domingo, 29 de julio de 2007

La bromita - Chejov


"El trineo vuela como una bala. El aire hendido golpea en la cara, brama, silba en los oídos, desgarra, pellizca furioso, quiere arrancarnos la cabeza de los hombros. Por la presión del viento faltan las fuerzas para respirar. Parece como si el propio diablo nos hubiera cogido con sus patas y con un aullido nos arrastrase al infierno. Los objetos de alrededor se funden en una larga franja que corre vertiginosamente... ¡Un instante más y parece que vamosa perecer!
–¡La amo a usted, Nadia! –digo a media voz.
El trineo empieza a correr cada vez más y más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración deja de cortarse y, finalmente, estamos abajo. Nádieñka, más muerta que viva. Está pálida, apenas respira... La ayudo a levantarse."

Antón P. Chéjov, fragmento del cuento "La bromita"

viernes, 27 de julio de 2007

Tristram Shandy - Tráiler




Tristram Shandy (A cock and bull story)(2005), de Michael Winterbottom

lunes, 23 de julio de 2007

sábado, 21 de julio de 2007

Juan-Eduardo Cirlot



Son los restos del hierro entremezclados.
Son signos, huesos, llamas
que persisten en láminas de piedra.

Olas entrelazadas, alas,
azules espirales, cruces.

Las ruinas de las runas en silencio.


Juan-Eduardo Cirlot, de Un poema del siglo VIII

Suelta mi manso, mayoral extraño



Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro,
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño,
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro,
que a las primeras hierbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta, y verasle si a mi choza viene,
que aún tienen sal las manos de su dueño.



Lope de Vega (1562-1635)

Dijo Don Quijote





–Señores –dijo Don Quijote–, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.



Don Quijote de la Mancha, parte II, capítulo LXXIV

jueves, 19 de julio de 2007

El conde Arnaldos




¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano
la caza iba a cazar;
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar:
las velas traída de seda,
la ejercia de un cedal,
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar facía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan 'n el hondo
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
'n el mástil la faz posar.
Allí fabló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
–Por Dios te ruego, marinero,
dígasme ora ese cantar.–
Respodióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
–Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.

Ted Hughes - El zorro que piensa



EL ZORRO QUE PIENSA


Imagino el bosque en este instante de la medianoche:
algo más está vivo
además de la soledad del reloj
y esta página en blanco donde se deslizan mis dedos.

Por la ventana no veo estrellas:
algo más cercano
aunque más profundo en lo oscuro
entra en la soledad:

fría, delicadamente como la oscura nieve
el hocico de un zorro toca ramitas, hojas;
dos ojos siguen un movimiento que ahora
y de nuevo ahora, y ahora, y ahora

deja limpias huellas en la nieve
entre árboles, y con cautela una sombra
truncada la rellena un tocón y un cuerpo
hueco que se atreve a venir
por los claros del bosque, un ojo,
un verdor vasto y profundo,
brillantemente, concentradamente,
se ocupa de sí mismo

hasta que, con súbito caliente hedor de zorro,
entra en el oscuro agujero de la cabeza.
Aún no hay estrellas; hace tic-tac el reloj,
la página está escrita.

Marin Marais

martes, 17 de julio de 2007

Arthur Rimbaud - L'Éternité (fragmento)


L’ÉTERNITÉ

Elle est retrouvée.
Quoi? — L’Éternité.
C’est la mer allée
Avec le soleil




LA ETERNIDAD

Encontré de nuevo,
¿qué? — La eternidad.
Del sol, el sendero,
va siguiendo el mar.



sábado, 14 de julio de 2007

miércoles, 11 de julio de 2007

Czeslaw Milosz

Dádiva


El día tan feliz.
La niebla se levantó temprano, trabajé en el jardín.
Los colibríes, vuelo inmóvil, sobre la flor de caprifolium.
No había en la tierra cosa alguna que quisiera tener.
No conocía a nadie a quien pudiera envidiar.
Olvidé el mal ya pasado.
No me avergonzaba pensar que fui éste que soy.
No sentía dolor alguno en el cuerpo.
Incorporándome, vi el mar azul y las velas.


Berkeley, 1971


Czeslaw Milosz, de Poemas

Giorgione - La tempestad

viernes, 6 de julio de 2007

Diarios. Franz Kafka



19 de noviembre. Me conmueve la lectura del diario. ¿Será debido a que en la actualidad no tengo ya la menor seguridad? Todo me parece una construcción. Cualquier observación de otro, cualquier mirada casual lo vuelca todo hacia el otro lado en mi interior, incluso las cosas ya olvidadas, absolutamente insignificantes. Ahora me siento más inseguro que nunca; sólo siento en mí la violencia de la vida. Y estoy insensatamente vacío. Soy realmente como un cordero perdido en la noche y en las montañas, o como un cordero que corre detrás de ese cordero. Estar tan perdido y no tener fuerza para lamentarse de ello.


Franz Kafka: Diarios (1910-1923)

Poema 26


26

Es todo lo que tengo hoy para traer —
esto y mi corazón además –
esto y mi corazón y todos los campos –
y todas las praderas anchas –
cuente bien – no sea que alguien
pueda revisar la cuenta –
esto y mi corazón y todas las abejas
que en el trébol moran.


Emily Dickinson, de Poemas


lunes, 2 de julio de 2007

Epístola moral a Fabio



Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;


el que no las limare o las rompiere
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.


