domingo, 28 de diciembre de 2008
Carlos Edmundo de Ory
Dios dio órdenes terminantes de que le dejaran tranquilo
Estaba inventando los ojos de gato
(Amiens, 23 de junio 1972)
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EL MAGO SIMPLE
Oh soy un mago muy simple
De día dimano diamantes
y de noche chupo estrellas
Saco joyas del vacío
No tengo magia negral
Amo el arroz y en lo blanco
fundo todo mi viaje
Voy por las calles tan tangible
Los niños me toquetean
Que no soy nube tengo pelos
huesos manos y mirada
Ligero voy como el humo
y mi poesía es astrolabio
Vienen a mí los gatos y pájaros
El sueño y el viento son mis libros
No telefoneo a los ángeles
telefoneo a las muchachas
No me engrío de mí tan sólo
sé que soy un mago simplicissimus
(Amiens, 31 de octubre 1972)
Carlos Edmundo de Ory, de Cabaña
Ediciones Hiperión
Leçons ténèbres - F. Couperin
3 Leçons ténèbres para voces solistas, François Couperin
Sherlock Holmes - Área de sus conocimientos
1. Literatura. Cero
2. Filosofía. Cero
3. Astronomía. Cero
4. Política. Ligeros
5. Botánica. Desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general. Ignora todo lo referente al cultivo práctico.
6. Geología. Conocimientos prácticos, pero limitados. Distingue de un golpe de vista la clase de tierras. Después de sus paseos me ha mostrado las salpicaduras que había en sus pantalones, indicándome, por su color y consistencias, en qué parte de Londres le habían saltado.
7. Química. Exactos, pero no sistemáticos.
8. Anatomía. Profundos.
9. Literatura sensacionalista. Inmensos. Parece conocer con todo detalle todos los crímenes perpetrados en un siglo.
10. Toca el violín.
11. Experto boxeador y esgrimista de palo y espada.
12. Posee conocimientos prácticos de las leyes de Inglaterra.
Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata
domingo, 21 de diciembre de 2008
Ada Salas
(Excavación primera)
Llegaron los cruzados.
Miraron
desde lejos
el sepulcro.
Vieron a otros cruzados
-cegados por el sol-
mirando desde lejos el sepulcro.
Un cansancio de siglos subió desde la tierra
y pensaron volver. Pero el sepulcro
dijo: "Veníos
hasta mí".
Y allí -donde no había
ni un hueso que adorar-
bajaron desde todas las colinas
y cayeron
comidos por el hambre de la hiena.
(Excavación segunda)
Es éste el testamento de los dioses: el eco
de unas huellas -salpicadas
de sangre-
abandonando el templo.
Escucha estas palabras porque nunca
en mi boca
habrán de repetirse: es el fósil
de un ángel
eso que se parece a una promesa.
Ada Salas, de Esto no es el silencio, Hiperión
La condesa de Día - Vida
Poesía de Trovadores, Trouvères y Minnesinger, Carlos Alvar
Poemas a Lou - Guillaume Apollinaire
Llegó el invierno y ya he vuelto a ver los brotes
En las higueras los cercados Amor nosotros vamos
Hacia la paz esta primavera de guerra en la que estamos
Estamos bien Aquí escucha el grito de los hombres
Un marino japonés se rasca el ojo izquierdo con el pulgar del pie derecho
Por el camino del exilio vienen los hijos de reyes
Mi corazón grita alrededor de ti como un kolo donde
bailan jóvenes soldados serbios junto a una virgen dormida
El infante rubio da caza a sus ladillas bajo la lluvia
Un belga que se ha internado en los Países Bajos lee un periódico en el que hablan de mí
En el dique una reina observa espantada el campo de batalla
El enfermero cierra los ojos ante la horrible herida
El campanero ve caer el campanario como una pera madura
El capitán inglés cuyo barco naufraga fuma su última pipa de opio
Los hombres gritan Grito cara a la primavera de paz que va a venir
Escucha el grito de los hombres
Pero yo grito cara a ti mi Lou eres mi paz mi primavera
Tú eres mi querida Lou la dicha que yo aguardo
Por ella nuestra dicha me preparo para la muerte
Por ella nuestra dicha sigo confiando en la vida
Por ella nuestra dicha luchan los ejércitos
Apuntamos utilizando un espejo sobre la infantería diezmada
Los obuses pasan como estrellas fugaces
Los prisioneros van en tropas dolientes
Y mi corazón tan sólo late por ti querida
Mi amor mi Lou mi arte y mi artillería
Guillaume Apollinaire, de Zona y otros poemas de la ciudad y del corazón
Traducción: Juan Abeleira, Grijalbo Mondadori
El paciente inglés - Michael Ondaatje
Llevaba meses cuidándolo y conocía el cuerpo bien: el pene, dormido como un hipocampo; las caderas, estrechas y duras. Los huesos de Cristo, pensó. Era su santo desesperado. Yacía boca arriba, sin almohadón, mirando el follaje pintado en el techo, su baldaquín de ramas y, encima, cielo azul.
Le puso tiras de calamina en el pecho, en los puntos en que estaba menos quemado, en que podía tocarlo. Le gustaba la cavidad bajo la última vértebra, su farallón de piel. Al llegar a los hombros, le soplaba aire fresco en el cuello y él murmuraba algo.
¿Qué?, preguntó ella, tras perder la concentración.
