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sábado, 11 de junio de 2011

Andrés Sánchez Robayna - Chillida Leku, 2002



Ïbamos, en la tarde,
bajo las nubes grises.
(Tú tocabas el límite.)


Íbamos en silencio
contemplando las piedras
alzadas de la tierra.


El húmedo rumor.
(Se escuchaba el magnolio
suave en el aire solo.)


En el lugar vacío,
rompiendo el aire, dije:
Dime, señor del límite.




Andrés Sánchez Robayana, La sombra y la apariencia, Tusquets Editores, 2010

domingo, 26 de abril de 2009

Andrés Sánchez Robayna


El vaso de agua



el vaso no es una medida
sino su estancia solamente

una terraza pide al sol:
sólo la luz en que se basa

más alto el vaso no es más alto
ni menos hondo si se alza

terraza alta en su mañana
o luz altiva ya le bastan

lo que reposa en él reposa
sin ser más cosa que mirada


Andrés Sánchez Robayna, Poemas (1970-1999), Galaxia Gutenberg


sábado, 26 de enero de 2008

Andrés Sánchez Robayna - El nombre de Virgilio






El nombre de Virgilio


En los muros, las páginas del tiempo,
vuelve a escribir el nombre de Virgilio.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

El polvo llega hasta tus ojos ciegos.
Los latidos del mar son tus latidos.

En este mismo instante silencioso
las muchachas conversan en el atrio,

corren alegres entre las columnas.
Desparecen en un parpadeo.

Viste alzarse el tobillo en la carrera,
desprenderse la túnica amarilla

en medio del calor (la tarde gira
sobre sí misma en aquel cuarto en sombras),

la mentira y la muerte en la sonrisa
del senador, la amarillez del cínico,

la hoja vibrátil en la luz de agosto,
las formas monstruosas de las nubes

antes de la traición, la garza, el chopo
ligero de la mañana de noviembre,

y otra vez aquel cuerpo que brillaba
entre las olas imperecederas,

el sol de nuevo sobre las colinas,
el tiempo del horror y de la sangre.

Dijiste: el polvo reina, el polvo sobre
el reino del amor y la ceniza.

Cruzan cigarras pero ya tus ojos
se van tras los racimos transparentes,

tras la viña tomada por el polvo,
el oro, el sol que brilla entre los siglos.

Todo tiempo es un tiempo de terror
y de esplendor. Los signos en el muro

dicen el nombre de Virgilio. El tiempo
se ha detenido para ver su obra.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Abre los ojos. Ya no existe el nombre
que escribiste con mano temblorosa.

Sobre tu sueño nada sabes. Sólo
el sol, el tiempo, el nombre de Virgilio.


Andrés Sánchez Robayna, de Poemas