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MuchachosQue nunca fuisteis compañeros de mi vida,Adiós.MuchachosQue no seréis nunca compañeros de mi vida,Adiós.El tiempo de una vida nos separaInfranqueable:A un lado la juventud libre y risueña;A otro la vejez humillante e inhóspita.De joven no sabíaVer la hermosura, codiciarla, poseerla;De viejo la he aprendidoY veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.Mano de viejo manchaEl cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.Con solitaria dignidad el viejo debePasar de largo junto a la tentación tardía.Frescos y codiciables son los labios besados,Labios nunca besados más codiciables y frescosaparecen.¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?Bien lo sé: no lo hay.Qué dulce hubiera sidoEn vuestra compañía vivir un tiempo:Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,Compartir bebida y alimento en una mesa.Sonreír, conversar, pasearseMirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.Seguid, seguid así, tan descuidadamente,Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra yvuestra gracia abrenEn este transeúnte inmune en apariencia a ellas.Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.Que yo pronto he de irme, confiado,Adonde anudado el roto hilo, diga y hagaLo que aquí falta, lo que a tiempo decir y haceraquí no supe.Adiós, adiós, compañeros imposibles.Que ya tan sólo aprendoA morir, deseandoVeros de nuevo, hermosos igualmenteEn alguna otra vida.Luis Cernuda, de Desolación de la QuimeraAntología, Cátedra
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