domingo, 13 de julio de 2014

José-Miguel Ullán - Uña y carne. (Epílogo para un blog)



   
   
  
Cómo no repetirse
en exceso
                –entre el hosco melindre
y el desconsuelo:

                           La pereza
                                           del ala
                           te guarde.



José-Miguel Ullán, Ardicia, Cátedra, 1994




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P. S.: Hasta aquí este blog. Gracias a todos los que se acercaron durante estos años. Sobre comienzos y finales, ni un línea más que la del verso de T. S. Eliot: "The end is where we start from".


domingo, 29 de junio de 2014

Virgilio - Eneida


 
  
     

Te diré las señales, tú tenlas guardadas en tu memoria:
cuando, angustiado, junto a las aguas de un río escondido
encuentres bajo las encinas de la orilla una enorme cerda
blanca echada en el suelo, recién parida de treinta
cabezas, con las blancas crías en torno a sus ubres,
éste será el lugar de tu ciudad, éste el seguro descanso de tus fatigas.


Virgilio, Eneida, III, 373-395, Antología de la literatura latina, Alianza, 1996

domingo, 8 de junio de 2014

Antonio Colinas - Noche más allá de la noche



 
 

                                   X

Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
que en el norte de Hispania alguien manda grabar
en piedra un verso suyo esperando la muerte.
Este es un legionario que, en un alba nevada,
ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
a cuerno requemado, a humeantes escorias
de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros.
Un silencio más blando que la nieve, el aliento
helado de las bocas de los caballos muertos,
caen sobre su esqueleto como petrificado.
Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes
a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
contra este amanecer de hogueras y de lobos.
En la villa de Cumas un aroma de azahar
madurará en la boca de una noche azulada
y mis seres queridos pisarán ya la yerba
segada o nadarán en playas con estrellas.
Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
en brazos de la muerte la vida que soñaron.
No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
gotear en la nieve mi sangre enamorada.
Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.


Antono Colinas, El río de sombra. Treinta años de poesía, 1967-1997, Visor, 1999


jueves, 29 de mayo de 2014

Jules Renard - Diario



 
 
 
29 de noviembre 1890. 
Pero no habría que dejar pasar la estación en que uno cree en la literatura: es una estación breve.

11 de julio 1894.
¿Qué hace el pájaro en la tormenta? No se aferra a la rama: sigue la tormenta.

2 de junio 1899.
No se trata de ser el primero, sino el único.

9 de octubre 1900.
Tormenta. Temo al rayo inteligente.

17 de octubre 1902.
Es una cuestión de limpieza: hay que cambiar de opinión como de camisa.


Jules Renard, Diario (1887-1910), trad. Ignacio Vidal-Folch, Debolsillo, 2014

domingo, 18 de mayo de 2014

Robert Frost - Fuego y hielo


    
     
      
     
El mundo acabará, dicen, presa del fuego;
otros afirman que vencerá el hielo.
Por lo que yo sé acerca del deseo,
doy la razón a los que hablan de fuego.
Mas si el mundo tuviera que sucumbir dos veces,
pienso que sé bastante sobre el odio
para afirmar que la ruina sería
quizás tan grande,
y bastaría.



Robert Frost, en http://www.ciudadseva.com

sábado, 10 de mayo de 2014

No me echéis de la tierra






No me echéis de la tierra
sobre su hermosa frente,
que hoy se departe
de su casa y de su gente.

No me echéis de la tierra
sobre sus ojos pintados.
Se van los novios chiquitos,
no crían sus deseados.


