domingo, 29 de junio de 2014

Virgilio - Eneida


 
  
     

Te diré las señales, tú tenlas guardadas en tu memoria:
cuando, angustiado, junto a las aguas de un río escondido
encuentres bajo las encinas de la orilla una enorme cerda
blanca echada en el suelo, recién parida de treinta
cabezas, con las blancas crías en torno a sus ubres,
éste será el lugar de tu ciudad, éste el seguro descanso de tus fatigas.


Virgilio, Eneida, III, 373-395, Antología de la literatura latina, Alianza, 1996

domingo, 8 de junio de 2014

Antonio Colinas - Noche más allá de la noche



 
 

                                   X

Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
que en el norte de Hispania alguien manda grabar
en piedra un verso suyo esperando la muerte.
Este es un legionario que, en un alba nevada,
ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
a cuerno requemado, a humeantes escorias
de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros.
Un silencio más blando que la nieve, el aliento
helado de las bocas de los caballos muertos,
caen sobre su esqueleto como petrificado.
Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes
a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
contra este amanecer de hogueras y de lobos.
En la villa de Cumas un aroma de azahar
madurará en la boca de una noche azulada
y mis seres queridos pisarán ya la yerba
segada o nadarán en playas con estrellas.
Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
en brazos de la muerte la vida que soñaron.
No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
gotear en la nieve mi sangre enamorada.
Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.


Antono Colinas, El río de sombra. Treinta años de poesía, 1967-1997, Visor, 1999