domingo, 28 de diciembre de 2008

Carlos Edmundo de Ory






Dios dio órdenes terminantes de que le dejaran tranquilo
Estaba inventando los ojos de gato

(Amiens, 23 de junio 1972)


---------------------


EL MAGO SIMPLE

Oh soy un mago muy simple
De día dimano diamantes
y de noche chupo estrellas
Saco joyas del vacío
No tengo magia negral
Amo el arroz y en lo blanco
fundo todo mi viaje
Voy por las calles tan tangible
Los niños me toquetean
Que no soy nube tengo pelos
huesos manos y mirada
Ligero voy como el humo
y mi poesía es astrolabio
Vienen a mí los gatos y pájaros
El sueño y el viento son mis libros
No telefoneo a los ángeles
telefoneo a las muchachas
No me engrío de mí tan sólo
sé que soy un mago simplicissimus

(Amiens, 31 de octubre 1972)


Carlos Edmundo de Ory, de Cabaña
Ediciones Hiperión

Leçons ténèbres - F. Couperin



3 Leçons ténèbres para voces solistas, François Couperin

Sherlock Holmes - Área de sus conocimientos






1. Literatura. Cero

2. Filosofía. Cero

3. Astronomía. Cero

4. Política. Ligeros

5. Botánica. Desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general. Ignora todo lo referente al cultivo práctico.

6. Geología. Conocimientos prácticos, pero limitados. Distingue de un golpe de vista la clase de tierras. Después de sus paseos me ha mostrado las salpicaduras que había en sus pantalones, indicándome, por su color y consistencias, en qué parte de Londres le habían saltado.

7. Química. Exactos, pero no sistemáticos.

8. Anatomía. Profundos.

9. Literatura sensacionalista. Inmensos. Parece conocer con todo detalle todos los crímenes perpetrados en un siglo.

10. Toca el violín.

11. Experto boxeador y esgrimista de palo y espada.

12. Posee conocimientos prácticos de las leyes de Inglaterra.


Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata

domingo, 21 de diciembre de 2008

Ada Salas






(Excavación primera)


Llegaron los cruzados.
Miraron
desde lejos
el sepulcro.
Vieron a otros cruzados
-cegados por el sol-
mirando desde lejos el sepulcro.
Un cansancio de siglos subió desde la tierra
y pensaron volver. Pero el sepulcro
dijo: "Veníos
hasta mí".

Y allí -donde no había
ni un hueso que adorar-
bajaron desde todas las colinas

y cayeron
comidos por el hambre de la hiena.


(Excavación segunda)


Es éste el testamento de los dioses: el eco
de unas huellas -salpicadas
de sangre-
abandonando el templo.
Escucha estas palabras porque nunca
en mi boca
habrán de repetirse: es el fósil
de un ángel
eso que se parece a una promesa.


Ada Salas, de Esto no es el silencio, Hiperión

La condesa de Día - Vida





La comtessa de Día si fo moiller d'En Guillem de Peitieus, bella domna e bona. Et enamoret se d'En Rambaut d'Aurenga, e fez de lui mantas bonas cansos.




La condesa de Día fue mujer de Guilhem de Peitieu, dama bella y buena. Se enamoró de Raimbaut de Aurenga e hizo sobre él muchas buenas canciones.



Poesía de Trovadores, Trouvères y Minnesinger, Carlos Alvar




Poemas a Lou - Guillaume Apollinaire






Llegó el invierno y ya he vuelto a ver los brotesCursiva
En las higueras los cercados Amor nosotros vamos
Hacia la paz esta primavera de guerra en la que estamos
Estamos bien Aquí escucha el grito de los hombres
Un marino japonés se rasca el ojo izquierdo con el pulgar del pie derecho
Por el camino del exilio vienen los hijos de reyes
Mi corazón grita alrededor de ti como un kolo donde
bailan jóvenes soldados serbios junto a una virgen dormida
El infante rubio da caza a sus ladillas bajo la lluvia
Un belga que se ha internado en los Países Bajos lee un periódico en el que hablan de mí
En el dique una reina observa espantada el campo de batalla
El enfermero cierra los ojos ante la horrible herida
El campanero ve caer el campanario como una pera madura
El capitán inglés cuyo barco naufraga fuma su última pipa de opio
Los hombres gritan Grito cara a la primavera de paz que va a venir
Escucha el grito de los hombres
Pero yo grito cara a ti mi Lou eres mi paz mi primavera
Tú eres mi querida Lou la dicha que yo aguardo
Por ella nuestra dicha me preparo para la muerte
Por ella nuestra dicha sigo confiando en la vida
Por ella nuestra dicha luchan los ejércitos
Apuntamos utilizando un espejo sobre la infantería diezmada
Los obuses pasan como estrellas fugaces
Los prisioneros van en tropas dolientes
Y mi corazón tan sólo late por ti querida
Mi amor mi Lou mi arte y mi artillería