Cantar sefardí (endecha), Lírica española de tipo popular, Cátedra, 1990

jueves, 1 de mayo de 2014

Juan Benet - Volverás a Región


  
    
   
   
    Es cierto, el viajero que saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real –porque el moderno dejó de serlo– se ve obligado a atravesar un pequeño y elevado desierto que parece interminable.
    Un momento u otro conocerá el desaliento al sentir que cada paso hacia delante no hace sino alejarlo un poco más de aquellas desconocidas montañas. Y un día tendrá que abandonar el propósito y demorar aquella remota decisión de escalar su cima más alta, ese pico calizo con forma de mascarilla que conserva imperturbable su leyenda romántica y su penacho de ventisca. O bien –tranquilo, sin desesperación, invadido de una suerte de indiferencia que no deja lugar a reproches– dejará transcurrir su último atardecer, tumbado en la arena de cara al crepúsculo, contemplando cómo en el cielo desnudo esos hermosos, extraños y negros pájaros que han de acabar con él, evolucionaban en altos círculos.


Juan Benet, Volverás a Región, Ediciones Destino, 2001

domingo, 27 de abril de 2014

Antonio Méndez Rubio - Va verdad


 

 

XXIII



Su claridad de conciencia
no viene del cielo como tal
cielo.
            Por otra parte,
ya se ha hecho de día.
Se confunden los destellos. Y
mi idea es que se deje
muy pronto de saber
lo que aún no se sabe
decir.


Antonio Méndez Rubio, Va verdad, Vaso Roto, 2013

domingo, 20 de abril de 2014

La vida de Adèle (2013)


La vida de Adèle (2013),  Dir.: Abdejatiff  Kechiche. Int.: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux
 

domingo, 13 de abril de 2014

María Zambrano - Claros del bosque


    
   
    
   
Claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos.

María Zambrano, Claros del bosque, Seix Barral, 1986

sábado, 29 de marzo de 2014

Franz Kafka - El deseo de ser piel roja




  

Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.


Franz Kafka

domingo, 23 de marzo de 2014

Pere Gimferrer - Canto






El mar dobla la capa de Teseo
sobre su espejo cóncavo. ¿Qué luz
punza mis ojos, varetazo, daga
de bronce líquido? Aves nos hablan, aves
no de este mundo. Oh, golpead mis pómulos
con la miel de esta luz, tendón, escafandra
o gas en mis pulmones, inhalando
y exhalando, como un águila partida
en dos mitades. Vivo, vivo estoy
como un águila, dioses. ¿Seré uno
o dos para vosotros? No pensaba
hallarme aquí, en la gruta donde velan
minotauros de yeso. Viento, acucia
tus carnes en Trieste, y lean los míos
sobre la esfera verde de sus ojos
que me he perdido en Creta.


Pere Gimferrer, Arde el mar, el vendaval, la luz, Cículo de Lectores, 1992

domingo, 9 de marzo de 2014

Antonio Méndez Rubio - Infierno


    

   
 
A mi espalda
el ladrar de unos perros
que a nada
se parece.

                            Noche.
Negrura es la otra cara
de la luz en los signos
que me leen: No tengo
ningún derecho a retirarme
del infierno –replicó
Trakl.

                      La mirada
se pierde. Brota.
 
                            Quiero
que esto termine. Oír
sonar la sorda destrucción
de lo posible.
Despertar al secreto
del silencio.


Antonio Méndez Rubio, Todo en el aire, Editora Regional de Extremadura, 2008

martes, 4 de marzo de 2014

José Garcia Villa - Si, la, sabiduría, no, puede, contar


     
   
     
   
Si, la, sabiduría, no, puede, contar,
los, pétalos, de, una, serpiente,
todavía, puede, romper, su, espinazo.




If, wisdom,can not count,
The,petals,of,a,snake,
Yet,wisdom,can,
Its,backbone,break.


José Garcia  Villa, Un monje azul come pasas rosas, trad. Jannine Montauan y Eduardo Chirinos, Visor, 2013

miércoles, 26 de febrero de 2014

Hesíodo - Trabajos y días

        
   
    
      
     
Otra tercera estirpe de hombres de voz articulada creó Zeus padre, de bronce, en nada semejante a la de plata, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa. Sólo les interesaban las luctuosas obras de Ares  y los actos de soberbia; no comían pan y en cambio tenían un aguerrido corazón de metal. (Eran terribles; una gran fuerza y unas manos invencibles nacían de sus hombros sobre robustos miembros.) De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y con bronce trabajaban; no existía el negro hierro. También éstos, víctimas de sus propias manos, marcharon a la vasta mansión del cruento Hades, en el anonimato. Se apoderó de ellos la negra muerte aunque eran tremendos, y dejaron la brillante luz del sol.

