Un caballo de hielo duerme bajo la niebla
J. E. Cirlot
Todo son escombros, tierra revuelta, árboles desnudos,
niebla, pero florece el almendro.
En la niebla interior: aridez, espinas, abandono...
Y ese caballo de hielo que duerme.
Clara Janés, de Variables ocultas, Vaso Roto, 2010
sábado, 30 de abril de 2011
Clara Janés - Variables ocultas
viernes, 22 de abril de 2011
Charles Simic
La ciudad había caído. Acabamos en la ventana de una casa
llevada por un loco. La puesta de sol brillaba sobre
algunas máquinas de desperdicio abandonadas. "Recuerdo",
dijo alguien, "cómo en los viejos tiempos uno podía convertir
a un lobo en un hombre y luego hablar de ello tanto como quisiera".
Charles Simic, de El mundo no se acaba y otros poemas, trad. Mario Lucarda, DVD ediciones
sábado, 16 de abril de 2011
Li Qingzhao - Neblina fina
Melancolía infinita.
Han terminado los inciensos
en los trípodes esculpidos
de animalitos dorados.
Ha llegado la Fiesta
del Nueve de Septiembre.
De noche, el frío atraviesa
las cortinas y penetra en la estera
y la almohada de jade.
A la caída de la tarde,
bebo sola en el jardín.
La fragancia llena mi vestimenta.
Cuando sopla el duro viento
y alza la cortina de mi ventana,
verán que estoy más delgada
que un mustio pétalo de crisantemo.
Li Qingzhao, en Poesía clásica china, edición de Guojian Chen, Cátedra
sábado, 9 de abril de 2011
El descenso - William Carlos Williams
El descenso nos llama
como nos llamaba el ascenso.
La memoria es una especie
de consumación,
una suerte de renovación,
incluso
de inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos
habitados por hordas
de especies
hasta entonces impensadas;
y sus movimientos
se orientan hacia nuevos objetivos
(aun cuando antes hayan sido abandonados).
Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
abre paso a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura .
Con el atardecer, el amor despierta
aunque sus sombras
-que dependen
de la luz del sol-
se adormecen y se apartan
del deseo .
Despierta así un amor
sin sombras
que ha de crecer
con la noche.
Surgido de la desesperación,
inconcluso,
el descenso
despierta aun nuevo mundo
que es el reverso
de la desesperación.
Para lo que no podemos lograr, lo que
se niega al amor,
lo que perdimos por anticiparnos,
se abre un descenso
sin fin, e indestructible .
The Descent
The descent beckons
as the ascent beckoned.
Memory is a kind
of accomplishment,
a sort of renewal
even
an initiation, since the spaces it opens are new places
inhabited by hordes
heretofore unrealized,
of new kinds-
since their movements
are toward new objectives
(even though formerly they were abandoned).
No defeat is made up entirely of defeat-since
the world it opens is always a place
formerly
unsuspected. A
world lost,
a world unsuspected,
beckons to new places
and no whiteness (lost) is so white as the memory
of whiteness .
With evening, love wakens
though its shadows
which are alive by reason
of the sun shining-
grow sleepy now and drop away
from desire .
Love without shadows stirs now
beginning to awaken
as night
advances.
The descent
made up of despairs
and without accomplishment
realizes a new awakening:
of despair.
For what we cannot accomplish, what
is denied to love,
what we have lost in the anticipation-
a descent follows,
endless and indestructible .
William Carlos Williams, La música del desierto, trad. Juan Antonio Montiel, Lumen
sábado, 2 de abril de 2011
Charles Simic - Prodigio
Crecí doblado
sobre un tablero de ajedrez.
Amaba la palabra final.
Todos mis primos parecían preocupados.
Era una casa pequeña
cercana a un cementerio romano.
Aviones y tanques
sacudían los vidrios de sus ventanas.
Un profesor de astronomía jubilado
me enseñó a jugar.
Debe haber sido en 1944.
En el juego que empleábamos,
la pintura casi había saltado
de las piezas negras.
Se había perdido el rey blanco
y tenía que ser reemplazado.
Me dijeron pero no lo creí
que ese verano vería
hombres colgando de los postes del teléfono.
Recuerdo a mi madre
cegándome mucho.
Tenía una forma especial de meter mi cabeza
rápidamente bajo su abrigo.
En ajedrez, también, me dijo el profesor,
los maestros juegan a ciegas,
los mejores en varios tableros
a la vez.
Charles Simic, Prodigio
www.lamajadesnuda.com
Audio del poema