Cuando él giró su obscura cara de ojos grises hacia ella, se metió la mano en el bolsillo. Peló la ciruela con los dientes, sacó el hueso y le introdujo la pulpa en la boca.
Él volvió a murmurar y atrajo el atento corazón de la joven enfermera, que estaba a su lado, hasta sus pensamientos, hasta el pozo de recuerdos en el que no había cesado de sumergirse durante los meses anteriores a su muerte.
Michael Ondaatje, El paciente inglés
Plaza & Janés
sábado, 13 de diciembre de 2008
Alberto Caeiro
También sé hacer conjeturas.
En cada cosa hay aquello que es ella y que la anima.
En la planta está fuera y es una ninfa pequeña.
En el animal es un ser interior lejano.
En el hombre es el alma que vive con él y ya es él.
En los dioses tiene el mismo tamaño
y el mismo volumen que el cuerpo
y es lo mismo que el cuerpo.
Por eso se dice que los dioses nunca mueren.
Por eso los dioses no tienen cuerpo y alma.
Sino sólo cuerpo, y son perfectos.
Sus cuerpos son sus almas
y tienen la conciencia en la propia carne divina.
Alberto Caeiro, de Poemas inconjuntos
El poeta es un fingidor, traducción de Ángel Crespo, Austral
E. E. Cummings
quién eres, pequeño yo
(de cinco o seis años de edad)
que observas desde una alta
ventana: el dorado
ocaso de noviembre
(y qué piensas: que si el día
ha de convertirse en noche
este es un hermoso modo de hacerlo)
E.E. Cummings, en Buffalo Bill ha muerto
Traducción: José Casas, Hiperión
who are you little i
(five or six years old)
peering from some high
window: at the gold
of november sunset
(and feeling: that if day
has to become night
this is a beatiful way)
sábado, 6 de diciembre de 2008
Marcial
XLVII
Las cosas que hacen la vida feliz,
gratísimo Marcial, son éstas:
una fortuna no producida por el trabajo, sino heredada;
un campo no ingrato, un fuego perenne;
nunca un pleito, rara vez la toa, el espíritu sereno;
fuerzas de hombre libro, un cuerpo sano;
una sencillez prudente, amigos de la misma condición;
convites fáciles, una mesa sin artificio;
una noche no ebria, pero libre de preocupaciones;
un lecho no triste y sin embargo púdico;
un sueño que haga fugaces las tinieblas:
querer ser lo que eres y no preferir nada más,
no temer el último día ni desearlo.
Marcial, Epigramas
El Gatopardo
En una estirpe que durante siglos jamás había sabido ni siquiera sumar sus gastos y restar sus deudas, él era el primero (y el último) que tenía una marcada y genuina inclinación hacia las matemáticas; las había aplicado a la astronomía y le habían valido no poco reconocimiento público y gratísimos placeres privados. Baste decir que, en él, orgullo y análisis matemático se habían confundido hasta el extremo de inducirle a creer que los astros obedecían a sus cálculos (de hecho, parecía que así fuese) y que los dos pequeños planetas que había descubierto (Salina y Svelto: tales eran los nombres que les había dado inspirándose en su feudo y en un perro perdiguero de grata memoria) propagaban la fama de su casa en las áridas regiones situadas entre Marte y Júpiter, y que por tanto los frescos de la mansión habían sido más proféticos que lisonjeros.
Apremiado de una parte por el orgullo y el intelectualismo materno, y de la otra por la sensualidad y la tendencia a la improvisación del padre, el pobre príncipe Fabrizio vivía en perpetuo descontento pese al jupiterino ceño que ostentaba, y lo único que hacía era contemplar la ruina de su clase y de su patrimonio sin emprender actividad alguna ni sentir el menor deseo de hacer algo para remediar la situación.
G. Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo
sábado, 29 de noviembre de 2008
Merry Christmas Mr. Lawrence
Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983), Nagisa Oshima
Gottfried Benn
I
Los seres humanos son ceniza,
ceniza a la orilla de los ríos,
lamentarse y caminar
junto a aguas sagradas;
un fuego los quema,
un nombre los nombra,
que descansa hondo en el ser
de la creación eterna.
I
Menschen sind Asche,
Asche an Flüssen,
Wehn und Wandern
an heiliger Flut;
ein Feuer brennt sie,
ein Name nennt sie,
der tief im Sein
der ewigen Schöpfung ruht.
Gottfried Benn, Antología poética
Traducción: Arturo Parada, Cátedra
Vicente Valero
XXIII
En los espinos he dejado cada día mi sangre.
Mi sangre en este bosque es verde.
Cuando florecen los espinos, también mi sangre es nueva.
Así he aprendido a florecer.
Así he aprendido a contemplar mi sangre.
Vicente Valero, de Días del bosque
Visor
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Dice el signo
Un dios ha sonreído sobre el mundo
floreciente de rosas lanzas de oro.
Los vientos y las vírgenes desnudan
la piedra en donde asciende el horizonte.
Cristal de muchedumbres desvariadas;
las aguas subcelestes se reaniman
y un cántico nupcial se desmorona
golpeando la sangre transparente
con su estéril conjunto de esmeraldas.
Cartago se parece a mi tristeza.
Yo voy por una senda enmudecida.
Un cisne se debate allá a lo lejos
e inundadas dulzuras lo rodean.
Dolientes litorales, selvas blancas,
constituyen su desbordante cerco,
debajo de esos labios extendidos
de ese monte de luz, de esa muralla.
