Y los mojo y van al paraíso, pero después caen fuera.
La gente dice que yo les he amputado
el brazo, porque mi brazo se ha movido.
La gente me culpa.
Sufro pensando que mato.
A veces pienso que todos se han matado por mí.
Visito sus tumbas.
Ellos no lo toman a mal.
Ellos consagran a todo aquel que haya matado.
Pero yo soy liviano, muy liviano.
Cuando me muera, seré aún más terrible.
Mis pecados son mis aliados.
A veces me pongo la bufanda en la cabeza.
Y entonces camino con la bufanda en la cabeza como
un tigre en su jaula.
A su tiempo, las cadenas se rompen solas.
Y me lleva algún avión y me voy.
Adonde llegue, beso la tierra.
Ahora me imita el papa.
Pero los papas son imbéciles, yo pienso sólo en
Cristo.
Por eso tampoco quiero un jersey sobre mi piel.
Una oveja muerta duele, una oveja muerta duele.
Pero yo fui creado distinto a Cristo.
A veces Cristo me crispa los nervios.
Lo sepultaron en un campo.
El campo no da más que ceniza.
Yo doy ceniza.
Yo siempre mojo el pan con mis lágrimas.
En cambio Cristo dejó de llorar.
Si nadáramos juntos en el mar, lo hundiría.
¿Quién nada crol mejor?
¿Quién ha saltado mejor de cabeza desde las rocas en Menorca?
¿Aquel niño que era veinte años menor?
El no estaba desarrollado.
Los padres no le habían enviado a ningún buen colegio.
Me asombro cuando me encuentro con
gente tan joven que no sabe nadar rápido.
Me parece un pecado de los padres.
Varias veces lo cargué sobre mis hombros y lo lancé
al agua para enseñarle cómo saltar.
También Cristo cargaba en su cabeza a una ovejita.
Pero a Cristo lo han inundado las imágenes.
Golpeo por los frescos y grito.
Me falta presencia de ánimo.
En cambio a él, incluso los miembros que arroja, le cicatrizan.
¿Por qué no comieron su carne cuando aún era dulce?
Cuando muera, mi carne será dulce.
Si entonces no lo han de comer, me prenderé fuego ahora mismo,
¡ahora!
Quiero que comáis todo lo que he creado, aunque
luego vomitéis.
He visto gente que vomitaba y
que soñaba que me había matado.
Mis amigos me han querido cortar las venas.
Pero Dios ha sido durante toda su vida mi
amigo, por eso huí.
Estoy esperando que suceda una tragedia.
Las tragedias me calman.
Las tragedias abren todas las puertas.
Ahora, mientras escribo, fumo, sereno.
Soy de sangre fría y no tengo compasión.
Mi bondad les quiebra a los animales la tráquea de un mordisco.
Sólo los monstruos están en Dios.
Los monstruos están en Dios porque el mundo no está desarrollado.
Cuando abres el mundo, se rompe como un huevo.
En mi cuerpo hay siempre una especie de esperma.
Yo tengo que ver mi esperma.
Yo veo jardines tales que la gente
que está junto a mí enloquece.
Cuando les empieza a dar vuelta la cabeza y se desploman,
sé que empezaré a escribir.
Para mí, la gente es como perrillos que se mordisquean.
Las rosas nunca se mordisquean.
Las rosas están fijas en la tierra, en cambio yo amo todo lo que se mueve.
La rosa se mueve sólo cuando se le cae
un pétalo.
¡Los pétalos caen en mi sangre!
¡Yo soy un pétalo!
Un lince, un prado, una araña, oro, un reloj, la muerte,
padre, madre, niño, anciano, pared, rana,
cáscara de pan, viento, látigo, la blancura de la tierra,
punta, nenúfar, alambre, el aura, el norte, lo que
hay dentro de la cabeza del repollo, el torturador y el torturado,
hueso, cubo, puente, tamiz, manzana, pan,
desecho la cáscara del pan, cabeza, sello,
rodillo, árbol, relámpago, abeja, montaña,
un bebé pequeño, un bebé un poco más grande,
rocío, carnaval, balcón, tambor, fuerza
que se lava mientras come.
Yo soy un eterno géiser.
Los educo para que me escriban.

