viernes, 29 de febrero de 2008

Black Narcissus



Black Narcissus (1947), Michael Powell, Emeric Pressburger

Francisco de Aldana - Reconocimiento de la vanidad del mundo







En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto variar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se esconde,
pues es la paga de él muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.


Francisco de Aldana

Paul Valéry






Marea. Dos veces cada veinticuatro horas, te adoras, y dos veces te desprecias. Yo lo soy todo, y no soy nada, se siguen, se causan, y no son más que la sencillísima alternativa necesaria, sin importancia.
A lo mejor se puede encontrar, para cualquier sentimiento, una duración que incluya el sentimiento contrario respecto al mismo objeto. Y si la vida fuera bastante larga, toda cosa habría sido finalmente deseada y odiada; toda opinión sentida como verdadera y como falsa.
Te gusta el tabaco, la música... Es que no has vivido lo suficiente para ver llegar el gusto contrario.


Paul Valéry, Cuadernos

miércoles, 27 de febrero de 2008

Guillaume Apollinaire

XXXVII

Corazón mío he mirado largo rato esta noche
ante la esclusa
la estrella oh Lou que me desespera
pero me divierte
oh tristeza mía y ardor mío Lou mi amor
los días transcurren
las noches pasan como pasa el día
las noches extienden
el sacrílego rosario de obuses alemanes
es primavera
y por todas partes las aves jaranean
estamos contentos
contentos a orillas del río
en el bosque
contentos la muerte reina en la tierra
pero estamos listos
estamos listos para morir para que tú vivas
en la felicidad
los obuses han quemado las flores lascivas
y esa flor
que crecía en mi corazón y que llamamos
el recuerdo
de tal flor sólo queda su fantasma
el deseo
que llega viene de noche cuando duermo
que venga de día
y el bosque de oro se llena de sol
como el Amor
las nubes se van a correr el mundo
cuándo iremos
a correr también los dos por las rubias playas
y después de rodillas
rezaremos frente al vasto mar tembloroso
cuando el naranjo
madura el fruto dorado que se te parece
y sin movernos
escucharemos en la noche el agua cruel
cantar la muerte
de los marinos ahogados en retahíla
oh Lou todo duerme
escribo en soledad a la luz temblorosa
de una fogata
de vez en cuando un obús se lamenta
y a veces
pasa por el camino el galope de
un jinete
en ocasiones el grito siniestro de la urraca
sube por mi mano
en la noche trazo con esfuerzo estas líneas
adiós corazón
trazo también místicamente los signos
de la Gran Dicha
oh místico amor mío oh Lou la vida
nos dará
la delectación insaciable
experimentaremos
un amor que será el amor único
adiós corazón
veo brillar esa mística estrella
cuyo color
es de tus ojos el color ambigüedad
me llega tu mirada
y siento entonces una mirada punzante
adiós es tarde ya

Guillaume Apollinaire, de Poemas a Lou

Délfica - Gérard de Nerval





DÉLFICA

Dafne, tal vez recuerdes esa antigua romanza,
al pie del sicomoro, bajo los lauros blancos,
el mirto y el olivo, bajo los sauces trémulos,
esa vieja canción de amor, que siempre vuelve...

¿Y el amplio peristilo del Templo, lo recuerdas?,
¿los amargos limones marcados por tus dientes,
y la gruta, fatal para el huésped incauto,
donde duerme la siembra del antiguo dragón?...

¡Volverán esos dioses que día y noche lloras!
El tiempo ha de traernos la armonía de antaño;
la tierra ya ha temblado ante el soplo profético...

No obstante, la sibila de semblante romano
duerme aún bajo el arco que elevó Constantino
y nada turba aún el pórtico severo.


Gérard de Nerval, en Antología de la poesía romántica francesa


DELFICA

La connais-tu, Dafné, cette ancienne romance,
Au pied du sycomore, ou sous les lauriers blancs,
Sous l'olivier, le myrte, ou les saules tremblants,
Cette chanson d'amour qui toujours recommence?...

Reconnais-tu le Temple au péristyle immense,
Et les citrons amers où s'imprimaient tes dents,
Et la grotte, fatale aux hôtes imprudents,
Où du dragon vaicu dort l'antique semence?...

Ils reviendront, ces Dieux que tu pleures toujours!
Le temps va ramener l'odre des aciens jours;
La terre a tressailli d'un souffle prophétique...

