sábado, 28 de febrero de 2009

Edith Södergran - Intuición






Oh, tú, cuerpo mío, lo más espléndido de todo cuanto es espléndido,
¿cómo conoces tu poder?
Este brazo es lo que el siglo necesita.
El rayo está en mi mano y un día se desencadenará,
todos verán entonces su relucir azul, y comprenderán.
Soy sólo una entre tantos, y tantos hay que más fuertes que yo,
pero soy escudo en el que otros se mirarán,
soy núcleo, nexo que conjuga.

Edith Södergran, Antología, Visor
Traducción de Jesús Pardo


Luis Cernuda - Despedida






Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.

El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.

Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,
Labios nunca besados más codiciables y frescos
aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa
música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y
vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer
aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.

Luis Cernuda, de Desolación de la Quimera
Antología, Cátedra

Max Ernst - Une semaine de bonté



Max Ernst, La cour du dragon 10 (1933)

sábado, 21 de febrero de 2009

El manatial de la doncella - I. Bergman



Ingmar Bergman, El manantial de la doncella (1960)

José Ángel Valente






AL CAER la tarde, la no visible mano de un dios te borra como
ala de pájaro caído hacia qué densa sombra más allá de la sombra.
Disuelto estás, al fin, en tu propia mirada.


José Ángel Valente, No amanece el cantor, en Material memoria (1977-1992), Alianza Literaria

Paul Valéry






Hay que buscar, buscar incesantemente, aquello de lo cual todo cuanto decimos es sólo traducción. (1917-1918. G, VI, 762.)


Paul Valéry, Cuadernos, Galaxia Gutenberg

Simónides






Pues ni siquiera los que antaño había,
los que, generación de semidioses,
nacieron de los dioses soberanos,
llevaron una vida
libre de esfuerzos, de odio y de peligro,
hasta llegar a la vejez.


Simónides, en Líricos griegos arcaicos, versión de Juan Ferraté
Seix Barral

sábado, 14 de febrero de 2009

La Odisea (Argos)






Mientras ellos seguían charlando de cosas como éstas,
levantó la cabeza y orejas un perro allí echado,
Argos, can de Odiseo magnánimo, que él hubo criado,
mas del cual no gozó, pues partió para Troya sagrada.
Con frecuencia los jóvenes, antes, consigo llevábanlo
a correr a las cabras omnteses, la liebro o el ciervo;
y ahora yacía olvidado, en ausencia del amo
sobre el fiemo de mulos y bueyes, que junto a la puerta
hacinaban hasta que los siervos de Odiseo divino
recogíanlo para abonar los anchísimos campos:
lleno de garrapatas estaba allí Argos, el perro.
A Odeseo advirtió el perro en quien hacia él se acercaba
y, al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas,
pero ya carecía de fuerzas para ir a su encuentro;
y él, al verlo, volvió la cabeza y secóse una lágrima,
que logró fácilmente ocultar al porquero (...)

Homero, la Odisea, Planeta

Un condenado a muerte se ha escapado - R. Bresson



Robert Bresson, Un condenado a muerte se ha escapado (1956)

Clarice Lispector






Y yo vivo al margen, en un lugar donde la luz central no me quema. Y hablo muy bajo para que
los oídos se vean obligados a estar atentos y a escucharme.


Clarice Lispector, Agua viva, Siruela

Jarcha - Yosef Al-Katib






Tan t'amare, tan t'amare,
habib, tan t'amare!
Enfermaron welyos gayos
e duolen tan male.


Yosef Al-Katib, "El Escriba", siglo XI

sábado, 7 de febrero de 2009

Milan Rúfus






CAMPANAS

También tú oyes ya de vez en cuando
a la muerte chasquear el seco látigo.
E intentas adivinar si está lejos
o cerca la tumba.

Suena la campana de tu patria.
Un molde. Ira y amor
fundieron en él tu figura.
Fuente memoria. A tientas
sacias tu sed y, ya que refleja,
lentamente lees en la superficie
tu propia cara. Observas, te limpias el sudor
y te lavas la suciedad, lo oscuro de la arcilla
que no has dado y que te han robado.
Y así le pides a la patria muerta:

Sé paciente, aguanta ahí debajo.
Y acompáñanos en estos duros tiempos.

Como las madres en silencio mueven los labios
cuando el niño dice unos versos.


Milan Rúfus, en Campanas
Traducción de Alejandro Hermida, La Poesía, señor hidalgo

El manuscrito encontrado en Zaragoza



Wojciech Has, El manuscrito encontrado en Zaragoza (1965)

Paul Valéry






El sentido mismo del verso muy hermoso queda alterado con su traducción en prosa. Y ahí reside lo propio del verso. El sentido no es ya el mismo, y parece que no lo hemos tocado.
El verso debe tener un carácter mágico o no ser. Es el estado puro, tomado por selección, cultivado sin mezcla de errores a partir de una propiedad del lenguaje, en otro tiempo reservada a las supersticiones. La invocación mágica rimada en la Apología de Apuleyo. Todas esas aes lúgubres y cómicas.

Paul Valéry, Cuadernos
Galaxia Gutenberg