sábado, 20 de septiembre de 2008

Diego Doncel - I Soliloquio de la purificación






... Y si ahora todo es azul, y de un rumor
sagrado, y los bosques, los pájaros,
el aire, la tierra entera son una alianza
de claridad, ¿no he de beber yo su fuego,
no he de nutrirme hasta estar a puro
con sus ardientes formas terrenales, darme
salud de savia nueva, que al alzarme
como se alzan sus ramos y sus vuelos
a lo alto de la luz, me fecundaré de trinos,
de lluvias, de sol, de tarde rumorosa?
¿Y no he de limpiar ahora mi vida
en el rocío que viene de los cielos?

Esa será la aventura que ha de vivir
mi corazón y sólo este perderme
en las cosas del mundo
será lo que me redima.
Con renunciar a mí mismo
renunciaré a este miedo que me extravía
el fervor, a esta conciencia herida
que sólo siente vértigos y se enajena,
a esta memoria en la que un oráculo
antiguo cumple su amenaza de señalarme
con el destino cruel del mal sagrado.
Que sólo el salir de mí me quitará esta culpa
y seré bendecido, al ignorarme todo,
por este incendio de amor.
Yo vaciaré mi alma para que al fin los seres
puedan habitarme, y seré tan humilde
como una cosa humilde que sólo da piedad.
En la noche calmaré mis sentidos
con la bebida profunda del silencio,
con los misterios celestes de lo desconocido,
mientras fuera de mí la jara brilla
y los luceros huelen a lluvias y a lavandas,
y el azul de la una cultiva
mis adentros.

Oh, sí, en la noche calmaré mis sentidos
y me veré salvado al fin
de todo dolor y toda mi conciencia
y no tendré más sustancia que esta luz derramada
desde lo alto del cielo, que estas flores
sin nombre perfumando los campos,
que este frágil delirio en el tiempo eterno
del olivo, que este sueño de riberas del arroyo
que tanto llena el alma de rumores
iguales a la vida.

Sólo ésta será la realidad,
sólo éste mi sueño: ser como la brisa,
que vaga sin destino, tan inocente y pura,
y no sentir cómo el tiempo
va llenando de polvo el corazón
en honda soledad y sin belleza,
y saber, pese a todo,
que en estos árboles, que en esta agua,
que en estos bancales cubiertos
por la hierba, la vida encuentra paz
entre los vivos y todo queda aceptado
hasta la muerte.


Diego Doncel, de Una sombra que pasa

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Paseando por la red, buscando algún poema en la red de Diego Doncel, he topado con tu Blog. Veo que es tú única entrada. Un poema lleno de buenas intenciones, parece una poética. De ahí al Tao solo media Fernando Pessoa. Me gusta Diego, a veces. Esta vez parece que no se ha puesto demasiado expléndido. Si quieres volar un poco más alto te recomiendo a Antonio Colinas, sus últimas tres entregas son muy buenas.
Me ha impresionado Carlos Marzal, sobre todo su poema Saber de Perro. Están en Textos Sagrados, de Tusquest. Salud, y buen viaje.

Durandarte dijo...

Gracias, Anónimo, por tu comentario.
Diego Doncel fue un descubrimiento relativamente reciente, y "Una sombra que pasa", me pareció un buen libro.

No he leído aún "Desiertos de la luz", pero aunque sólo fuera por el poema que abre el libro, valdría la pena hacerse con "Tiempo y abismo".

En cuanto a Carlos Marzal, su voz ha encontrado el lugar de la celebración y allí se mueve como pocos.

Saludos.