Hesíodo, Obras y fragmentos, trad. Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez, Editorial Gredos, 2000

domingo, 16 de febrero de 2014

James Merrill - Perdido en la traducción (fragmento)


 
    
   
  
(...)

¿Estás perdida? ¿Enterrada? ¿Falta una pieza?

Pero nada se pierde. O quizá todo sea traducción
y cada parte de nosotros se pierde en ella
(o se encuentra –en ocasiones deambulo por la ruina que es S,
sorprendido de su serenidad–)
y en esa pérdida un árbol se oculta a sí mismo,
adquiere el color del contexto, imperceptiblemente
luchando contra su ángel, y transforma lo perdido
en sombra y fibra, leche y memoria.





(...)

Lost, is, it, buried? One more missing piece?

But nothing's lost. Or else: all is translation
And every bit of us is lost in it
(Or found –I wander through the ruin of S
Now and then, wondering at the peacefulness)
And in that loss a self-effacing tree,
Color of context, imperceptibly
Rustling with its angel, turns the waste
To shade and fiber, milk and memory.


James Merrill, Divinas comedias, trad. Jeannette L. Cariond y Andrés Catalán, Vaso Roto, 2013

domingo, 9 de febrero de 2014

Gastón Baquero - Marcel Proust pasea en barca por la bahía de Corinto


    
   
     

A la sombra de la juventud florecida
sentábase todos los días Anaximandro.
Tan viejo estaba el famoso mandrita,
que no despegaba los labios, ni sonreía, ni parecía comprender
la fiesta de aquellas caballeras doradas, de aquellas
risas y picardías de las muchachas más bellas de Corinto.

Fue hacia el final de su vida,
cuando ya decíase la gente a sí misma al verle pasar:
a Anaximandro le quedan, cuando más, tres o cuatro girasoles por deshojar;
fue en aquel pedacito de tiempo que antecede al morirse,
cuando Anaximandro descubrió la solución del enigma del tiempo.

Fue allí en Corinto, junto a la bahía, rodeado de muchachas florecidas.
Le había dado por la inofensiva manía
de protegerse con un quitasol mitad verde mitad azula a la hora del mediodía;
no saludaba a las gentes de su edad, no frecuentaba los sitios de los ancianos,
ni parecía tener en común con los del ágora
otra cosa que senectud y nieve alrededor de las mandíbulas: Anaximandro
se había mudado al tiempo de la juventud florecida,
como quien cambia de país para curarse una dolencia vieja.

Llegaba con el mediodía a la sombra sonora de aquellas muchachas de corinto;
arrastrando los pies, impasible, con su quitasol abierto, y sentábase calladito,
sentábase en medio de ellas a oír sus gorjeos, a observar la delicada geometría de aquellas rodillas color de trigo, a atisbar alguna fugitiva paloma de rosado plumaje,
volando bajo el puente de los hombros.
                                                    Nada decía el viejo Anaximandro
ni nada parecía conmover bajo su quitasol, sintiendo el tiempo pasar entre las dulces muchachas de Corinto, el tiempo hecho de finísima lluvia
de alfileres de oro, de resplandor de cerezas mojadas,
el tiempo fluyendo en torno a los tobillos de las florecidas palomas de Corinto,
el tiempo que en otros sitios acerca a los labios del hombre una copa de irrechazable veneno,
ofrecía allí el néctar de tan especial ambrosía,
como si él, el tiempo, también quisiese vivir, y hacerse persona, y deleitarse
en el raso de una piel o en el rayo de una pupila entre verde y azul.
                                                      Silencioso Anaximandro
como un cisne navegaba cada día entre las nubes de la belleza, y permanecía;
estaba allí, dentro y fuera del tiempo, paladeando lentos sorbitos de eternidad, con el ronroneo del gato junto a la estufa. Al atardecer volvía a su casa,
y pasaba la noche dedicado a escribir pequeños poemas para
las rumorosas palomas de Corinto.

