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Tu espada de dos filos, amor, tiene una mella,
y si come la carne, deja completo el hueso.
Por más que coma en llanto, por más que coma en beso,
el esqueleto intacto no padece tu huella.
Fosforece en la noche, gusano, espejo, estrella,
costilla, fémur, radio, tímpano, siempre ileso,
y el hierro de tu espada, avaricioso y preso,
llora y besa sin pausa por la mejilla bella.
Tu boca de dos labios, arcángel luminoso,
me sacude en mí mismo, los huesos me distiende,
me rinde desmayado de luz mientras me fresa.
Puede más que tu espada de filo caprichoso,
y me hiende la boca, y la carne me hiende,
y el hueso con un beso me hiende y atraviesa.
Antonio Carvajal, Tigres en el jardín, Hiperión, 2001
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