Cependant la sibylle au visage latin
Est endormie encor sous l'arc de Constantin
–Et rien n'a dérangé la severe portique.

domingo, 24 de febrero de 2008

sábado, 23 de febrero de 2008

I walked with a zombie - Jacques Tourneur




I walked with a zombie (1943), Jacques Tourneur

J. A. Valente





Mientras pueda decir
no moriré.

Mientras empañe el hálito
las palabras escritas en la noche
no moriré.

Mientras la sombra de aquel vientre baje
hasta el vértice oscuro del encuentro
no moriré.
No moriré
Ni tú conmigo.

José Ángel Valente, de Material Memoria

Horacio





Se han ido las nieves, vuelve ya el césped a las llanuras y a los árboles sus cabelleras de hojas; cambia la tierra de aspecto y, decreciendo los ríos, dejan secas sus riberas; una de las Gracias, con las Ninfas y sus dos hermanas, se atreve a dirigir desnuda las danzas.
No esperes la inmortalidad: tal es el aviso del año y de la hora que arrebata al nutricio día.
Los fríos se templan al soplo de los Zéfiros, a la primavera la arrolla el verano, que habrá de sucumbir, a su vez, tan pronto como el pomífero otoño haya derramado sus frutos, y viene corriendo más tarde de nuevo el invierno inactivo. Aunque las rápidas lunas reparan sus menguas en el cielo, nosotros, cuando descendemos allí donde moran el padre Eneas, donde el rico Tulo y Anco, somos polvo y sombra.
¿Quién sabe si los dioses de arriba añadirán el día de mañana a la suma de hoy? Todo lo que hayas concedido a tu propio capricho en calidad de amigo, escapará a las manos avarientas de tu heredero.
Tan pronto como hayas muerto y haya Minos pronunciado sobre ti su veredicto sonoro, no te devolverá a la vida, Torcuato, ni linaje ni elocuencia ni piedad; pues tampoco Diana puede librar al casto Hipólito de las tinieblas infernales, ni tiene fuerza Teseo para romper las cadenas del Leteo que sujetan a su amigo Pirítoo.


Horacio, Odas IV, 7

miércoles, 20 de febrero de 2008

Magnolia - Paul Thomas Anderson




Magnolia (1999), Paul Thomas Anderson

J. W. Goethe - Elegías romanas





V

Ahora siento entusiasmo en el clásico suelo,
con más encanto me habla el mundo de hoy y de antes.
Cada día hojeo, dócil, obras de los antiguos,
con mano ágil y siempre con placer renovado.
Mas me tiene en las noches el amor ocupado.
Seré así medio docto, mas dos veces feliz.
¿No aprendo acaso viendo las formas de los dulces
pechos? ¿Acariciando de cintura hacia abajo?
Ahora comprendo el mármol; reflexiono y comparo;
con mano que ve siento; veo con ojo sintiente.
Si bien horas del día me roba la querida,
las horas de la noche me da de recompensa.
No siempre nos besamos; conversamos con juicio,
y cuando ella se duerme, pienso mucho acostado.
Hartas veces he creado mis poemas en sus brazos,
hexámetros contando suavemente en su espalda
con los dedos. Respira ella en el dulce sueño
y se adentra su aliento hasta el fondo en mi pecho.
Mientras, Amor la llama nutre y piensa en los tiempos
en que el mismo servicio prestaba a su triunviros.


J. W. Goethe, de Elegías romanas

sábado, 16 de febrero de 2008

The Crowd - King Vidor



The Crowd (...Y el mundo marcha), 1928, King Vidor

Giacomo Leopardi





EL INFINITO


Siempre cara me fue la solitaria
colina, y esta selva que nos cierra
el último horizonte a la mirada.
Aquí en reposo miro, interminable
otro espacio surgir, y sobrehumano
silencio y profundísimo reposo
finge mi pensamiento, y casi tiembla
cobarde el corazón. Pero si el viento
oigo silbar en las vecinas frondas
aquel silencio y las presentes voces
voy comparando; y en lo enterno pienso,
en la muerta estación y en la presente
viva y violenta, de tal modo en esta
inmensidad se anega el pensamiento
y el naufragio me es dulce en este mar.


Giacomo Leopardi, Cantos.