Como un vuelo pausado vienen voces.
"Esclavo fugitivo" dice el signo.
Idiomas abolidos me recobran
y un clamor enlutado me sacude.
Mi corazón, abierto en tus rodillas,
Oh sombra desatada, llama dura,
espera el retroceso. No es posible
caer desde tan hondo como canto,
no es posible quebrarse las pupilas,
huir con los cabellos abrasados,
llorar sobre una ausencia tan cercana.
Intocables doncellas ponen sellos
de muerte a los palomos en el pico.
Elevadas ciudades de cemento
me rechazan, lo sé. Pasan las nubes.
Exóticos océanos antiguos
reclaman el incienso que consumo.
"Regresa" llevo escrito entre los ojos.
Y miro aquella línea de jacintos,
aquella negra plata entre la nieve,
aquellos rizos suaves del olvido
temblar en supliciado desconcierto.
En pie sobre esta orilla que se aleja
recito mis recuerdos. Permanezco
parado ante las cosas que me asaltan.
Consulto consteladas destrucciones,
agoto mi rumor ante ese cuerpo
herido rudamente por el alba,
cerrado a las estrellas y a los besos.
Un templo asesinado se levanta,
un templo hecho de páginas de sangre
floreciente de verdes lanzas de oro.
Su mármol asistido de amapolas
reúne los motivos de la angustia,
ampara los rebaños ateridos.
No sé cuál es mi nombre ni mi patria,
no tengo propiedades ni caricias,
abandonos intensos me residen.
Contemplo un gran paisaje emocionante
donde siempre atardece cuando llego.
Cartago me sonríe entre la espuma.
"Esclavo fugitivo" dice el signo.
Juan-Eduardo Cirlot, en Obra poética, Cátedra
Aire y luz y tiempo y espacio - Charles Bukowski
"¿sabes?, o era la familia, o el trabajo, siempre
había algo que se
interponía,
pero ahora
he vendido la casa y he encontrado este
lugar, un estudio amplio, tendrías que ver el espacio y
la luz.
por primera vez en mi vida tengo tiempo y un lugar adecuado para
crear".
no, chico, si quieres crear
crearás aunque trabajes
16 horas al día en una mina de carbón
o
estés en el paro
y vivas en un cuartito
con 3 críos,
crearás aunque te hayan arrancado partes del cuerpo
y de la mente,
crearás estando ciego
inválido
loco,
crearás aunque un gato se te encarame por
la espalda y
la ciudad entera tiemble sacudida por un terremoto o por las bombas,
las inundaciones o los incendios.
chico, el aire y la luz y el tiempo y el espacio
no tienen nada que ver
y no crean nada
excepto quizá una vida más larga que te permita
encontrar más
excusas.
Charles Bukowski, de Poemas de la última noche en la tierra
Traducción de Eduardo Moga, DVD Ediciones
sábado, 15 de noviembre de 2008
Atlantic City - L. Malle
Louis Malle, Atlantic City (1980)
Al fondo de todo esto duerme un caballo - Gonzalo Rojas
Al fondo de todo esto duerme un caballo
blanco, un viejo caballo
largo de oído, estrecho de
entendederas, preocupado
por la situación, el pulso
de la velocidad es la madre que lo habita: lo montan
los niños como a un fantasma, lo escarnecen, y él duerme
durmiendo parado ahí en la lluvia, lo
oye todo mientras pinto estas once
líneas. Facha de loco, sabe
que es el rey.
Gonzalo Rojas, en Metamorfosis de lo mismo
Colección Visor
El silencio de la sirenas - F. Kafka
Dices que debo seguir bajando, pero ya estoy muy abajo, se me corta la respiración, aquí mismo ya casi es demasiado profundo, pero ya que ha de ser así, estoy dispuesto a quedarme. ¡Qué espacio! Es probablemente el lugar más profundo. Así y todo me quiero quedar; eso sí, no me obligues a seguir bajando.
1920
Franz Kafka, de El silencio de la sirenas. Escritos y fragmentos póstumos
sábado, 8 de noviembre de 2008
La leyenda de la ciudad sin nombre
Joshua Logan, Paint your wagon (1969)
Georg Trakl
XII
Soy en alta medianoche
playa muerta y mar callado,
muerta playa, te he olvidado.
Soy en alta medianoche.
Soy en alta medianoche
cielo donde estrella fuiste,
cielo sin dios, cielo triste.
Soy en alta medianoche.
Soy en alta medianoche
de mujer no concebido,
sin esencia, jamás sido.
Soy en alta medianoche.
Georg Trakl, de Canto a la noche, Antología, Seix Barral
Traducción: Angélica Becker
El escudo de Aquiles - W. H. Auden
Ella miró sobre su hombro
Buscando viñedos y olivos,
Urbes de mármol bien reinadas
Y naves en mares indómitos,
Pero allí en el metal brillante
Sus manos sólo habían puesto
Un triste yermo artificioso
Y un cielo semejante a plomo.
Un llano sin facciones, despojado y parduzco:
Ni una brizna de hierba, ningún signo de vida,
Si nada que comer ni sitio en que sentarse;
No obstante, congregada en su lienzo vacío,
Se alzaba, incomprensible, una gran multitud,
Un millón de miradas y de botas en fila,
Carentes de expresión, aguardando algún signo.
