sábado, 26 de marzo de 2011

María Victoria Atencia - Ghetto






Denso es el aire aquí. Y tibio. Lo respiro
entre casas que quiebran su fachada en el agua.
Un gato mansamente se me enreda en las piernas
y me retiene inmóvil delante de Jahvé.


María Victoria Atencia, de Ex libris, Visor, 2003

sábado, 19 de marzo de 2011

Ingeborg Bachmann - Enigma







Para Hans Werner Henze del tiempo de los Ariosi



Ya no vendrá nada más.

Nunca más será primavera.
Los calendarios milenarios a cualquiera lo predicen.

Pero tampoco verano y más adelante lo que tiene nombres
tan buenos como "veraniego"–
No vendrá ya nada más.

No debes llorar,
dice una música.

Más
no
dice
nadie.





Für Hans Werner Henze aus der Zeit der Ariosi



Nichts mehr wird kommen.

Frühling wird nicht mehr werden.
Tausendjährige Kalender sagen es jedem voraus.

Aber auch Sommer und weiterhin, was so gute Namen
wie «sommerlich» hat–
es wird nichts mehr kommen.

Du sollst ja nicht weinen,
sagt eine Musik.

Sonst
sagt
niemand
etwas.


Ingeborg Bachmann, Últimos poemas, trad. Cecilia Dreymüller y Concha García, Hiperión

sábado, 12 de marzo de 2011

Elias Canetti - Libro de los muertos






Hormigas y muerte. La hormiga nada sabe de epidemias ni de todas nuestras enfermedades. No se nota cuando está muerta, tan fácilmente puede resucitar. A este respecto, Miss Field ha realizado experimentos bastante crueles pero concluyentes. De siete hormigas que había dejado durante ocho días bajo el agua, cuatro volvieron a la vida. A otras las hizo ayunar y no les dio sino un poquito de agua en una esponja esterilizada. Nueve ejemplares de Formica subsericea resistieron la prueba entre setenta y ciento seis días. Entre los numerosos ejemplares de laboratorio se dieron sólo tres casos de canibalismo, y los días 20, 35, 62 y 70 del ayuno, unas cuantas hormigas, medio muertas de hambre, lograron llevar una gota de miel a su compañeras, cuyo estado era a todas luces desesperado.
Las hormiga sólo son sensibles al frío. Si bien no mueren a causa de él: permanecen dormidas en un estado de inmovilidad gracias al cual ahorran energías y aguardan tranquilamente el regreso del sol.

Elias Canetti, Libro de los muertos, Galaxia Gutenberg

Vicente Aleixandre - No existe el hombre






Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.

La luna tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosques.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.

La luna pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.
La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas.
Mueve fantástica los verdes rumores aplacados.
Un cadáver en pie un instante se mece,
duda, ya avanza, verde queda inmóvil.
La luna miente sus brazos rotos,
su imponente mirada donde unos peces anidan.
Enciende las ciudades hundidas donde todavía se puede oír
(qué dulces) las campanas vividas;
donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos neutros,
sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado.

Pero la luna es pura y seca siempre.
Sale de un mar que es una caja siempre,
que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha,
que no es una piedra sobre un monte irradiando.
Sale y persigue lo que fuera los huesos,
lo que fuera las venas de un hombre,
lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel,
su cintura visible que a la vida divide,
o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente.

Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca.
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos.

Vicente Aleixandre, Antología poética, Alianza Editorial

miércoles, 9 de marzo de 2011

Hic sunt dracones




















Todos los dragones de nuestra vida tal vez sean princesas que solo esperan vernos un día, hermosos y atrevidos. Tal vez todo lo terrible no sea, en rigor, sino lo inerme, lo que requiere nuestra ayuda.

R. M. Rilke, Cartas a un joven poeta

viernes, 4 de marzo de 2011

Osip Mandelstam






Todavía no estás muerto. Todavía no estás solo.
Con tu amiga la mendiga
Gozas de la grandeza de las llanuras,
De la niebla, del frío y de la nevada.

Vive tranquilo y consolado
En la pobreza opulenta, en la miseria poderosa.
Son benditos los días y las noches
Y es inocente la fatiga dulce y sonora.

Infeliz aquel que, como su sombra,
Teme el ladrido y maldice al viento.
Y miserable aquel que, medio muerto,
Pide limosna a su propia sombra.

Osip Mandelstam, Cuadernos de Voronezh, trad. Jesús García Gabaldón, Igitur