Los otros sabios de la ciudad murmuraban sin descanso.
Anaximandro había llegado a ser, más que el ritmo de las cosechas, el vaivén de los navíos,
el tema predilecto de los aburridos conciliábulos:
                                                         -"Siempre os dije,
oh ancianos de Corinto, afirmaba el viejo enemigo Pródico, que éste no era un sabio verdadero ni siquiera un hombre medianamente formal. ¿Su obra?
Todo copiado. Todo repetido. Pero vacío por dentro. Vacío como un tonel de vino cuando los hijos de Tebas vienen a saborear la luz de los viñedos de Corinto".
Anaximandro cruzaba impasible las calles de la ciudad, rumbo a la bahía.
Llevaba abierta su sombrilla azul, y cazaba al vuelo los rumores de cuanto ocurría:
un día tras otro se iba hacia los sótanos del tiempo algún profundo anciano.
Los sabios eran talados, día a día, por las mensajeras de Proserpina, y sólo sus cenizas pasaban, rumbo al mar, entre las aguas cubiertas de violetas que es el mar de Corinto.

Todos se iban, y Anaximandro seguía allí, rodeado de muchachas, sentado bajo el sol.
Un pliegue de la túnica de Atalanta, la garganta de Aglaé,
cuando Aglaé lanzaba hacia el cielo su himno para imitar las melodías del ruiseñor,
una sonrisa de Anadiomena, eran todo el alimento que Anaximandro requería: y estaba allí, seguía allí, cuando todo a su alrededor se había evaporado.

       Un día, allá, desde lo lejos,
se vio dibujarse una pequeña barca en el transhorizonte de la bahía de Corinto.
Venía en ella, remando con fatigada tenacidad un asmático, un hombrecito:
cubría su cabeza un sombrero de paja, un blanco sombrero de paja encintado de rojo. Desde su confín
el hombrecito miraba hacia el corazón de la bahía, y descubría a lo muy lejos
una sombrilla azul, un redondelito aureolado como el sol. Hacia allí bogaba.
Tercon, tenaz, tarareando una cancioncilla, el hombrecillo de manos enguantadas
remaba sin cesar. Anaximandro comenzó a sonreír. La barca, inmóvil en medio de la bahía,
vencía también el tiempo. Despaciosamente el blanco sombrero
de paja anunció que el hombre regresaba.

                                                           Esa noche, poco antes de irse a dormir,
Marcel Proust gritaba exaltado desde su habitación:
"Madre, tráigame más papel, traiga todo el papel que pueda.
Voy a comenzar un nuevo capítulo de mi obra.
Voy a titularlo: "A la sombra de las muchachas en flor".


Gastón Baquero, Poesía completa, Editorial Verbum, 2013 












                                                     


domingo, 2 de febrero de 2014

Vida de Jaufré Rudel


 

    
      
Jaufré Rudel de Blaia fue muy gentil hombre, príncipe de Blaia. Y se enamoró de la condesa de Trípoli, sin verla, por el bien que oyó decir de ella a los peregrinos que volvían de Antioquía. E hizo de ella muchos versos con buen son y pobres palabras. Y deseando verla se cruzó y se embarcó, y cayó enfermo en la nave y fue conducido a Trípoli, a un albergue, (dado) por muerto. Ello se hizo saber a la condesa, y fue a él, a su lecho, y lo tomó entre sus brazos. Y cuando él supo que era la condesa, al punto recobró el oído y el aliento, y alabó a Dios porque le había mantenido con vida hasta verla; y así murió entre sus brazos. Y ella lo hizo enterrar con gran dolor en la casa del Temple; y después, aquel mismo día, se hizo monja por el dolor que tuvo por la muerte de él.

