sábado, 27 de septiembre de 2008

Les enfants du paradis



Les enfants du paradis (1945), Marcel Carné

Franz Marc


Franz Marc, Tigre (1912)

Georges Bataille






IV

Más allá de mi muerte
un día
la tierra gira en el cielo

estoy muerto
y las tinieblas
sin cesar se alternan con el día

cerrado está para mí el universo
en él permanezco ciego
semejante a la nada



la nada no es sino yo mismo
el universo no es sino mi tumba
el sol no es sino mi muerte

mis ojos son el ciego rayo
mi corazón es el cielo
donde estalla la tormenta

en mí mismo
al fondo de un abismo
el universo inmenso es la muerte



soy la fiebre
el deseo
soy la sed

el gozo que despoja del vestido
y el vino que hace reírse
de no estar ya vestido



en una copa de ginebra
una noche de fiesta
las estrellas caen del cielo

trago el rayo a largos sorbos
voy a reírme a carcajadas
con el rayo en el corazón


Georges Bataille, del poema La Tumba, en Lo Arcangélico y otros poemas
Traducción de Pilar Ruiz Va

domingo, 21 de septiembre de 2008

La mujer y el monstruo (1954)




Creature from the Black Lagoon (1954), Jack Arnold

Idea Vilariño






Qué asco
qué vergüenza
este animal ansioso
apegado a la vida.

(5 de junio de 1962)


Idea Vilariño, de Poesía completa, Lumen

sábado, 20 de septiembre de 2008

Diego Doncel - I Soliloquio de la purificación






... Y si ahora todo es azul, y de un rumor
sagrado, y los bosques, los pájaros,
el aire, la tierra entera son una alianza
de claridad, ¿no he de beber yo su fuego,
no he de nutrirme hasta estar a puro
con sus ardientes formas terrenales, darme
salud de savia nueva, que al alzarme
como se alzan sus ramos y sus vuelos
a lo alto de la luz, me fecundaré de trinos,
de lluvias, de sol, de tarde rumorosa?
¿Y no he de limpiar ahora mi vida
en el rocío que viene de los cielos?

Esa será la aventura que ha de vivir
mi corazón y sólo este perderme
en las cosas del mundo
será lo que me redima.
Con renunciar a mí mismo
renunciaré a este miedo que me extravía
el fervor, a esta conciencia herida
que sólo siente vértigos y se enajena,
a esta memoria en la que un oráculo
antiguo cumple su amenaza de señalarme
con el destino cruel del mal sagrado.
Que sólo el salir de mí me quitará esta culpa
y seré bendecido, al ignorarme todo,
por este incendio de amor.
Yo vaciaré mi alma para que al fin los seres
puedan habitarme, y seré tan humilde
como una cosa humilde que sólo da piedad.
En la noche calmaré mis sentidos
con la bebida profunda del silencio,
con los misterios celestes de lo desconocido,
mientras fuera de mí la jara brilla
y los luceros huelen a lluvias y a lavandas,
y el azul de la una cultiva
mis adentros.

Oh, sí, en la noche calmaré mis sentidos
y me veré salvado al fin
de todo dolor y toda mi conciencia
y no tendré más sustancia que esta luz derramada
desde lo alto del cielo, que estas flores
sin nombre perfumando los campos,
que este frágil delirio en el tiempo eterno
del olivo, que este sueño de riberas del arroyo
que tanto llena el alma de rumores
iguales a la vida.

Sólo ésta será la realidad,
sólo éste mi sueño: ser como la brisa,
que vaga sin destino, tan inocente y pura,
y no sentir cómo el tiempo
va llenando de polvo el corazón
en honda soledad y sin belleza,
y saber, pese a todo,
que en estos árboles, que en esta agua,
que en estos bancales cubiertos
por la hierba, la vida encuentra paz
entre los vivos y todo queda aceptado
hasta la muerte.


Diego Doncel, de Una sombra que pasa

Jorge Riechmann - Tanto abril en octubre






Tanto abril en octubre

«Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo»
Alejandra Pizarnik






1

Tanto dolor escrito en este cuerpo.
Tanta luz anegada en estos ojos claros.
La rosa es sin porqué
—ya lo sabías.
El dolor nunca tiene para qué.




2

En el hospital el tiempo es otro tiempo.
Sigue pautas distintas:
leche caliente a las cuatro y a las once,
desayuno a las nueve,
tantos medicamentos en vasitos de plástico,
tomar la tensión por la mañana y por la noche,
visita de los médicos a las diez más o menos,
la comida a la una, tan temprano...
Lo que desaparece es la impaciencia.
La habitación es un vagón de ferrocarril
y el tren no va a llegar a su destino
antes de tres semanas.
Una visita ha observado
que el Madrid que se ve desde este piso décimo
es un óleo de Antonio López.




3

Después de la mitoxantrona
orinas azul.
Cerca agoniza un muchacho
a quien han serrado la pierna en la cadera:
cercenada pesaba treinta y cinco kilos,
más peso que el resto de su cuerpo ahora.
Un mesmerizador lo hipnotiza
para que no quiera morir
aunque se muere.
Tú orinas un azul
contiguo a esa agonía.




