domingo, 26 de febrero de 2012

Sylvia Plath - Carta de noviembre

          
            
             
            
        
"Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me harán famosa" (Sylvia Plath).




CARTA DE NOVIEMBRE

Amor: el mundo
cambia de súbito, cambia de color. El alumbrado de la calle
se astilla en las vainas como colas de rata
del larbuno, a las nueve de la mañana.
Es el Ártico,

ese pequeño círculo
negro, con sus atezadas hierbas sedosas –pelo de niño.
Hay un verde en el aire,
suave, deleitoso.
Con amor me algodona.

Estoy sonrojada y cálida.
Creo que puedo ser enorme:
soy tan estúpidamente feliz,
con mis botas altas
chista que te chista por el rojo bello.

Ésta es mi propiedad.
Dos veces al día
la recorro, olisqueando
el bárbaro acebo, con sus verdes
festones, hierro puro,

y el muro de los viejos cadáveres.
Los amo.
Los amo como a historia.
Las manzanas están doradas;
figúrate:

mis setenta árboles
sosteniendo sus bolas de almagre y oro
en una densa sopa gris letal:
con su millón
de hojas doradas, sin aliento, metálicas.

Oh amor, oh célibe.
Nadie sino yo
huella esta humedad que llega a la cintura.
Los dorados,
insustituibles, sangran y se ahondan: boca de las Termópilas.


LETTER IN NOVEMBER

Love, the world
Suddendly turns, turns colour. The streetlight
Splits through the rat's-tail
Pods of the laburnum at nine in the morning.
It is the Arctic,

This little black
Circle, with its tawn silk grasses –baies' hair.
There is a green in the air,
Soft, delectable.
It cushions me lovingly.

I am flushed and warm.
I think I may be enormous,
I am so stupidly happy,
My Wellingtons
Squelching and squelching through the beatiful red.

Thi is my property.
Two times a day
I pace it, sniffing
The barbarous holly with its viridian
Scallop, pure iron,

And the wall of old corpses.
I love them.
I love them like history.
The apples are golden,
Imagine it–

My seventy trees
Holding their gold-ruddy balls
In a thick grey death-soup,
Their million
Gold leaves metal and breathless.

Oh love, o celibate.
Nobody but me
Walks the waist-high wet.
The irreplaceable
Gold bleed and deepen, the mouths of Thermopylae.


Sylvia Plath, Ariel, trad. Ramón Buenaventura, Hiperión

domingo, 19 de febrero de 2012

Borís Ryzhi

           
              
              
            
            
Rebobina mi vida hacia atrás
y aún más atrás:
voy ebrio a través del jardín,
otoño, caen las hojas.

Y yo andando: la estatua de la chica del remo
a mi izquierda, y la del peso
a mi derecha, se detuvo el tiempo y persiste,
mientras, el follaje vuela.

Todas las atracciones cerradas,
no hay nadie alrededor,
sólo se oye, en la lejanía
un amigo-altavoz.

No hay quien diablos entienda qué canta,
lo que ha cantado siempre:
que el amor pasará, y pasará la vida,
que volarán los años.

En mi vejez más tardía
regresaré algún día,
miraré hacia el cielo, y luego
andaré entre la hojarasca.

Que el amor pasará, y pasará la vida,
entonaré lánguido,
no me acordaré de nadie, viejo diablo,
al borde del abismo.

Borís Ryzhi, La hora de Rusia. Poesía contemporánea, Maria Ignátieva, Visor.

sábado, 11 de febrero de 2012

John Donne - El amanecer

      
            
          
           
