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Intervención en la SorbonaConviene, en todo caso, estudiar filosofíadespués de los cincuenta. Y más, si cabe, edificarmodelos de una sociedad. Antes debemosaprender a cocinar un caldo y a freír, no digo ya pescar,pescado, hacer un café como es debido.De lo contrario, las leyes éticas huelen a cinturón paterno o bien a traduccióndel alemán. Hay que aprender primeroa perder las cosas, más que a adquirirlas,odiarse más que a un tirano,apartar años enteros la mitad de tu exigua pagapara la habitación, y luego razonarsobre la victoria final de la justicia. Que llega siemprecon retraso, por lo menos al cabo de un cuarto de siglo.Conviene estudiar la obra de un filósofo por el tamizde la experiencia, con gafas (que de hecho es lo mismo),cuando las letras se derriten, o cuando una señoraen cueros sobre una sábana arrugada de nuevo os parece una foto o la reproduccióndel cuadro de un pintor. El verdadero amora la sabiduría no pide ser correspondidoy desemboca no en bodaa modo de ladrillo editado en Göttingen,sino en una impasible actitud hacia uno mismo,en el color de la vergüenza, a veces, en una elegía.(Suena el tranvía en algún lugar, los ojos se te pegan,regresan entre coplas los soldados del burdel,llueve - y es lo único que os recuerda a Hegel.)La verdad es que la verdad no existe. Mas ello no os librade toda responsabilidad, sino justo al revés:la ética no es más que el mismo vacío que llena,constantemente casi, la conducta humana;no es más, si les parece, que el propio cosmos.Los dioses no aman la bondad por su cara bonita,Así que, a su vez, también los dioses llenan el vacío.Y con afán tal vez aún más sistemáticoque el nuestro, pues con nosotros más valeno contar. Aunque somos muchos másde lo que nunca fuimos, y no estamos en Grecia:nos pierden las nubes bajas, y la lluvia, como ya se ha dicho.Hay que estudiar filosofía cuando éstano os hace falta. Cuando adivináis yaque los asientos de vuestro comedor y la Vía Lácteaestán relacionados de modo más estrechoque los efectos y las causas, más que vosotros mismoscon vuestros familiares. Que sillas y estrellastienen en común su cualidad de insensibles, su inhumanidad.¡Y esto es algo que une con más fuerza que la propia sangre,y que cópula alguna! Naturalmente, no es buenopretender asemejarse a las cosas. Pero, por otra parte,cuando enfermáis no tenéis por qué curaros, tampoco temblarpor cómo o veáis. Esto es lo que la gente sabedespués de los cincuenta. Y es la razón por la que,al verse en el espejo, mezcla metafísica y estética.Marzo de 1989Joseph Brodsky, en No vendrá el diluvio tras nosotrosTraducción: Ricardo San Vicente, Galaxia Gutenberg
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