Salida de la nada, una voz incorpórea
Mostró con estadísticas que la causa era justa
En tonos tan adustos y chatos como el llano:
Nadie fue jaleado ni hubo discusión;
Columna tras columna en enjambres de polvo
Iniciaron su marcha soportando una fe
Cuya lógica llevaría sus pasos hasta la aflicción.
Ella miró sobre su hombro
Buscando piedades rituales,
Novillas con guirnaldas blancas,
Libaciones y sacrificios,
Pero allí en el metal brillante,
Donde el altar debiera hallarse,
Vio a la tenue luz de la forja
Una escena muy diferente.
Un terreno arbitrario con alambres de espino
Donde los oficiales holgaban aburridos (uno contaba un chiste)
Y los guardas sudaban, pues hacía calor:
Un grupo de personas normales y decentes
Miraba desde fuera sin moverse ni hablar
Mientras tres sombras pálidas eran encadenadas
A tres postes clavados de pie sobre la tierra.
La masa y majestad de nuestro mundo, todo
Lo que comporta un peso y no cambia al pesarse
Se hallaba en manos de otros; dado que no eran grandes
No cabía esperar ayuda y no la hubo:
Lo que sus enemigos pretendían hacerles se hizo, y los peores
Buscaron deshonrarles; si perdieron su orgullo,
Sus cuerpos perecieron después que ellos lo hicieran.
Ella miró sobre su hombro
Buscando atletas en sus juegos,
Hombres y mujeres danzando,
Desplegando sus dulces miembros
Al ritmo alerta de la música
Pero allí en el metal brillante
No había un patio para el baile,
Tan sólo un campo de hierbajos.
Un golfillo harapiento caminaba sin rumbo
Por aquella orfandad deshabitada; un pájaro
alzó el vuelo, esquivando el vuelo de su piedra:
Que hubiera violaciones, que dos niños rajaran a un tercero
Eran axiomas para él, que nunca oyera hablar
De un mundo donde las promesas se mantenían,
O en el que uno lloraba porque alguien más lloraba.
El forjador de labios finos,
Hefesto, se fue renqueando,
Y Tetis, la de bellos bucles,
Lanzó un grito de desconsuelo
Al ver lo que el dios concibiera
Para honrar a su hijo, el fuerte
Aquiles Corazón de Hierro
Que larga vida no tendría.
The Shield Of Achilles
She looked over his shoulder
For vines and olive trees,
Marble well-governed cities
And ships upon untamed seas,
But there on the shining metal
His hands had put instead
An artificial wilderness
And a sky like lead.
A plain without a feature, bare and brown,
No blade of grass, no sign of neighborhood,
Nothing to eat and nowhere to sit down,
Yet, congregated on its blankness, stood
An unintelligible multitude,
A million eyes, a million boots in line,
Without expression, waiting for a sing.
Out of the air a voice without a face
Proved by statistics that some cause was just
In tones as dry and level as the place:
No one was cheered and nothing was discussed;
Column by column in a clound of dust
They marched away enduring a belief
Whose logic brought them, somewhere else, to grief.
She looked over his shoulder
For ritual pieties,
White flower-garlanded heifers,
Libation and sacrifice,
But there on the shining metal
Where the altar should have been,
She saw by his flickering Forge-light
Quite another scene.
Barbed wire enclosed an arbitrary sopt
Where bored officials lounged (one cracked a joke)
And sentries sweated for the day was hot:
A crowd of ordinary decent folk
Watched from without and neither moved nor spoke
As three pale figures were led forth and bound
To three posts driven upright in the ground.
The mass and majesty of this world, all
That carries weight and always weighs the same
Lay in the hands of others; they were small
And could not hope for help and no help came:
What their foes liked to do was done, their shame
Was all the worst could wish; they lost their pride
And died as men before their bodies died.
She looked over his shoulder
For athletes at their games,
Men and women in a dance
Moving their sweet limbs
Quick, quick, to music,
But there on the shining shield
His hands had set no dancing-floor
But a weed-choked field.
A ragged urchin, aimless and alone,
Loitered about that vacancy; a bird
Flew up to safety from his well-aimed stone:
That girls are raped, that two boys knife a third,
Were axioms to him, who'd neer heard
Of any world where promises were kept,
Or one could weep because another wept.
The tin-lipped armorer,
Hephaestos, hobbled away,
Thetis of the shining breasts
Cried out in dismay
At what the god had wrounght
To please her son, the strong
Iron-hearted man-slaying Achilles
Who would not live long.
W. H. Auden, El escudo de Aquiles, en Los señores del límite, Galaxia Gutenberg
Traducción: Jordi Doce
sábado, 1 de noviembre de 2008
Pierre de Ronsard
A SU AMADA
Vamos a ver, muchacha, si la rosa
que esta misma mañana se vistió
con ropaje de púrpura a la luz,
no habrá perdido ya al caer la tarde
los purpúreos pliegues de su manto
y su color tan semejante al tuyo
Pero ya ves cómo en tan breve tiempo,
ay, muchacha, se empieza a deshojar
y caen en la tierra sus bellezas.
¡Oh, tú, naturaleza, cruel madrastra,
pues una flor así tan sólo dura
desde que sale el sol hasta la noche!
Hazme caso, muchacha, mientras luzcas
ese esplendor que dan los años jóvenes,
cuando todo es galano y recién hecho,
goza tu juventud, no esperes más,
pues la vejez lo mismo que a esta flor
marchitará algún día tu belleza.