Los trovadores. Historia literaria y textos,  Martín de Riquer, Ariel, 1989

domingo, 26 de enero de 2014

Diario de a bordo - Cristóbal Colón


     
      
      
       
Martes 9 de octubre.– (...) Toda la noche oyeron pasar pájaros.


Diario de a bordo del primer viaje de Cristóbal Colón

miércoles, 15 de enero de 2014

Balada de Mulan - Anónimo, siglo VI







Tsi-tsi, tsi-tsi...
Está tejiendo Mulan
junto a la puerta.
De pronto cesa el telar,
y se oye un suspiro.
–¿Qué estás pensando, hija?
¿Qué es lo que te preocupa?
–Nada, padre, casi nada...
Es que ayer vi un edicto del Gran Khan
sobre el inicio del reclutamiento.
La lista viene en doce libros,
y en todos encuentro su nombre.
Usted no tiene hijo varón,
ni yo ningún hermano mayor.
Así que quería montar a caballo
y reemplazarle para ir a la guerra.

Compra Mulan un caballo fuerte
en el mercado del este,
una montura en el del oeste,
un freno en el del sur,
y un látigo en el del norte.
A la mañana siguiente,
se despide del padre y la madre.
Por la noche, se detiene
a la orilla del río Amarillo.
Ya no oye la afectuosa voz de sus padres,
sino furiosos rugidos de las olas.
De madrugada, otra vez parte
para pecnoctar en el Monte Negro.
Tampoco oye a sus cariñosos padres,
sino sólo los agudos relinchos
de los caballos del Monte Tártaro.
Presurosa marcha al campo de batalla,
y deja atrás varias fortalezas.
El gélido aire trae el duro son
de los gongs de los veladores.
Las corazas, bajo un sol lánguido,
despiden un frígido brillo.

Tras cien combates muere el general,
y al cabo de diez años regresa la guerrera.
La recibe el monarca
en la sala de Audiencia.
La asciende al grado más alto
y le concede miles de onzas de oro.
Le pregunta qué piensa hacer.
Mulan le dice que no quiere ser
ni mandarín ni funcionario.
Sólo pide un camello
para volver a casa.

Recibida la noticia,
sus padres, ya muy ancianos,
apoyados uno en el otro,
van a la entrada del pueblo a su encuentro.
Recibida la noticia,
su hermana se adorna ante la ventana.
Recibida la noticia,
su hermanito afila la cuchilla
para matar cordero y cerdo.

Mulan abre la puerta del pabellón este.
Sentada en el lecho del pabellón oeste,
se quita la ropa de combate
y se pone la de doncella.
Junto a la ventana, ante el tocador,
se peina y se maquilla.
Sale a ver a sus compañeros,
que se quedan con la boca abierta.
"Luchando doce años codo con codo,
nunca supimos que era una muchacha".

Cuando corren por el campo
una pareja de liebres,
¿quién podrá distinguir
entre el macho y la hembra?


Balada de Mulan, anónimo (siglo VI, finales de la dinastíadel Norte), Poesía clásica china, edición de Guojian Chen, Cátedra, 2002

martes, 7 de enero de 2014

Píndaro - Pítica VIII

               
  
    
    
  
¡Seres de un día! ¿Qué es cada uno? ¿Qué no es?
El hombre es  el sueño de una sombra.
Mas cuando llega el don divino de la gloria,
se posa sobre los hombres un luminoso resplandor y una existencia grata.
(...)

Píndaro, Pítica VIII, Obra completa, ed. Emirio Suárez de la Torre, Cátedra, 2000

lunes, 6 de enero de 2014

Elias Canetti - Libro de los muertos

     
    
   
      
    
28 de noviembre de 1983

Entonces descubrieron al escarabajo que estaba muerto y vivo al mismo tiempo.


Elias Canetti, Libro de los muertos, Galaxia Gutenberg, 2010