domingo, 30 de septiembre de 2007

Torso de Apolo arcaico - R.M. Rilke



TORSO DE APOLO ARCAICO

No conocemos la inaudita cabeza
en que maduraron sus pupilas. Pero
el torso arde aún igual que candelabro
donde su vista reducida tan sólo

se mantiene y fulge. Si no no podría
cegarte el curvado pecho, ni en el giro
leve del muslo vagara una sonrisa
hacia aquel centro en que gravitara el sexo.

Si no fuera hermosa esta piedra trunca
bajo la caída clara de los hombros,
no luciera así igual que piel de fiera,

ni irisara desde todos los contornos
como una estrella: pues ahí no hay un punto
que no te vea. Has de cambiar tu vida.

Rainer María Rilke, de Nuevos poemas

Ibn Arabí

LA PAZ, LA SALUD, LA SALVACIÓN

1. Dependencia:

Tienes necesidad de ese nombre para salvaguardar la salud o incolumidad de tu esencia del acontecer de cuanto te vincule con el defecto y, en caso de que tal cosa sobreviniera, para que te libre y preserve de la posibilidad de que perdure y se consolide.

Ibn Arabí, de El secreto de los nombres de Dios

domingo, 23 de septiembre de 2007

Clara Janés - Arcángel de silencio



También bajo la tierra brota amor,
la verme blanca y la mosca azul
que a los huesos cortejan,
dando paso a un gemido
que acuna las raíces.
Y en la sumisa mansedumbre
de despojo la mutación se inicia.
Vosotros, los que mi voz
ajena a vuestra voz considerasteis,
vedla emerger ahora vegetal,
como yo veo la leve niebla
debajo de los párpados cerrados;
ved cómo nace en las madreselvas
el néctar que un día
entregó mi boca al poema
y me torno amoroso silencio
en su perfume.

Clara Janés, de Arcángel de sombra

viernes, 21 de septiembre de 2007

Pepe Isbert



Bienvenido Mr. Marshall (1952), de Luis G.Berlanga




Historias de la radio (1955), de José Luis Sáenz de Heredia

domingo, 16 de septiembre de 2007

sábado, 15 de septiembre de 2007

Doncel de Sigüenza




Sepulcro del doncel Martín Vázquez de Arce. Catedral de Sigüenza.

Paul Celan



En los ríos al norte del futuro
echo la red que tú
indecisa lastras
de sombras escritas
con piedras.


Paul Celan, de Cambio de aliento

sábado, 8 de septiembre de 2007

Laura - Tierney




Laura (1944), de Otto Preminger

Eugénio de Andrade - Sur



SUL


Era verao, havia o muro.
Na praça, a única evidência
eram os pombos, o ardor
da cal. De repente
o silêncio sacudiu as crinas,
correu para o mar.
Pensei: devíamos morrer assim.
Assim: arder no ar.




SUR


Era verano, había el muro.
En la plaza, la única evidencia
eran las palomas, el ardor
de la cal. De pronto
el silencio sacudió sus crines,
corrió hacia el mar.
Pensé: deberíamos morir así.
Así: arder en el aire.


Eugénio de Andrade, de Todo el oro del día




Sophia de Mello Breyner Andresen

V

Allí vimos la vehemencia de lo visible
La aparición total expuesta entera
Y lo que ni siquiera osáramos soñar
Era lo verdadero


Sophia de Mello Breyner Andresen, de Nocturno mediodía

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Gunnar Ekelöf



La prueba del agua

Entonces me dije:
Los únicos poetas que me interesan
son los que llevan cuidadosamente
con manos nerviosas
un cuenco lleno de sangre
en el que ha caído una gota de leche
o un cuenco lleno de leche
en el que ha caído una gota de sangre...
Ahora ya he visto, ahora quiero ver
el firme asimiento de un cuenco lleno hasta los bordes
de agua de manantial


Gunnar Ekelöf, de En otoño

domingo, 2 de septiembre de 2007

Fanny y Alexander




Fanny y Alexander (1982), Ingmar Bergman

Juan-Eduardo Cirlot - Momento



MOMENTO

Mi cuerpo se pasea por una habitación llena de libros y de espadas y con dos cruces góticas;
sobre mi mesa están Art of the European Iron Age y The Age of Plantagenets and Valois,
aparte de un resumen de la Ars Magna de Lulio.

Las fotografías de Bronwyn están en sus carpetas, como tantas otras cosas que guardo (versos, ideas, citas, fotos).

Si ahora fuera a morir, en esta tarde (son las 6) de finales de mayo de 1971, y lo supiera de antemano, no me conmovería mucho, ni siquiera a causa del poema
"La Quête de Bronwyn" que está en imprenta.

En rigor, no creo en la "otra vida", ni en la reencarnación, ni tengo la dicha (menos aún) de creer que se puede renacer hacia atrás, por ejemplo, en el siglo XI.

Sé que me espera la nada, y como la nada es
inexperimentable, me espera algo no sé dónde ni cómo,
posiblemente ser en cualquier existente como ahora soy en
Juan-Eduardo Cirlot.

Mi cuerpo me estorbaría y desearía la muerte –ah, cómo la desearía– si pudiera
creer en que el alma es algo en sí que se puede alejar
e ir hacia los bosques estelares donde el triángulo invertido
de los ojos y boca de Rosemary Forsyth
me lanzaría de nuevo a la tierra de los hombres, porque en
esta vida no he sabido o no he podido
trascender la condición humana, y el amor ha sido mi
elemento,
aunque fuese un amor hecho de nada, para la nada y
donde nunca.

Estoy oyendo Khamma de Debussy, que, sin ser uno de mis
músicos favoritos (éstos son Scriabin, Schönberg y otros)
no deja de ayudarme cuando estoy triste, que es casi siempre.

Mi tristeza proviene de que me acuerdo demasiado de
Roma y de mis campañas con Lúculo, Pompeyo o Sila,
y de que recuerdo también el brillo dorado de mis mallas
doradas en los tiempos románicos,
y proviene de que nunca pude encontrar a Bronwyn
cuando, entonces, en el siglo XI,
regresé de la capital de Brabante y fui a Frisia en su busca.
Pero, pensándolo bien, mi tristeza es anterior a todo esto,
pues cuando fui en Egipto vendedor caballos,
ya era un hombre conocido como "el triste".

Y es que el ángel, en mí, siempre está a punto de rasgar el
velo del cuerpo,
y el ángel que no se rebeló y luchó contra Lucifer, pero
más tarde
cedió a las hijas de los hombres y se hizo hombre,
ese ángel es el peor de los dragones.

Juan-Eduardo Cirlot, de Poesía, 1974