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domingo, 13 de abril de 2014

María Zambrano - Claros del bosque


    
   
    
   
Claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos.

María Zambrano, Claros del bosque, Seix Barral, 1986

lunes, 9 de diciembre de 2013

Victoria Cirlot - Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa medieval



  
   
    
Una bofetada en forma de palabra, como emblema que condensa la decisión de Erec ante el suceso imprevisto que repentinamente pone en crisis sus identidad. En medio de la más completa dicha el mundo se derrumba ante sus pies. Una bofetada en forma de palabra, como los latigazos del enano felón al principio del relato, despierta a Erec de su sueño: la realidad se ha transformado, es diferente a lo que él creía; todo lo que ha hecho hasta el momento, no sirve; es necesario ponerse de nuevo en movimiento. La veloz comprensión de lo que ha ocurrido impulsa a Erec a una también rápida determinación, a una respuesta al ataque recibido, que no puede ser otra más que la acción, lo que en la novela artúrica se simboliza a través de la salida de la corte, y por tanto del lugar de la civilización y de la colectividad, y del internamiento en el bosque, el lugar de la soledad, del riesgo y del peligro, esto es, el lugar de la aventura.

Victoria Cirlot, Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa medieval, Siruela, 2007

domingo, 14 de agosto de 2011

El triunfo de la muerte - Brueghel - Ensayos - Montaigne



El triunfo de la muerte, Pieter Brueghel el Viejo



(...) Pero aún hay más. La propia naturaleza nos da la mano para animarnos. Cuando se trata de una muerte rápida y violenta, nos falta tiempo para temerla; si es más larga, advierto que a medida que avanza la enfermedad, desdeño más la vida. Encuentro que esta clase de pensamientos deben tenerse cuando nos sentimos llenos de salud, mejor que cuando nos domina la fiebre. Puesto que así veo la muerte con menos horror, y espero que cuanto más viejo sea, más me resignaré a no disfrutar de la vida, haciéndome la correspondiente composición de lugar. En muchas circunstancias he tenido ocasión de experimentar la dicho por César, cuando afirmaba que las cosas nos parecen más grandes de lejos que de cerca y, por tanto, en plena salud, he tenido más miedo a las enfermedades pensando en ellas que sufriéndolas. La alegría que me domina, el placer y la salud, me muestran lo contrario tan desproporcionado, que mi fantasía multiplica por lo menos el mal, el cual encuentro cosa más grave cuando me siento malo que cuando lo tengo sobre mis espaldas.

Michel de Montaigne, Ensayos, Edaf

sábado, 6 de noviembre de 2010

Félix de Azúa - Autobiografía sin vida






Lo que es indudable es que en algún momento los humanos necesitaron (¿necesitamos?, ¿seguimos siendo humanos como ellos o hemos dejado ya atrás aquella tan particularmente frágil condición?), y por lo tanto produjeron imágenes. ¿Por qué en aquel momento y no diez mil años antes? ¿Con qué finalidad? Ninguna hipótesis hasta ahora resiste el análisis. Sólo podemos aventurar que que las imágenes nacieron (y nacieron perfectas) cuando los humanos sintieron la irresistible necesidad de ver hacia fuera, de manera que se convirtieron en "el punto de vista", el lugar orográfico desde donde "se ve". Creo inseparable la súbita presencia de imágenes y la distinción entre "lo de dentro" y "lo de fuera". De un solo golpe, los humanos se separaron del mundo e hicieron del mundo un espectáculo que ellos contemplaban desde la butaca de sus ojos. Nuestros abuelos decidieron ser el ojo del cosmos y la visión quedó para siempre separada de todo cuanto podamos ver.

