domingo, 26 de abril de 2009

The fountainhead - King Vidor




El manantial (1949), King Vidor

Andrés Sánchez Robayna


El vaso de agua



el vaso no es una medida
sino su estancia solamente

una terraza pide al sol:
sólo la luz en que se basa

más alto el vaso no es más alto
ni menos hondo si se alza

terraza alta en su mañana
o luz altiva ya le bastan

lo que reposa en él reposa
sin ser más cosa que mirada


Andrés Sánchez Robayna, Poemas (1970-1999), Galaxia Gutenberg


Ricardo III






GLÓSTER.–

Trocó el invierno ya de nuestras cuitas.
El sol de York en esplendente estío;
Y las nubes, terror de nuestra casa,
El hondo seno de la mar sepulta.
Gloriosos lauros nuestras frentes ciñen,
Melladas armas penden cual trofeos,
Plácemes son nuestros alertas rudos.
Dúlces acordes las siniestras marchas.
La torva guerra el ceño desarruga;
Y, en vez de cabalgar cordel bardado,
Asombro de feroces enemigos,
En los estrados femeniles trisca
Al lascivo compás de la vihuela.
Mas yo, que no nací para el retozo,
Ni hago la corte al amoroso espejo;
Yo, mal fraguado, que de amor no luzco
La majestad ante donosa ninfa,
Yo, de tales ventajas excluido,
Privado por falaz naturaleza
De distinción, deforme, de repente
A medio hacer encaminado al mundo,
Y eso tan mal y de tan torpe modo
Que el can me ladra al divisar mi garbo;
En este tiempo yo de paz y fiesta,
Para matar el tiempo no hallo goce,
A no ser que, mirando al sol mi sombra,
Sobre mi propia imperfección discurra,
Y así, pues ser amado no es posible,
Ni entretener tan agradables días,
Determinado tengo ser infame
Y odiar los vanos goces de estos días.
Asechanzas tendía, planes arteros,
Por torpes profecías secundados,
Por libelos y sueños, porque lleguen
Clarens mi hermano y el monarca a odiarse;
Y, aun siendo Eduardo tan leal y justo
Cual falso yo, sutil y traicionero,
Hoy debe ser encarcelado Clarens;
Porque jota será, según ruin sino,
De los hijos de Eduardo el asesino.
¡Del alma a lo profundo, pensamientos!
Clarens llega. (...)

William Shakespeare, Ricardo III, Acto primero,
Biblioteca Edaf

martes, 21 de abril de 2009

Edgardo Dobry






"Que al acercar la mano a la vela
-decía- creciese la llama y no
la sombra de la pared."


Edgardo Dobry, Cosas, Lumen


Taneda Santôka






Dentro de la vida y la muerte
la nieve cae incesantemente



Shôji no naka no
yuki furishikiru


Taneda Santôka, Saborear el agua
Traducción de Vicente Haya y Hiroko Tsuji, Hiperión


Otto Mueller




Otto Mueller, Dos chicas en el bosque

jueves, 9 de abril de 2009

Sergei Paradjanov - Sayat Nova



Sergei Paradjanov, Sayat Nova (1968)

Giovanni Quessep - No tenemos conjuros






Lo canta el adivino
Porque ha visto en los sueños
Naves purpúreas
O un jardín remoto
Todo habrá de llegarnos la celeste
Penumbra de un castillo el otro reino
O en la rama florida
De lo real la rosa fabulada
No tenemos conjuros
Quien crea en la leyenda
Puede mirar las nubes
Verá que empieza a detenerse en el tiempo

Giovanni Quessep, Metamorfosis del jardín, Poesía reunida (1968-2006), Galaxia Gutenberg

