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Merodean las piras funerarias reflejando en sus ojosel humo que los muertos, pero también nosotros, desprendemos.La ceniza recoge sus huellas con amormientras ellos acechan la caída de un hueso.Son músicos que saben distinguir el sonido de la madera que crepitacon un oído experto. Saboreantambién el aire acre y beben de este ríosagrado pero turbio. Es hermosoeste modo que tienen de existir: luchando contra el lentotrabajo de la muerte, arrebatándoleuna tibia, una mano, un hombro, una cabeza.Se podría decir que matan a la muerte,aunque muchos escupan a su pasocon el mismo desprecio con que escupen su vida y la de todos.Jesús Aguado, Mendigo (Antología 1985-2007), Renacimiento
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