Félix de Azúa, de Autobiografía sin vida, Mondadori, 2010

viernes, 4 de septiembre de 2009

José Antonio Marina - Anatomía del miedo







(...) En muchas ocasiones he afirmado que nuestra búsqueda de la felicidad es con frecuencia desgarradora, porque estamos movidos por dos deseos contradictorios: el bienestar y la superación. Necesitamos estar cómodos y necesitamos crear algo de lo que nos sintamos orgullosos, y por lo que nos sintamos reconocidos. Una actividad que dé un sentido a nuestra existencia, por muy ilusorio que sea ese sentido. Tenemos, pues, que armonizar anhelos contradictorios. Necesitamos construir la casa y descansar en ella. Necesitamos estar refugiados en puerto y navegando. Ahora puedo completar la descripción. Aspiramos a huir de la angustia y a enfrentarnos a ella. La búsqueda obsesiva del bienestar fomenta el miedo, nos convierte a todos en sumisos animales domésticos, y la sumisión es la solución confortable -y por eso amnésica- del temor. La valentía, en cambio, nos libera, pero -molesta contrapartida- nos hace perder parte del bienestar. Hace despertar en el gatito modorro al felino que vive, sin duda, menos cómodo, sin calefacción, sin cestito, sin comida puesta, y sin arrumacos. Nos lanza al descampado, que es el territorio de la libertad y de la creación.


José Antonio Marina, Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía, Anagrama

sábado, 24 de enero de 2009

Michel de Montaigne - Ensayos






Las dificultades con que tropiezo cuando leo las dejo a un lado, no me muerdo las uñas resolviéndolas cuando he insistido una o dos veces.
Si me detengo, me pierdo y desaprovecho el tiempo inútilmente, pues mi espíritu es de tal índole que lo que no ve en principio se lo explica menos obstinándose. Soy incapaz de hacer nada mal por mí ni que suponga un esfuerzo; la continuación de una misma tarea, lo mismo que el recogimiento excesivo, aturden mi juicio, lo entristecen y lo cansan; mi vista se trastorna y se disipa, de suerte que tengo que apartarla y volverla a fijar repetidas veces, de la misma manera que para advertir el brillo de la escarlata se nos recomienda pasar la mirada por encima de diversas direcciones e insistentes veces.
Cuando un libro me aburre, busco otro, y sólo me consagro a la lectura cuando el fastidio que me domina si no hago nada comienza a invadirme. Apenas leo los nuevos porque los antiguos me parecen más sólidos y sustanciosos; ni los escritos en lengua griega, porque mi espíritu no puede sacar partido del pobre conocimiento de mi griego.

Michel de Montaigne, Ensayos
EDAF, traducción de Enrique Azcoaga

jueves, 6 de diciembre de 2007

Michel de Montaigne - Ensayos



Yo no he llegado aún a ese vigor desdeñoso que se fortifica en sí mismo, al cual nada ayuda ni turba; me encuentro un poco más bajo. Y lo que pretendo es agazaparme y apartarme de este paso no tanto por temor como por arte. A mi ver, no es esta ocasión de un solo personaje. ¿Por qué? Porque en este momento acaba todo el interés que uno siente por la reputación. Yo me conformo con una muerte recogida en sí misma, sosegada y solitaria, cabalmente mía, que concuerda con mi vida retirada y apartada. Lo contrario de lo que pretendía la superstición romana, al considerar desdichado a quien moría sin hablar y sin tener a su lado a parientes y amigos que le cerraran los ojos. Ya tengo bastante con consolarme, sin necesidad de procurar consuelo a los demás; demasiadas ideas asaltan mi cabeza sin que a mi alrededor las encuentre, y demasiadas cosas tengo en qué pensar para pedir otras prestadas. Este tránsito no es cosa de la sociedad; es el acto de un solo personaje. Vivamos y riamos entre los nuestros; vayamos a morir y a rechinar junto a los desconocidos. Pagándolo, encontraréis quien os vuelva la cabeza y quien os frote los pies, quien os apriete como queráis, mostrándoos un semblante indiferente y dejándoos que os gobernéis o quejéis a vuestro modo.


Michel de Montaigne, Ensayos