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sábado, 4 de julio de 2009

Horacio






Tú te preocupas de cuál es el régimen que conviene a la ciudad y temes preguntándote angustiado qué preparativos hacen contra la Urbe los seres y Bactra, donde reinó Ciro, y el querelloso Tánais.
El dios providente del tiempo futuro oculta el desenlace bajo una noche de tinieblas, y ríe si el mortal se inquieta por lo que está más allá de su alcance.
Lo que tienes frente a ti, no te olvides de ponerlo en orden convenientemente; lo demás es arrastrado por medio de su cauce rumbo al mar Etrusco, ora va arrastrando conjuntamente piedras desprendidas, troncos arrancados y ganado y casas, no sin el fragor de los montes y del bosque cercano, cuando la violenta crecida remueve la quietud de sus aguas.
Dueño de sí mismo y satisfecho vivirá aquél que puede decir día tras día: "He vivido; mañana puede el Padre cubrir el firmamento con una negra nube o con el resplandor del sol; no podrá, sin embargo, anular lo que es del pasado, ni transformará o volvera a deshacer lo que una vez nos trajo la hora fugaz."

Ovidio, Odas III, 29
Traducción de Vicente Cristóbal López, Alianza Editorial

sábado, 23 de febrero de 2008

Horacio





Se han ido las nieves, vuelve ya el césped a las llanuras y a los árboles sus cabelleras de hojas; cambia la tierra de aspecto y, decreciendo los ríos, dejan secas sus riberas; una de las Gracias, con las Ninfas y sus dos hermanas, se atreve a dirigir desnuda las danzas.
No esperes la inmortalidad: tal es el aviso del año y de la hora que arrebata al nutricio día.
Los fríos se templan al soplo de los Zéfiros, a la primavera la arrolla el verano, que habrá de sucumbir, a su vez, tan pronto como el pomífero otoño haya derramado sus frutos, y viene corriendo más tarde de nuevo el invierno inactivo. Aunque las rápidas lunas reparan sus menguas en el cielo, nosotros, cuando descendemos allí donde moran el padre Eneas, donde el rico Tulo y Anco, somos polvo y sombra.
¿Quién sabe si los dioses de arriba añadirán el día de mañana a la suma de hoy? Todo lo que hayas concedido a tu propio capricho en calidad de amigo, escapará a las manos avarientas de tu heredero.
Tan pronto como hayas muerto y haya Minos pronunciado sobre ti su veredicto sonoro, no te devolverá a la vida, Torcuato, ni linaje ni elocuencia ni piedad; pues tampoco Diana puede librar al casto Hipólito de las tinieblas infernales, ni tiene fuerza Teseo para romper las cadenas del Leteo que sujetan a su amigo Pirítoo.


Horacio, Odas IV, 7