El ánimo plebeyo y abatido
elija en sus intentos temeroso
primero estar suspenso que caído;


que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.


Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.


Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.


Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.


Aquel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien la alcanza
por vanas consecuencias del estado.


Peculio propio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.


El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo, precede y pasa al bueno,
¿qué espera la virtud o en qué confía?


Vente, y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno.


Adonde, por lo menos, cuando oprima
nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
"Blanda le sea", al derramarla encima;


donde no dejará la mesa ayuno
cuando en ella te falte el pece raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.


Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;


que si acortas y ciñes tu deseo
dirás: "Lo que desprecio he conseguido;
que la opinión vulgar es devaneo."


Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,


que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.


Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.


Cese el ansia y la sed de los oficios;
que acepta el don y burla del intento
el ídolo a quien haces sacrificios.


Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de uno a otro momento.


Casi no tienes ni una sombra vana
de nuestra grande Itálica, y, ¿esperas?
¡Oh terror perpetuo de la vida humana!


Las enseñas grecianas, las banderas
del senado y romana monarquía
murieron, y pasaron sus carreras.


¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?


¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño se recuerde?


¿Será que pueda ver que me desvío
de la vida viviendo, y que está unida
la cauta muerte al simple vivir mío?


Como los ríos, que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.


De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?,
o, ¿qué tengo yo a dicha, en la que espero,
sino alguna noticia de mi hado?


¡Oh si acabase, viendo cómo muero,
de aprender a morir, antes que llegue
aquel forzoso término postrero;


antes que aquesta mies inútil siegue
de la severa muerte dura mano,
y a la común materia se la entregue!


Pasáronse las flores del verano,
el otoño pasó con sus racimos,
pasó el invierno con sus nieves cano;


las hojas que en las altas selvas vimos
cayeron, ¡y nosotros a porfía
en nuestro engaño inmóviles vivimos!


Temamos al Señor que nos envía
las espigas del año y la hartura,
y la temprana lluvia y la tardía.


No imitemos la tierra siempre dura
a las aguas del cielo y al arado,
ni la vid cuyo fruto no madura.


¿Piensas acaso tú que fue criado
el varón para el rayo de la guerra,
para surcar el piélago salado,


para medir el orbe de la tierra
y el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo entiende, cuánto yerra!


Esta nuestra porción alta y divina,
a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina.


Así aquella, que al hombre sólo es dada,
sacra razón y pura, me despierta,
de esplendor y de rayos coronada,


y en la fría región, dura y desierta,
de aqueste pecho enciende nueva llama,
y la luz vuelve a arder que estaba muerta.


Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente
que no afecto a los nombres ni a la fama.


El soberbio tirano del Oriente,
que maciza las torres de cien codos
del cándido metal puro y luciente,


apenas puede ya comprar los modos
del pecar; la virtud es más barata,
ella consigo misma ruega a todos.

¡Mísero aquel que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata!

Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.

Esto tan solamente es cuanto debe
naturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve.

No, porque así te escribo, hagas conceto
que pongo la virtud en ejercicio:
que aun esto fue difícil a Epiteto.

Basta, al que empieza, aborrecer el vicio,
y el ánimo enseñar a ser modesto;
después le será el cielo más propicio.

Despreciar el deleite no es supuesto
de sólida virtud; que aun el vicioso
en sí proprio le nota de molesto.

Mas no podrás negarme cuán forzoso
este camino sea al alto asiento,
morada de la paz y del reposo.

No sazona la fruta en un momento
aquella inteligencia que mensura
la duración de todo a su talento.

Flor la vimos ayer hermosa y pura,
luego materia acerba y desabrida,
y sabrosa después, dulce y madura.

Tal la humana prudencia es bien que mida
y compase y dispense las acciones
que han de ser compañeras de la vida.

No quiera Dios que siga los varones
que moran nuestras plazas macilentos,
de la virtud infames histriones;

esos inmundos, trágicos, atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son oscuros e infaustos monumentos.

¡Cuán callada que pasa las montañas
el aura, respirando mansamente!
¡Qué gárrula y sonora por las cañas!

¡Qué muda la virtud por el prudente!
¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!

Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres sólo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.

No resplandezca el oro y las colores
en nuestro traje, ni tampoco sea
igual al de los dóricos cantores.

Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.

En el plebeyo barro mal tostado
hubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso Múrino preciado;

y alguno tan ilustre y generoso
que usó, como si fuera vil gaveta,
del cristal transparente y luminoso.

Sin la templanza, ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡Oh muerte! Ven callada,
como sueles venir en la saeta;

no en la tonante máquina preñada
de fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.

Así, Fabio, me enseña descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.

No te burles de ver cuánto confío,
ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.

¿Es, por ventura, menos poderosa
que el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.

La codicia en las manos de la suerte
se arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.

Y ¿no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las miro
de más nobles objetos ayudadas?

Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.



Andrés Fernández de Andrada: Epístola moral a Fabio

domingo, 1 de julio de 2007

Pickpocket



Robert Bresson: Pickpocket


En Pickpocket Bresson pasa a limpio la novela de Dostoievski. El ánimo turbio se vuelve imagen transparente, el dolor y la redención están presentes, y de qué manera, pero el prodigio se repetía, una y otra vez, en la destreza de una mano. Eso ya era siglo XX.

Paolo Uccello - San Jorge contra el dragón