L'INFINITO


Sempre caro mi fu quest'ermo colle,
e questa siepe, che da tanta parte
dell'ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedendo e mirando, interminati
spazi di là da quella, e sovrumani
silenzi, e profondissima quiete
io nel pensier mi fingo; ove per poco
il cor non si spaura. E como il vento
odo stormir tra queste piante, io quello
vo comparando: e mi sovvien l'eterno,
e le morte stagioni, e la presente
e viva, e il suon di leo. Così tra questa
immensità s'annega il pensier mio:
e il naufragar m'è dolce in questo mare.


Walther von der Vogelweide





¿A dónde han huido mis años?

I
¿A dónde han huido mis años?
¿Soñé mi vida o fue verdad?
¿Lo que creí que fue, existió?
No sé cuánto tiempo he dormido.
Ahora me he despertado y desconozco
todo lo que antes conocía como mi propia mano.
Las gentes y las tierras donde me crié desde niño
me resultan extrañas, como una ilusión.
A mis compañeros de juego los veo lentos y viejos;
el campo es distinto y el bosque ha cambiado:
sólo el agua va por donde iba antes.
En verdad podría decir que es una gran desgracia.
Me retira el saludo el que antes me conocía.
El mundo está en todas partes lleno de hostilidad.
¡Cuando pienso en algunos días felices,
que han pasado por mí como una tromba de agua!
Cada vez más, ¡ay!

II
¡Ay, qué lamentablemente actúan los jóvenes!
Los pocos que se arrepienten de corazón
tienen ahora motivo para preocuparse: ¿por qué obran así?
He dado la vuelta al mundo, nadie está contento:
bailar, reír, cantar terminan con las preocupaciones.
Nunca se vio multitud que causara tanta pena.
Fíjate en los tocados de las damas;
los caballeros llevan, orgullosos, trajes de villanos;
aquí nos llegan cartas inquietantes de Roma,
se nos permite lamentarnos y nos quitan la alegría.
Esto me afecta en el corazón (¡vivíamos tan a gusto!),
a los pájaros silvestres aflige nuestra tristeza;
¿qué tiene de maravilloso si me desespero?
¿Qué digo, tonto de mí, impulsado por la cólera?
Quien sigue la alegría aquí, la perderá en el cielo.
Siempre más ¡ay!

III
¡Ay, cómo se nos ha engañado con dulces prendas!
Veo flotar las amarguras en medio de las mieles.
Por fuera, el mundo es bello, blanco, verde y rojo
y por dentro de color negro, oscuro como la muerte.
Cuando por fin haya recuperado el consuelo,
habrá sido con débiles remedios frente a grandes calamidades.
Pensad bien en esto, caballeros, pues es cosa vuestra:
lleváis relucientes yelmos; algunos, duras mallas;
y todos, fuertes escudos y espadas bendecidas.
¡Quisiera Dios que mi valor fuera victorioso!
Así querría yo poder servir al hombre necesitado
y no me refiero a la tierra ni al oro de los señores:
yo mismo quisiera llevar corona eterna,
que el mesnadero le gustaría lograr con fuerte lanza.
Me gustaría hacer las expediciones por el mar
y entonces cantar "¡Afortunado!" y nunca más "¡Ay, desgraciado!"
y nunca más "¡Ay, desgraciado!"


Walther von der Vogelweide (minnesinger, 1170-1230), en Poesía de Trovadores, Trouvères y Minnesinger, Carlos Alvar.

sábado, 9 de febrero de 2008

María Victoria Atencia





LA MADRE DE HÉCTOR


Por esa ley antigua que obliga a los amantes
a sucederse en otras y otras generaciones,
yo misma a un joven héroe di vida en mis entrañas.
Me doblegué a las lunas y en su espera de júbilo
los hibiscos tiñéronse.
Se hacía transparente su rostro sobre el mío
y él me daba nobleza, belleza, plenitud.

Incendio tras incendio, el cuerpo prevalece.


María Victoria Atencia, de Ex libris

Los Soprano - Escena final




The Sopranos - David Chase

Dylan Thomas - No entres dócilmente en la noche callada





No entres dócilmente en la noche callada,
que al morir la luz la vejez debería
delirar y arder; odia el fin de la jornada.

Aunque el sabio ve en su ocaso la alborada,
como a su verbo el rayo vigor no confía
no entra dócilmente en la noche callada.

Llora el hombre bueno tras la última oleada,
por lo que pudo su obra danzar en la bahía,
y odia, odia feroz el fin de la jornada.

Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su albada,
y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,
no entra dócilmente en la noche callada.