A SA MAISTRESSE
Mignonne, allons voir si la rose
Qui ce matin avoit desclose
Sa robe de pourpre au Soleil,
A point perdu ceste vesprée
Les plis de sa robe pourprée,
Et son teint au vostre pareil.
Las! voyez comme en peu d'espace,
Mignonne, elle a dessus la place
Las! las! ses beautez laissé cheoir!
O vrayment marastre Nature,
Puis qu'une telle fleur ne dure
Que du matin jusques au soir!
Donc, si vous me croyez, mignonne,
Tandis que vostre âge fleuronne
En sa plus verte nouveauté,
Cueillez, cueillez vostre jeunesse:
Comme à ceste fleur la vieillesse
Fera ternir vostre beuaté.
Pierre Ronsard, Poesía, traducción: Carlos Pujol
Editorial Pre-Textos
Tristán e Iseo
(...) Cuando se aproximan al lugar se detienen. El florestero le sostiene el estribo, el rey descabalga y ata las riendas a una rama de manzano verde. Se acercan a la cabaña. El rey se despoja de su manto: aparece su cuerpo robusto y gallardo. Hace señas al florestero para que se retire. Desenvaina la espada y avanza dispuesto a la venganza. Blande su arma, va a golpearlos (¡Dios! ¡Qué desgracia si lo hiciera!). Pero ve que Iseo lleva puesta su camisa y Tristán sus calzas, sus bocas no se juntan, la espada desnuda separa sus cuerpos.
-¡Dios mío! -exclama-. ¿Debo matarlos? Si se amasen con loco amor no dormirían vestidos, la espada desnuda entre ellos.
Contempla sus rostros: Iseo le parece más bella que nunca. La fatiga la había dormido y coloreado sus mejillas. Un rayo de sol caía sobre su rostro. El rey coloca su guante sobre el hueco por el que se filtra el rayo que abrasa el rostro de la reina. Suavemente sustituye el anillo de Iseo por el suyo y coloca su espada en el lugar de la de Tristán, con la que un día su sobrino había matado al Morholt. Antaño, cuando el rey le había regalado el anillo, entraba con dificultad: tanto había adelgazado Iseo en su vida de fugitivos que ahora se le escapaba del dedo y era milagro si no lo perdía. El rey sale de la cabaña, despide al florestero y emprende su viaje de regreso. Renuncia a tomar venganza y oculta celosamente a todos lo ocurrido.
Tristán e Iseo
Biblioteca artúrica, Alianza Editorial
sábado, 25 de octubre de 2008
Franz Schubert - Rubinstein - Impromptu nº 4
Franz Schubert, Impromptu nº4, A. Rubinstein (piano)
Oscuridad del sábado - Ilhan Berk
ARMA VIRUMQUE CANO
(Virgilio)
I
OSCURIDAD DEL SÁBADO
Caminaremos durante un milenio
Saldremos primero a una calle
Un genovés me traerá noticias tuyas
Te esperaré completamente desnudo
Pueden vernos desde Santa Sofía
No hay nadie que no nos vea
La oscuridad del sábado
Mira fijamente la iglesia polaca
Hemos esperado durante un milenio
Por primera vez estamos juntos en un poema
Dejando sus prendas a la noche
Correrán con nuestras noticias al sultán Mehmet
No puedo decir espero poder verte de nuevo
Pues nunca más podríamos volver a vernos.
Ilhan Berk, Poemas
Traducción de Clara Janés y Lütfü Tokatliogliu
Visor
Antonio Machado
Con el sol que luce
más allá del tiempo
(¿quién ve la corona
de Macbeth sangriento?),
los encantadores
del buen caballero
bruñen los mohosos
harapos de hierro.
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CCXLI
Estos días azules y este sol de la infancia.
Antonio Machado, Poesías de la guerra
Poesías completas, Espasa-Calpe
Bajo el volcán
"Pero óyeme, diablos, no todo es oscuridad", parecía contestarle el cónsul con amabilidad, mientras sacaba la pipa a medio llenar y con la máxima dificultad la encendía, en tanto que ella seguía con la mirada la de él que erraba por el bar sin encontrar los ojos del camarero, el cual, grave y al parecer ocupado, se eclipsaba en la oscuridad, "no me comprendes si crees que todo lo que veo es oscuridad; y si continúas creyéndolo, ¿cómo puedo decirte por que lo hago? Pero si miras ese rayo de sol allá, ¡ah!, quizá tengas la respuesta. Anda, mira cómo entra por la ventana: ¿hay algo más bello que pueda compararse a una 'cantina' por la mañana temprano? ¿Tus volcanes de fuera? ¿Tus estrellas?... ¿Ras Algethi? ¿Antares incontenible en el sur sudeste? Lo lamento pero no. No es tanto la belleza de ésta necesariamente, la cual, en retrogradación de mi parte, acaso no sea propiamente una 'cantina', pero piensa en todas aquellas atroces 'cantinas' en las que enloquece la gente y que pronto estarán bajando sus persianas, porque ni las mismas puertas del cielo abriéndose de para en para para recibirme podrían llenarme de un gozo celestial tan complejo y desesperanzado como el que me produce la persiana metálica que se arrolla con estruendo, como el que me producen las puertas de persianas sin candado que baten para admitir a aquéllos cuyas almas se estremecen con las bebidas que llevan con mano trémula hasta sus labios. Todos los misterios, todas las esperanzas, todos los desengaños, sí, todos los desastres están aquí, detrás de esas puertas batientes. Y, a propósito, ¿ves aquella anciana de Tarasco sentada en el rincón? Antes no podías, pero ¿la ves ahora?", preguntaban los ojos del cónsul mientras recorrían en torno suyo con el brillo pasmado y perdido de un enamorado, ese amor le preguntó "¿cómo esperas comprender, a menos que bebas como yo, la hermosura de una anciana de Tarasco que juega al dominó a las siete de la mañana?"