Tomaz Salamun, Selección de poemas, Visor
Traducción de Pablo J. Fajdiga

sábado, 9 de mayo de 2009

Déjame entrar (Let the Right One In)




Tomas Alfredson, Déjame entrar (2008)

Félix Grande - Horacio Martín - Elogio de las bestias






¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean el viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
y se niegan a comer y giran y enloquecen?


Félix Grande, Las rubáiyátas de Horacio Martín, Cátedra

E.M. Cioran






Los antiguos desconfiaban del éxito porque temían la envidia de los dioses, pero también el peligro del desequilibrio interior causado por cualquier éxito como tal. ¡Qué superioridad sobre nosotros demuestra el haber comprendido ese peligro!


*

Podemos obtener más o menos todo, salvo lo que en secreto deseamos. Es sin duda justo que lo que más nos interesa resulte inalcanzable, que lo esencial de nosotros mismos y de nuestro camino permanezca oculto e irrealizado. La Providencia ha hecho bien las cosas: que cada cual saque provecho y se enorgullezca del prestigio derivado de las derrotas íntimas.


E. M. Cioran, Ese maldito yo, Tusquets

Heráclito - Fragmentos






LXII

Los inmortales son mortales. Los mortales, inmortales. La vida de éstos representa la muerte de aquéllos, la muerte de aquéllos la vida de éstos.


XXVII

A los hombres, al morir, les aguardan cuantas cosas ni esperan ni sospechan.


XXVI

Al morir el hombre enciende luz para sí mismo, pero mientras está vivo parece un muerto o un dormido.



Heráclito, Fragmentos
Textos presocráticos, Edicomunicación

sábado, 2 de mayo de 2009

El mar glacial - C.D.Friedrich




C.D.Friedrich, El mar glacial (1823-1824)

Frankenstein - Mary W. Shelley






¡Qué despacio pasa el tiempo aquí, cercado por el hielo y la nieve! No obstante, he dado un segundo paso hacia la realización de mi empresa. He fletado un barco y estoy dedicado a reunir la tripulación; los marineros que tengo ya contratados parecen hombres de fiar, y sin dudo poseen gran valor.
Pero noto una gran necesidad que hasta ahora no he podido satisfacer; necesidad que ahora siento como el más riguroso mal. No tengo ningún amigo, Margaret; cuando arda con el entusiasmo del éxito, no tendré a nadie con quien compartir mi alegría; si me invade el desencanto, nadie se esforzará por sostenerme en el abatimiento. Confiaré mis pensamientos al papel, es cierto; pero ese es un pobre medio de transmitir los sentimientos. Deseo la compañía de un hombre capaz de congeniar conmigo, cuyos ojos respondan a los míos. Puede que me juzgues romántico, mi querida hermana, pero siento hondamente la falta de un amigo. No tengo junto a mí a nadie que sea dulce aunque animoso, dotado de una mente amplia y cultivada, cuyos gustos coincidan con los míos, y que apruebe o corrija mis proyectos. ¡Cómo repararía un amigo así las faltas de tu pobre hermano! Soy demasiado ardiente en la ejecución y demasiado impaciente en las dificultades.

Mary W. Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Alianza Editorial

Gösta Agren - El abismo






Hay poemas que son
tan grandes y profundos que nadie
puede escribirlos. La prueba
de que existen
es que están
sin escribir. Nosotros
tanteamos el muro que
los oculta, pero no encontramos
entrada alguna en el papel.
Después demuestran nuestros intentos
poéticos, huellas dactilares en el muro,
que existe.

Gösta Agren, en Poesía nórdica, antología de Francisco J. Uriz
Ediciones de la Torre