         
Viejo afanoso, tonto, Sol inquieto,
¿Por qué entre las ventanas
y las cortinas nos visitas?
Las estaciones de los amantes ¿deben seguir tus movimientos?
Infeliz, pedante, descarado, ve y riñe
a escolares rezagados, a avinagrados aprendices;
ve y di a los cazadores de la Corte que el rey cabalgará;
convoca a las hormigas campesinas a tareas de cosecha.
El amor, siempre igual, no conoce estaciones, clima,
horas, días, meses, harapos tan sólo del tiempo.
Tus rayos, tan dignos de reverencia y poderosos
¿por qué ibas a creerlos?
Podría eclipsarlos y nublarlos con un guiño,
no quisiera yo tan largo plazo estar sin verla.
Si sus ojos los tuyos no han cegado,
mira, y mañana por la tarde, dime
si ambas Indias, la de especias, la de minas,
yacen donde las dejaste, o a mi lado.
Pregunta por los reyes que ayer viste,
y oirás decir: "Todos auí, en un lecho, yacen."
Ella es todos los Estados; yo, todos los Príncipes.
Nada más es.
Los príncipes nos imitan. Comprado con esto,
todo el honor es fingido; toda riqueza, oropel.
Tú, Sol, eres la mitad de feliz que nosotros
al cotraerse así el mundo.
Tu edad pide descanso, y, pues que tu deber es
calentar el mundo, eso, al calentarnos, está hecho.
Brilla aquí para nosotros y estarás en todas partes.
Esta cama es tu centro; estos muros, tu esfera.


THE SUN RISING

Busy old fool, unruly Sun,
Why dost thou thus,
Through windows, and through curtains, call on us?
Must to thy motions lovers' seasons run?
Saucy pedantic wretch, go chide
Late schoolboys, and sour prentices,
Go tell court-huntsmen that the King will ride,
Call country ants to harvest offices;
Love, all alike, no season knows, nor clime,
Nor hours, days, months, wich are ar the rags of time.
Thy beams, so reverend and strong
Why shouldst thou think?
I could eclipse and cloud them with a wink,
But that I would not lose her sight so long:
If her eyes have not blinded thine,
Look, and tomorrow late, tell me
Whether both Indias, of spice, and mine,
Be where thou leftst them, or lie here with me.
Ask for those Kings whom thou saw'st yesterday
And thou shalt hear: "All here in one bed lay."
She is all States, and all Princes I,
Nothing else is:
Princes do but play us; compar'd to this,
All honour's mimic, all wealth alchemy.
Thou, sun, art half as happy as we,
In that the world's contracted thus;
Thine age asks ease, and since thy duties be
To warm the world, that's done in warming us.
Shine here to us, and thou arth everywhere;
This bed thy centre is, these walls, thy sphere.

John Donne, en Mil años de poesía europea, Francisco Rico, trad. Purificación Ribes

sábado, 4 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska - Un relato empezado

                
             
                
                   
Para el nacimiento de un niño
el mundo nunca está preparado.

Nuestras naves no han regresado de Vinlandia.
El paso de San Gotardo está por cruzar.
Habrá que burlar la guardia del desierto de Thor,
abrir camino hasta el centro de Varsovia por las alcantarillas,
buscar acceso al rey Haraldo el Pella
y esperar la caída del ministro Fouché.
Sólo en Acapulco
volveremos a empezar.

Se nos ha agotado la reserva de vendajes,
de fósforos, argumentos, prensas hidráulicas y agua.
No tenemos camiones ni el apoyo de los Ming.
Con este jamelgo no sobornaremos al sheriff.
Por ahora, sin noticias de los cautivos del Khan.
Nos urge una nueva cueva más cálida para el invierno
y alguien que conozca la lengua harari.

No sabemos quién en Nínive es de confianza,
qué condiciones propondrá el cardenal duque,
qué nombres yacen aún en el cajón de Beria.
Dicen que Carlos Martel atacará  mañana.
Así las cosas, aplaquemos a Kéops,
alistémonos voluntarios,
cambiemos de religión,
finjamos ser los amigos del dux
y no tener relación alguna con la tribu de Kwabe.

Se acerca la hora de encender las fogatas.
Mandemos aviso telegráfico a la abuela de Zabierzów.
Desanudemos las correas de la yurta.

Ojalá el parto sea fácil
y el niño crezca sano.
Que sea a veces feliz
y salve a saltos los abismos.
Que su corazón tenga aguante
y su mente vigile y alcance a ver lejos.

Pero no tan lejos
como para ver el futuro.
Ahorradle este don, poderes celestiales.

Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena, trad. Ana María Moix, Lumen, 2009