II
Quise a un caballo -¿cuál era?- y me miró de cara, bajo sus mechones.
Los agujeros vivos de sus ollares eran dos cosas bellas de ver -junto a
ese agujero vivo que se dilata por encima de cada ojo.
Cuando había corrido, sudaba: ¡era todo brillo! -y yo prensaba las lunas
de sus costillares bajo mis rodillas de niño...
Quise a un caballo -¿cuál era?- y a veces (pues un animal sabe muy bien
qué fuerzas nos envanecen)
levantaba a sus dioses una cabeza de bronce: resoplante,
surcada de un peciolo de venas.
Saint-John Perse, Pájaros y otros poemas
Versión de Manuel Álvarez Ortega, Visor
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