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domingo, 18 de diciembre de 2011

Saint-John Perse

                     
              
                   
            
             

X


Para desembarcar a los bueyes y a los mulos
se les tira al agua por encima de la borda, dioses vaciados en oro y frotados con resina,
¡El agua los acoge! ¡Los hace brotar!
Y nosotros esperamos en el muelle a manera de antorchas, mientras mantenemos los ojos clavados en la estrella de sus frentes —todo un pueble necesitado, vestido de su brillo, y sobrio.


Saint-John Perse, Pájaros y otros poemas, trad. Manuel Álvarez Ortega, Visor, 1996

domingo, 25 de julio de 2010

Saint-John Perse - Pájaros






El pájaro, de todos nuestros consanguíneos el de vivir más ardiente, lleva a los confines del día un singular destino. Siendo emigrante, y estando obsesionado por la inflación solar, viaja de noche, por ser los días demasiado cortos para su actividad. En tiempos de luna gris, el color del muérdago de las Galias, puebla con su espectro la profecía de las noches. Y su grito en la noche es el grito de la aurora misma: grito de guerra santa cuerpo a cuerpo.

En la falleba de su ala, la oscilación inmensa de una doble estación; y bajo la curva del vuelo, la curvatura misma de la tierra... La alternación es su ley, la ambigüedad su reino. En el espacio y el tiempo que incuba con un mismo vuelo, su herejía consiste en ser una sola estivación. Es también el escándalo para el pintor y el poeta, ensambladores de estaciones en sus más altos lugares de intersección.

Saint-John Perse, Pájaros y otros poemas
Trad. Manuel Álvarez Ortega, Visor

sábado, 14 de noviembre de 2009

Saint-John Perse






II
Quise a un caballo -¿cuál era?- y me miró de cara, bajo sus mechones.
Los agujeros vivos de sus ollares eran dos cosas bellas de ver -junto a
ese agujero vivo que se dilata por encima de cada ojo.
Cuando había corrido, sudaba: ¡era todo brillo! -y yo prensaba las lunas
de sus costillares bajo mis rodillas de niño...
Quise a un caballo -¿cuál era?- y a veces (pues un animal sabe muy bien
qué fuerzas nos envanecen)
levantaba a sus dioses una cabeza de bronce: resoplante,
surcada de un peciolo de venas.

Saint-John Perse, Pájaros y otros poemas
Versión de Manuel Álvarez Ortega, Visor

sábado, 2 de agosto de 2008

Anábasis - Saint-John Perse







VII

No habitaremos siempre esta tierra amarilla que fue nuestra delicia...

El Verano, más vasto que el Imperio, suspende en las mesetas del espacio varias capas de climas. La vasta tierra en su era rueda hasta el borde su pálida brasa bajo las cenizas. –Color de azufre, de miel, color de cosas inmortales, toda tierra de hierbas encendiéndose con las pajas del otro invierno– y de la verde esponja de un solo árbol el cielo extrae su jugo violeta. (...)

En voz más baja por los muertos, en voz más baja por el día. ¿Tanta dulzura en el corazón del hombre puede impedirle encontrar su medida...? "Os hablo, ¡alma mía!, ¡alma mía ensombrecida por un perfume de caballo!" Y algunos grandes pájaros terrígenos, en su navegación hacia el Oeste, imitan justamente a nuestros pájaros marinos. (...)


Saint-John Perse, de Anábasis. Trad.: José Antonio Gabriel y Galán.


Nous n'habiterons pas toujours ces terres jaunes, notre délice...

L'Été plus vaste que l'Empire suspend aux tables de l'espace plusieurs étages de climats. La terre vaste sur son aire roule à pleis bords sa braise pàle sous les cendres. –Couleur de soufre, de miel, couleur de choses inmortelles, toute la terre aux herbes s'allumant aux pailles de l'autre hiver– et de l'eponge verte d'un seul arbre le ciel tire son suc violet. (...)

À voix plus basse pour les morts, à voix plus basse dans le jour. Tant de douceur au coeur de l'homme, se peut-il qu'elle faille à trouver sa mesure...? "Je vous parle, mon âme! –mon âme! –mon âme tout enténébrée d'un parfum de cheval!" Et quelques grands oiseauxs de terre, navigant en Ouest, sont de bons mimes de nos oiseaux de mer. (...)







jueves, 3 de enero de 2008

Anábasis - Saint-John Perse





II

En los países concurridos se dan los más grandes silencios, en los países frecuentados por saltamontes a mediodía.

Marcho, vosotros marcháis por un país de altas pendientes de toronjiles, donde ponen a secar la colada de los Grandes.
Franqueamos la ropa de la Reina, toda de encaje con dos bandas color trigueño (¡ah, el ácido cuerpo de mujer cómo mancha la ropa en el lugar preciso de la axila!).
Franqueamos la ropa de Su hija, toda de encaje con dos bandas de color vivoah, la lengua del lagarto cómo captura hormigas en el lugar preciso de la axila!).
Y puede que no se acabe el día sin que un mismo hombre se consuma por una mujer o su hija.
Sabia risa de los muertos, ¡que nos pelen esas frutas!... Y que, ¿ya no hay más gracia en este mundo bajo la rosa salvaje?
De este lado del mundo viene un gran mal violeta sobre las aguas. El viento se levanta. Viento de mar. Y la colada vuela como un sacerdote hecho pedazos...

Saint-John Perse, de Anábasis