jueves, 28 de marzo de 2013

Jesús Jiménez Domínguez


      
         
         
          
KOJI KABUTO SE DESPIDE DE SAYAKA YOMI ANTES DE PARTIR EN EL PLANEADOR
(HAIKU)



                      10 010 10 1010
                      01001 01 01 1001
                      1001110 11010010
 
                      (Transcripción:
 
 
                       Tu ojo lo dice:
                        Adiós es un país
                       siempre lluvioso.)
                            


Jesús Jiménez Domínguez, Fundido en negro, DVD EDICIONES 2007

martes, 19 de marzo de 2013

Nicanor Parra - Cartas del poeta que duerme en una silla

       
      
      
        
         
I

Digo las cosas tales como son
O lo sabemos todo de antemano
O no sabremos nunca absolutamente nada.

Lo único que nos está permitido
Es aprender a hablar correctamente.


Nicanor Parra, Parranda larga, Alfaguara, 2010

domingo, 17 de marzo de 2013

William Faulkner - ¡Absalón, Absalón!

        
           
         
          
          
Ya iba a mitad de camino por la plaza cuando lo vieron, a lomos de un caballo grande, ruano, fatigado, hombre y bestia con todas las trazas de haber sido creados a partir del aire mismo y colocados en el intenso sol de la mañana de verano de un día festivo, avanzando con trote corto; era un rostro y era un caballo que ninguno de los presentes había visto jamás, un nombre que nadia había oído, y un origen y una intención que algunos jamás llegarían a conocer. Así, en las cuatro semanas que siguieron (Jefferson era entonces poco más que un poblachón: la posada de Holston, el juzgado, seis tiendas, una herrería y unas caballerizas, una taberna que frecuentaban los buhoneros y los tratantes de ganado, tres iglesias, tal vez una treintena de casas particulares) el nombre del forastero circuló en los lugares de ocio y de negocio y en los domicilios, en acompasada estrofa y antistrofa: Sutpen. Sutpen. Sutpen. Sutpen.

William Faulkner, ¡Absalón, Absalón!, trad. Miguel Martínez-Lage, La otra orilla, 2008

domingo, 3 de marzo de 2013

Rubén Darío - Metempsicosis

        
         
          
          
         
Yo fui soldado que durmió en el lecho
de Cleopatra la reina. Su blancura
y su mirada astral y omnipotente.
           Eso fue todo.

¡Oh mirada! ¡oh blancura! y ¡oh aquel lecho
en que estaba radiante la blancura!
¡Oh la rosa marmórea omnipotente!
           Eso fue todo.

Y crujió su espinazo por mi brazo,
y yo, liberto, hice olvidar a Antonio
(¡oh el lecho y la mirada y la blancura!)
           Eso fue todo.

Yo, Rufo Galo, fui soldado, y sangre
tuve de Galia, y la imperial becerra
me dio un minuto audaz de su capricho.
           Eso fue todo.

¿Por qué en aquel espasmo las tenazas
de mis dedos de bronce no apretaron
el cuello de la blanca reina en broma?
           Eso fue todo.

Yo fui llevado a Egipto. La cadena
tuve al pescuezo. Fui comido un día
por los perros. Mi nombre, Rufo Galo.
           Eso fue todo.


Rubén Darío, Páginas escogidas, Cátedra, 1988