Malcolm Lowry, Bajo el volcán
Traducción de Raúl Ortiz y Ortiz
Tusquets Editores
domingo, 19 de octubre de 2008
Elegía sumeria
INTRODUCCION
Todos los pasos tienen la forma del pasado,
la forma de las formas donde todo se muere
cayendo en su recinto de plata desbordada,
elegida en el borde de las sombras azules.
Debajo de los días de mis contestaciones
a todas las murallas que la noche reparte
en torno a mi tristeza de roto alucinado
donde el sol no golpea con sus labios en flor.
Debajo de esas causas de elemento remoto:
de esos pasos perdidos que mis manos soportan,
escribo dulcemente con el rostro vertido
hacia la extensa tierra que se eleva ante mí.
Es una tierra lenta de rosas muy oscuras,
una tierra de nombres y puñados de vidrio,
una tierra de grana con estaño incendiario,
una tierra de paja con trenzas de aceite.
Todos sus movimientos me consultan ardiendo,
todas sus invasiones se me acercan de pronto;
cuando de mi agonía resurjo hacia las calles
y paso por mis sangres escucho sus lamentos.
Voy a estar concordando las cuerdas de esa luz
que el aire petrifica rondándome los ojos.
Voy a poner sus arpas encima de mi mesa
donde escribo despacio su forma desgraciada.
Son rediles de polvo mezclado con topacios,
pescados hacinados sobre la cal deshecha
son hombros de jacintos y caderas de sábana
donde todo amontona su rumor de maderos.
Todos los pasos tienen la forma del pasado;
de un pasado sin boca para besar la orilla
de otra existencia hermosa que nunca se ha tenido
a pesar de las fiestas del corazón en llamas.
Entonces a lo largo de mi paciencia nacen
las tibias caravanas de las blancas cisternas,
los amores redondos de los pozos ocultos,
las banderas inscritas en le mármol salvaje.
Miro con mis recuerdos la zona de ese campo
en el que un gran sollozo persiste de rodillas.
Desde la tarde o noche donde un árbol violeta
esparce su mirada, también contemplo el tiempo.
Miro su vestidura de brillo y crisantemos,
su peligrosa fuerza de ventana cortada,
su pensamiento vivo creciendo con las zarzas
entre las alabanzas de los cánticos solos.
Debajo de esas causas de elemento perdido
hay una tierra suave que palpita ante mí.
Es una tierra echada sobre su propio vientre
lleno de estrellas negras y de voces lejanas.
Cuando todo lo mío se muere y despedaza
partido por el ansia de lo que me traiciona,
del crimen cometido por mí contra mis cielos
yo miro ese terreno de temblor y ternura.
Escribo para oírme vivir sobre sus tersas
orillas renacidas en un sarcófago rojo.
De sus sonidos de oro tomo mis instrumentos
hechos de siemprevivas y cabellos heridos.
Todos los pasos tienen la forma del pasado
donde todo se ahonda cayendo hacia el amor,
que es la perfecta nada de todo lo que canta
con la mirada aguda que el diamante describe.
Ya sé que me repito como un muerto que avanza
desde sus pobres ropas deshechas y en la sombra,
hacia la caja enorme donde el mundo le estrecha
para guardar la esencia de su ser miserable.
No me importa la gloria que grita en las paredes
con garfios de tormento la aurora de los días.
No obstante, reconozco la causa de mi origen
atado a la salmodia de los nombres que crujen.
Debo cantar las ansias de la roca extasiada,
las ansias de los peces que lloran su océano,
las ansias de los signos escritos con zafiros
en las llagas inmensas de las naciones secas.
No me importa la gloria, pero adoro mi voz;
mi voz hecha de torres y relámpagos negros
mi voz de combatiente por una guerra antigua,
mi voz de sacerdote con ojos de jaguar.
Es donde mi tristeza se transforma en países,
en lo que todo estalla en floras de riquezas,
en las que me sumerjo con las venas abiertas
para llenar mi espalda de tatuajes eternos.
Juan-Eduardo Cirlot, de Elegía sumeria
En Obra poética, Cátedra
sábado, 11 de octubre de 2008
Ada Salas
Lugar de carencia
pura
desposesión. Sea vano mi nombre
vano
este empeño furioso por ser río
y no breve humedad
bajo la piedra.
Ada Salas, de Lugar de la derrota
José-Miguel Ullán
IDEOGRAMA
Quien mis cadenas más estrecha y cierra
es la memoria mía y la pureza.
FRAY LUIS DE LEÓN
Mero ahorro, Señor, hubiera sido
hacernos todo
                    desmemoria
y sexo.
José-Miguel Ullán, de Razón de nadie
sábado, 4 de octubre de 2008
Alexander Sokurov - Madre e hijo
Alexander Sokurov, Madre e hijo (1997)
Wallace Stevens
Caída del aviador
Este hombre escapó a los sucios hados,
Sabiendo que murió, como murió, noblemente.