4

Estas enfermedades se llevan muchas cosas.
Lo que queda
me atrevo a llamarlo esencial.
Por ejemplo: estás viva. Te amo.




5

El café con leche cuesta ochenta pesetas.
El zumo de naranja natural, doscientas.
Un litro y medio de agua
mineral cuesta ciento veinticinco.
El tratamiento —que paga
la Seguridad Social— de seis a ocho millones.




6

A veces he pensado que ya estabas muerta
y yo vivía alguna vida sin ti,
quizá con otra mujer.


La libertad de un duelo.
Me imagino releyendo los cuadernos de tu mano
escritos con esa letra que tú juzgabas tan fea.


Entonces me doy cuenta de que esa vida
es un pozo seco que en realidad no imagino
y no tendría que ver conmigo nada,
nada.





7

De pie detrás de ti
te rodeo la cintura con los brazos
mientras te inclinas para lavarte la cara
(esta mañana te desvaneciste
y volviste luego con un minuto de terror
sobre la lengua).
Te sostengo para que no caigas,
mi carne junto a tu carne.


Mientras estamos así
pienso en todas las veces que estuvimos así
pero mi carne dentro de tu carne
pero tu carne envolviendo mi carne.


Y de repente eres tú quien me estás sosteniendo
para que yo no caiga.





8

Sueñas
que queman por dentro a un caballo


y al día siguiente empieza la fiebre.





9

El tónico facial y la crema hidratante
hasta con treinta y nueve grados.
Hasta cuando eso representa más trabajo
que el de la jornada en que más hayas trabajado en tu vida.
Todo ese trabajo
para salvar la tersura de la piel


salvar la vida y el mundo
que hoy dependen de la tersura de la piel.





10

Un archipiélago de pequeñas estrellas de sangre
sobre los muslos.
Tienes sólo doce mil plaquetas hoy.
Han bautizado a tus estrellitas petequias.




11

Eres sagrada
Tu orina huele mal
eres sagrada
Se te cae el hermoso pelo negro
eres sagrada
Las piernas no te sostienen
eres sagrada
Las heridas no cicatrizan
eres sagrada
Sin morfina no aguantas las llagas de la boca
eres sagrada
eres sagrada
y por eso mañana baja la fiebre
baja la fiebre azul
empieza el día de tu restitución.




12

Ya pasó, ya pasó, y sólo quedan
los chiquillos jineteando sus mountain-bikes en el baldío
—más allá del aparcamiento, diminutos
desde la planta décima—
y esa gota de sangre sobre los cubiertos de plástico.


Jorge Riechmann, de El aprendizaje de lo inesperado. Antología personal
En www.cervantesvirtual.com

sábado, 13 de septiembre de 2008

Seven Chances




Seven Chances (1925), Buster Keaton

Du Fu






CABALLOS TÁRTAROS DE FANG BINGCHAO


Célebres son los caballos de Dayuan.
Delgados, tienen los lomos
puntiagudos y destacados,
y las orejas afiladas,
semejantes a bambúes cortados.
Con los cascos ligeros como el viento,
son relámpagos.
Voladores y briosos,
te llevan a franquear
inauditas distancias en un solo día.
Puedes confiarles sin recelos tu vida.


Du Fu, en Poesía clásica china, Cátedra

Edgar Bayley






ELLA SIEMPRE


quiero decir
puerto espinel
y un río
y catedral reposo
pisadas en la arena
y el rojo puente
el azafrán y el valle

quiero decir
tu juego de púrpura y olvido
y la tenaz viajera sombra
por donde llega la mañana


Edgar Bayley

Jorge Riechmann






FELICES LOS vivos
porque tienen un cuerpo

Felices los muertos
porque no tienen un cuerpo

La herencia ausente
es la que colma el linaje

Felices los encuentros
felices


Jorge Riechmann, de Poema de uno que pasa
www.cervantesvirtual.com

viernes, 5 de septiembre de 2008

The Wire




The Wire, David Simon

Ritmo de Otoño: nº 30



Jackson Pollock, Ritmo de Otoño: nº 30

El Criticón - Baltasar Gracián







Entrada del Mundo


Cauta, si no engañosa, procedió la naturaleza con el hombre al introducirle en este mundo, pues trazó que entrase sin género alguno de conocimiento, para deslumbrar todo reparo; a escuras llega, y aun a ciegas, quien comienza a vivir, sin advertir que vive y sin saber qué es vivir. Críase el niño, y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier niñería le acalla, y con cualquier juguete le contenta. Parece que le introduce en un reino de felicidades, y no es sino un cautiverio de desdichas: que, cuando llega a abrir los ojos del alma, dando en la cuenta de engaño, hállase empeñado sin remedio, vese metido en el lodo de que fue formado: ¿y ya qué puede hacer sino pisarlo, procurando salir de él como mejor pudiere? Persuádome que, si no fuera con este universal ardid, ninguno quisiera entrar en un tan engañoso mundo, y que pocos aceptaran la vida después, si tuviera estas noticias antes.


Baltasar Gracián, El Criticón