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Las dificultades con que tropiezo cuando leo las dejo a un lado, no me muerdo las uñas resolviéndolas cuando he insistido una o dos veces.Si me detengo, me pierdo y desaprovecho el tiempo inútilmente, pues mi espíritu es de tal índole que lo que no ve en principio se lo explica menos obstinándose. Soy incapaz de hacer nada mal por mí ni que suponga un esfuerzo; la continuación de una misma tarea, lo mismo que el recogimiento excesivo, aturden mi juicio, lo entristecen y lo cansan; mi vista se trastorna y se disipa, de suerte que tengo que apartarla y volverla a fijar repetidas veces, de la misma manera que para advertir el brillo de la escarlata se nos recomienda pasar la mirada por encima de diversas direcciones e insistentes veces.Cuando un libro me aburre, busco otro, y sólo me consagro a la lectura cuando el fastidio que me domina si no hago nada comienza a invadirme. Apenas leo los nuevos porque los antiguos me parecen más sólidos y sustanciosos; ni los escritos en lengua griega, porque mi espíritu no puede sacar partido del pobre conocimiento de mi griego.Michel de Montaigne, EnsayosEDAF, traducción de Enrique Azcoaga
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