Oscuridad y nada del humano trasmundo,
Recibidlo, acogedlo en las profundidaes del espacio,
Profundum, trueno físico, dimensió en la que
Creemos sin creer, más allá de la fe.
Flyer's Fall
This man escaped the dirty fates,
Knowing that he died nobly, as he died.
Darkness, nothingness of human after-death,
Receive and kepp him in the deepnesses of space-
Profundum, physical thunder, dimension in wich
We believe without belief, beyond belief.
Wallace Stevens, en De la simple existencia
Traducción de Andrés Sánchez Robayna
Eloy Sánchez Rosillo - El abismo
Hay en este ir dejando que transcurra
la vida sin dar fruto, en esta voluntaria
renuncia a hacer en la que tantas veces
me mantengo y que no tiene, en mi caso,
ninguna relación con la pereza,
ni con el yermo escepticismo, ni
con esa sequedad del corazón que a muchos,
a mi edad, para siempre les niega la palabra,
hay en este abstenerse deliberado, acaso,
no sé, como un extraño amor por el peligro,
como un oscuro afán irreprimible
de tentar a la suerte andando por el borde
de un abismo espantoso. En ocasiones, pasan
largos meses enteros en los que nada escribo,
en que me opongo inexplicablemente
a cumplir el deber que justifica
mi existir. Y me digo: "Hace ya muchos años
que dejé de ser joven; va acortándose el tiempo
del que tal vez disponga para llevar a cabo
la labor pendiente: los poema
que porfían y aspiran al aire y a la luz
y que sin forma habitan en las sombras
de mi silencio. No hay mayor tristeza
que la de aquello que queriendo alzarse
no crece y se transforma en flor, en vida
que se afirma y que canta". Sin embargo, persisto
en la inactividad, mirando, absorto,
lleno de culpa y de desasosiego,
al fondo del abismo: la nada que desdice
mis viejas ilusiones, la fe que me sostuvo,
mi voluntad de ser frente a la muerte.
Eloy Sánchez Rosillo, de La vida
sábado, 27 de septiembre de 2008
Georges Bataille
IV
Más allá de mi muerte
un día
la tierra gira en el cielo
estoy muerto
y las tinieblas
sin cesar se alternan con el día
cerrado está para mí el universo
en él permanezco ciego
semejante a la nada
la nada no es sino yo mismo
el universo no es sino mi tumba
el sol no es sino mi muerte
mis ojos son el ciego rayo
mi corazón es el cielo
donde estalla la tormenta
en mí mismo
al fondo de un abismo
el universo inmenso es la muerte
soy la fiebre
el deseo
soy la sed
el gozo que despoja del vestido
y el vino que hace reírse
de no estar ya vestido
en una copa de ginebra
una noche de fiesta
las estrellas caen del cielo
trago el rayo a largos sorbos
voy a reírme a carcajadas
con el rayo en el corazón
Georges Bataille, del poema La Tumba, en Lo Arcangélico y otros poemas
Traducción de Pilar Ruiz Va
domingo, 21 de septiembre de 2008
La mujer y el monstruo (1954)
Creature from the Black Lagoon (1954), Jack Arnold
Idea Vilariño
Qué asco
qué vergüenza
este animal ansioso
apegado a la vida.
(5 de junio de 1962)
Idea Vilariño, de Poesía completa, Lumen
sábado, 20 de septiembre de 2008
Diego Doncel - I Soliloquio de la purificación
... Y si ahora todo es azul, y de un rumor
sagrado, y los bosques, los pájaros,
el aire, la tierra entera son una alianza
de claridad, ¿no he de beber yo su fuego,
no he de nutrirme hasta estar a puro
con sus ardientes formas terrenales, darme
salud de savia nueva, que al alzarme
como se alzan sus ramos y sus vuelos
a lo alto de la luz, me fecundaré de trinos,
de lluvias, de sol, de tarde rumorosa?
¿Y no he de limpiar ahora mi vida
en el rocío que viene de los cielos?
Esa será la aventura que ha de vivir
mi corazón y sólo este perderme
en las cosas del mundo
será lo que me redima.
Con renunciar a mí mismo
renunciaré a este miedo que me extravía
el fervor, a esta conciencia herida
que sólo siente vértigos y se enajena,
a esta memoria en la que un oráculo
antiguo cumple su amenaza de señalarme
con el destino cruel del mal sagrado.
Que sólo el salir de mí me quitará esta culpa
y seré bendecido, al ignorarme todo,
por este incendio de amor.
Yo vaciaré mi alma para que al fin los seres
puedan habitarme, y seré tan humilde
como una cosa humilde que sólo da piedad.
En la noche calmaré mis sentidos
con la bebida profunda del silencio,
con los misterios celestes de lo desconocido,
mientras fuera de mí la jara brilla
y los luceros huelen a lluvias y a lavandas,
y el azul de la una cultiva
mis adentros.
Oh, sí, en la noche calmaré mis sentidos
y me veré salvado al fin
de todo dolor y toda mi conciencia
y no tendré más sustancia que esta luz derramada
desde lo alto del cielo, que estas flores
sin nombre perfumando los campos,
que este frágil delirio en el tiempo eterno
del olivo, que este sueño de riberas del arroyo
que tanto llena el alma de rumores
iguales a la vida.