Y el grave, que al morir ve con ciega mirada
que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,
odia, odia feroz el fin de la jornada.

Y tú, padre mío, de tu cima alejada,
maldice o bendíceme con voz airada o pía.
No entres dócilmente en la noche callada.
Odia, odia feroz el fin de la jornada.


Dylan Thomas, de Poemas 1934-1952




Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.



miércoles, 6 de febrero de 2008

Onibaba




Onibaba (1964), Kaneto Shindo

John Donne





No estés orgullosa, muerte, aunque te hayan llamado
poderosa y terrible, pues tú no eres así.
Porque aquellos a los que quisiste derrocar,
pobre muerte, no murieron ni a mí puedes matarme.

Si del descanso y el sueño, que parecen calcarte,
mana el placer, más intenso placer manará de ti,
y pronto los más excelsos seguirán tu camino,
descanso de sus huesos y libertad de su alma.

Esclava de la desesperación, la suerte y el destino,
tu casa es el veneno, la enfermedad, la guerra.
Pueden dormirnos igual o mejor que tus besos
amapolas o hechizos. ¿Por qué, pues, te envaneces?

Pasado un breve sueño, despertamos eternos,
y ya nunca habrá más muerte y, muerte, morirás.


Jonh Donne

Eugenio Montale





A menudo he hallado el mal de vivir:
era el arroyo estrangulado que borbolla,
era el enroscarse de la hoja
requemada, era el caballo desplomado.

Del bien no supe, fuera del prodigio
que revela la divina Indiferencia:
era la estatua en la somnolencia
del mediodía, y la nube, y el halcón en lo alto.


Eugenio Montale, de Huesos de sepia

sábado, 2 de febrero de 2008

Corpse bride - Tim Burton




Corpse bride (La novia cadáver) (2005), Tim Burton

Guillermo Sucre





Escribo con palabras que tienen sombra pero no dan sombra
apenas empiezo esta página la va quemando el insomnio
no las palabras sino lo que consuman es lo que va ocupando la realidad-
el lugar sin lugar
la agonía el juego la ilusión de estar en el mundo

la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga escindida
simulacros donde ocurren las ceremonias intercambios del fulgor
del vacío del deseo

ya no hay sitio para la escritura porque ella es el sitio mismo
de lo que se borra
no descubrimos el mundo lo describimos en su terca elusión

ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia que es el
mar cuando la palabra lo dice
y se derrama sobre la página como una mano
ya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo y entreveo
su ramaje pasa el viento
ya no habrá más verano sino ese sol que devora la memoria
y viene la gran noche de la arena que cubre los ojos y sólo
podemos leer lo que no estaba escrito


Guillermo Sucre, en Las ínsulas extrañas, Antología de poesía en lengua española

Salvatore Quasimodo - La tierra incomparable





LA TIERRA INCOMPARABLE


Hace tiempo que te debo palabras de amor:
o acaso son aquellas que cada día
huyen con rapidez apenas pronunciadas
y la memoria las teme, pues que muda
los signos inevitables en diálogo,
enemigo frontal del alma. Quizá
el retumbar de la mente no permite que oiga
mis palabras de amor o el miedo
al eco arbitrario que desenfoca
la imagen más debil de un sonido
cordial: o toca la invisible
ironía, su naturaleza de hoz,
o mi vida ya cercada, amor.
O acaso sea el color que las deslumbra
si chocan con la luz
del tiempo que te afectará cuando el mío
no pueda más llamar amor oscuro
amor ya llorando
la belleza, la ruptura impetuosa
con la tierra incomparable, amor.


Salvatore Quasimodo, de La tierra incomparable


LA TERRA IMPAREGGIABILE


Da tempo ti devo parole d'amore:
o sono forse quelle che ogni giorno
sfuggono rapide appena percosse
e la memoria le teme, che muta
i segni inevitabili in dialogo
nemico a picco con l'anima. Forse
il tonfo della mente non fa udire
le mie parole d'amore o la paura
dell'eco arbitraria che sfoca
l'immagine piú debole d'un suono
affettuoso: o toccano l'invisibile
ironia, la sua natura di scure
o la mia vita già accerchiata, amore.
O forse è il colore che le abbaglia
se urtano con la luce
del tempo che verrà a tge quando il mio
non potrà piú chiamare amore oscuro
amore già piangendo
la bellezza, la rottura impetuosa
con la terra impareggiabile, amore.