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Iba avanzando en dirección a Babilonia, cuando Nearco, que había llegado en su segundo viaje hasta el Éufrates navegando desde el gran mar, dijo que se había encontrado con unos caldeos que aconsejaban a Alejandro mantenerse lejos de Babilonia. Él no hizo caso y siguió su marcha. Cuando estaba cerca de las murallas, he aquí que ve muchos cuervos que disputaban y se golpeaban entre sí, algunos de los cuales cayeron a su lado. Recibió luego una denuncia contra Apolodoro, general de Babilonia, en el sentido de que había hecho un sacrificio para conocer el futuro de Alejandro, y llamó al adivino Pitágoras. Éste no negó el hecho y, al preguntarle Alejandro sobre el estado de las víctimas, él dijo que el hígado estaba sin lóbulos. "¡Ay, grave es ese presagio!", exclamó Alejandro. Y no le hizo ningún mal a Pitágoras, pero le pesó no haber hecho caso a Nearco y, por eso, consumió la mayor parte del tiempo acampado fuera de Babilonia y navegando por el Éufrates. Muchos eran los presagios que le inquietaban: al león más grande y hermoso que criaba lo agredió un asno doméstico y lo mató de una coz. (...)
Plutarco, Vidas paralelas. Alejandro. Edic. Emilio Crespo, Cátedra
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