Jacinto Antón - El conde Almásy. Una obsesión






Llevo meses obsesionado con el conde húgaro Lászlo von Almásy (1985-1951), el protagonista de la novela de Michael Ondaatje El paciente inglés y de la subsiguiente película, pero también el arrojado explorador de la vida real, elegante, homosexual y filonazi, que está en la base de la ficción.
Por las noches, antes de irme a dormir, leo un poco de mi Heródoto anotado, pincho el Szerelem, szerelem de Márta Sebestyén, despiego en el suelo un viejo mapa del noroeste de África y, subido a una escalera, con los prismáticos, me abismo en la contemplación del desierto libio, como si volara en un aeroplano. Sigo las viejas rutas: saliendo de Bengasi o de Marsa Matruh, en el norte, o del oasis egipcio de Jebel Uweinat y a la gran planicie del Gilf Kebir que tanto amó Almásy. Hermoso paisaje. El desierto desnudo bajo el cielo indiferente, como decía T. E. Lawrence mientras veía orinar a las camellas en el Wadi Marrakh árabe (Los siete pilares de la sabiduría, página 250). Chasqueo la lengua para simular el petardeo de la hélice. Y declamo fragmentos de La bruja de Atlas, de Shelley. A veces me emociono tanto que me caigo de la escalera y voy a dar en pleno oasis de Kufra, lo que resulta muy pertinente; pero los vecinos se quejan.

Jacinto Antón, Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias, RBA

sábado, 4 de abril de 2009

Issa - Haiku






Jugando a ser humanos,
pájaros chapoteando
al bajar la marea


Issa

Alberto Silva, El libro del haiku, Visor

Joan Margarit - El oráculo - L'oracle






Eres tú cuando niño, con un cazo.
En el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
Hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
Bajo una de ellas has dejado el cazo.e
Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre
armado con un punzón, la ha degollado.
Como ocurría en Delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
Lo haces ahora, mientras meas sangre.


Ets tu d'infant, que dus un pot i esperes
en un escorxador per comprar sang.
Damunt del terra de ciment hi ha uns bancs
amb les cabres esteses en fileres,
el coll ofert, lligades i belant.
Has col locat el pot sota una d'elles,
negra i suau. Un home, sense presses,
armat amb un punxó, l'ha degollat.
Com succeïa a Delfos, el missatge
del raig vermell caient a dins del pot
amb el mateix soroll que escoltes ara,
va ser obscur i difícil. Has trigat
quaranta anys a poder-lo interpretar.
Ho estàs fent ara, mentre pixes sang.


Joan Margarit, Antología personal, Visor

Virgilio - Geórgicas






El propio jabalí sabélico corre a ciegas, aguza los colmillos, escarba la tierra con la pezuña, se rasca el costillar contra un árbol y endurece por ambos lados sus lomos cara a posibles heridas. ¿Qué decir de aquel joven cuyas entrañas se abrasan con un fuego apasionado? Pues que va a atravesar a nado, a última hora, al abrigo de la ciega noche, el estrecho perturbado por la tempestad desencadenada. Truena sobre su cabeza la puerta inmensa del cielo; las olas que se estrellan contra los escollos le invitan a volverse, pero no consiguen disuadirle ni sus infelices padres ni el pensar que, tras él, también sucumbirá la muchacha a una muerte cruel. ¿Qué decir de los linces de Baco, de moteada piel, y de la violenta especie de los lobos y los perros? ¿Y qué, de los combates que sostienen los pacíficos ciervos?



ipse ruit dentesque Sabellicus exacuit sus
et pede prosubigit terram, fricat arbore costas
atque hinc atque illinc umeros ad uulnera durat.
quid iuvenis, magnum cui uersat in ossibus ignem
durus amor? nempe abruptis turbata procellis
nocte natat caeca serus freta, quem super ingens
porta tonat caeli, ete scopulis inlisa reclamant
aequora; nec miseri possunt reuocare parentes,
nec moritura super crudeli funere uirgo.
quid lynces Bacchi uariae et genus acre luporum
atque canum? quid quae imbelles dant proelia cerui?


Virgilio, Geórgicas, Libro III
Edición de Jaime Velázquez, Cátedra