Sólo ésta será la realidad,
sólo éste mi sueño: ser como la brisa,
que vaga sin destino, tan inocente y pura,
y no sentir cómo el tiempo
va llenando de polvo el corazón
en honda soledad y sin belleza,
y saber, pese a todo,
que en estos árboles, que en esta agua,
que en estos bancales cubiertos
por la hierba, la vida encuentra paz
entre los vivos y todo queda aceptado
hasta la muerte.
Diego Doncel, de Una sombra que pasa
Jorge Riechmann - Tanto abril en octubre
Tanto abril en octubre
«Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo»
Alejandra Pizarnik
1
Tanto dolor escrito en este cuerpo.
Tanta luz anegada en estos ojos claros.
La rosa es sin porqué
—ya lo sabías.
El dolor nunca tiene para qué.
2
En el hospital el tiempo es otro tiempo.
Sigue pautas distintas:
leche caliente a las cuatro y a las once,
desayuno a las nueve,
tantos medicamentos en vasitos de plástico,
tomar la tensión por la mañana y por la noche,
visita de los médicos a las diez más o menos,
la comida a la una, tan temprano...
Lo que desaparece es la impaciencia.
La habitación es un vagón de ferrocarril
y el tren no va a llegar a su destino
antes de tres semanas.
Una visita ha observado
que el Madrid que se ve desde este piso décimo
es un óleo de Antonio López.
3
Después de la mitoxantrona
orinas azul.
Cerca agoniza un muchacho
a quien han serrado la pierna en la cadera:
cercenada pesaba treinta y cinco kilos,
más peso que el resto de su cuerpo ahora.
Un mesmerizador lo hipnotiza
para que no quiera morir
aunque se muere.
Tú orinas un azul
contiguo a esa agonía.
4
Estas enfermedades se llevan muchas cosas.
Lo que queda
me atrevo a llamarlo esencial.
Por ejemplo: estás viva. Te amo.
5
El café con leche cuesta ochenta pesetas.
El zumo de naranja natural, doscientas.
Un litro y medio de agua
mineral cuesta ciento veinticinco.
El tratamiento —que paga
la Seguridad Social— de seis a ocho millones.
6
A veces he pensado que ya estabas muerta
y yo vivía alguna vida sin ti,
quizá con otra mujer.
La libertad de un duelo.
Me imagino releyendo los cuadernos de tu mano
escritos con esa letra que tú juzgabas tan fea.
Entonces me doy cuenta de que esa vida
es un pozo seco que en realidad no imagino
y no tendría que ver conmigo nada,
nada.
7
De pie detrás de ti
te rodeo la cintura con los brazos
mientras te inclinas para lavarte la cara
(esta mañana te desvaneciste
y volviste luego con un minuto de terror
sobre la lengua).
Te sostengo para que no caigas,
mi carne junto a tu carne.
Mientras estamos así
pienso en todas las veces que estuvimos así
pero mi carne dentro de tu carne
pero tu carne envolviendo mi carne.
Y de repente eres tú quien me estás sosteniendo
para que yo no caiga.
8
Sueñas
que queman por dentro a un caballo
y al día siguiente empieza la fiebre.
9
El tónico facial y la crema hidratante
hasta con treinta y nueve grados.
Hasta cuando eso representa más trabajo
que el de la jornada en que más hayas trabajado en tu vida.
Todo ese trabajo
para salvar la tersura de la piel
salvar la vida y el mundo
que hoy dependen de la tersura de la piel.
10
Un archipiélago de pequeñas estrellas de sangre
sobre los muslos.
Tienes sólo doce mil plaquetas hoy.
Han bautizado a tus estrellitas petequias.
11
Eres sagrada
Tu orina huele mal
eres sagrada
Se te cae el hermoso pelo negro
eres sagrada
Las piernas no te sostienen
eres sagrada
Las heridas no cicatrizan
eres sagrada
Sin morfina no aguantas las llagas de la boca
eres sagrada
eres sagrada
y por eso mañana baja la fiebre
baja la fiebre azul
empieza el día de tu restitución.
12
Ya pasó, ya pasó, y sólo quedan
los chiquillos jineteando sus mountain-bikes en el baldío
—más allá del aparcamiento, diminutos
desde la planta décima—
y esa gota de sangre sobre los cubiertos de plástico.
Jorge Riechmann, de El aprendizaje de lo inesperado. Antología personal
En www.cervantesvirtual.com
sábado, 13 de septiembre de 2008
Du Fu
CABALLOS TÁRTAROS DE FANG BINGCHAO
Célebres son los caballos de Dayuan.
Delgados, tienen los lomos
puntiagudos y destacados,
y las orejas afiladas,
semejantes a bambúes cortados.
Con los cascos ligeros como el viento,
son relámpagos.
Voladores y briosos,
te llevan a franquear
inauditas distancias en un solo día.
Puedes confiarles sin recelos tu vida.
Du Fu, en Poesía clásica china, Cátedra
Edgar Bayley
ELLA SIEMPRE
quiero decir
puerto espinel
y un río
y catedral reposo
pisadas en la arena
y el rojo puente
el azafrán y el valle
quiero decir
tu juego de púrpura y olvido
y la tenaz viajera sombra
por donde llega la mañana
Edgar Bayley
Jorge Riechmann
FELICES LOS vivos
porque tienen un cuerpo
Felices los muertos
porque no tienen un cuerpo
La herencia ausente
es la que colma el linaje
Felices los encuentros
felices
Jorge Riechmann, de Poema de uno que pasa
www.cervantesvirtual.com