Guillaume Apollinaire, de Zona y otros poemas de la ciudad y del corazón
Traducción: Juan Abeleira, Grijalbo Mondadori

El paciente inglés - Michael Ondaatje






Llevaba meses cuidándolo y conocía el cuerpo bien: el pene, dormido como un hipocampo; las caderas, estrechas y duras. Los huesos de Cristo, pensó. Era su santo desesperado. Yacía boca arriba, sin almohadón, mirando el follaje pintado en el techo, su baldaquín de ramas y, encima, cielo azul.
Le puso tiras de calamina en el pecho, en los puntos en que estaba menos quemado, en que podía tocarlo. Le gustaba la cavidad bajo la última vértebra, su farallón de piel. Al llegar a los hombros, le soplaba aire fresco en el cuello y él murmuraba algo.
¿Qué?, preguntó ella, tras perder la concentración.
Cuando él giró su obscura cara de ojos grises hacia ella, se metió la mano en el bolsillo. Peló la ciruela con los dientes, sacó el hueso y le introdujo la pulpa en la boca.
Él volvió a murmurar y atrajo el atento corazón de la joven enfermera, que estaba a su lado, hasta sus pensamientos, hasta el pozo de recuerdos en el que no había cesado de sumergirse durante los meses anteriores a su muerte.

Michael Ondaatje, El paciente inglés
Plaza & Janés

sábado, 13 de diciembre de 2008

Mark Rothko - Red on Marron

Remando al viento



Remando al viento (1988), Gonzalo Suárez

Alberto Caeiro






También sé hacer conjeturas.
En cada cosa hay aquello que es ella y que la anima.
En la planta está fuera y es una ninfa pequeña.
En el animal es un ser interior lejano.
En el hombre es el alma que vive con él y ya es él.
En los dioses tiene el mismo tamaño
y el mismo volumen que el cuerpo
y es lo mismo que el cuerpo.
Por eso se dice que los dioses nunca mueren.
Por eso los dioses no tienen cuerpo y alma.
Sino sólo cuerpo, y son perfectos.
Sus cuerpos son sus almas
y tienen la conciencia en la propia carne divina.

Alberto Caeiro, de Poemas inconjuntos
El poeta es un fingidor, traducción de Ángel Crespo, Austral

E. E. Cummings






quién eres, pequeño yo

(de cinco o seis años de edad)
que observas desde una alta

ventana: el dorado


ocaso de noviembre

(y qué piensas: que si el día
ha de convertirse en noche

este es un hermoso modo de hacerlo)

E.E. Cummings, en Buffalo Bill ha muerto
Traducción: José Casas, Hiperión


who are you little i

(five or six years old)
peering from some high

window: at the gold


of november sunset

(and feeling: that if day
has to become night

this is a beatiful way)

sábado, 6 de diciembre de 2008

Marcial






XLVII

Las cosas que hacen la vida feliz,
gratísimo Marcial, son éstas:
una fortuna no producida por el trabajo, sino heredada;
un campo no ingrato, un fuego perenne;
nunca un pleito, rara vez la toa, el espíritu sereno;
fuerzas de hombre libro, un cuerpo sano;
una sencillez prudente, amigos de la misma condición;
convites fáciles, una mesa sin artificio;
una noche no ebria, pero libre de preocupaciones;
un lecho no triste y sin embargo púdico;
un sueño que haga fugaces las tinieblas:
querer ser lo que eres y no preferir nada más,
no temer el último día ni desearlo.

Marcial, Epigramas


Los sobornados - Fritz Lang



The big heat (1953), Fritz Lang

El Gatopardo






En una estirpe que durante siglos jamás había sabido ni siquiera sumar sus gastos y restar sus deudas, él era el primero (y el último) que tenía una marcada y genuina inclinación hacia las matemáticas; las había aplicado a la astronomía y le habían valido no poco reconocimiento público y gratísimos placeres privados. Baste decir que, en él, orgullo y análisis matemático se habían confundido hasta el extremo de inducirle a creer que los astros obedecían a sus cálculos (de hecho, parecía que así fuese) y que los dos pequeños planetas que había descubierto (Salina y Svelto: tales eran los nombres que les había dado inspirándose en su feudo y en un perro perdiguero de grata memoria) propagaban la fama de su casa en las áridas regiones situadas entre Marte y Júpiter, y que por tanto los frescos de la mansión habían sido más proféticos que lisonjeros.
Apremiado de una parte por el orgullo y el intelectualismo materno, y de la otra por la sensualidad y la tendencia a la improvisación del padre, el pobre príncipe Fabrizio vivía en perpetuo descontento pese al jupiterino ceño que ostentaba, y lo único que hacía era contemplar la ruina de su clase y de su patrimonio sin emprender actividad alguna ni sentir el menor deseo de hacer algo para remediar la situación.

G. Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo

Mamá - Louise Bourgeois