sábado, 19 de septiembre de 2009

La montaña mágica - Thomas Mann






Usted se sintió enseguida un poco ardoroso -afirmó el consejero-. Son los venenos solubles creados por los microbios que producen un efecto embriagador sobre el sistema nervioso central, ya me entiende, y por esa razón es por lo que sus mejillas se colorean alegremente. Comenzará por meterse entre sábanas, Castorp. Veremos si algunas semanas de reposo en la cama le "desemborrachan". Todo lo demás llegará a su tiempo. Tomaremos una bella vista de su interior, lo que seguramente le proporcionará el placer de echar un vistazo dentro de su propia persona. Pero prefiero decírselo inmediatamente: un caso como el suyo no se cura de la noche a la mañana, los éxitos de reclamo y las curas de la noche a la mañana no entran en nuestra especialidad. Yo intuí de inmediato que usted tenía muchos más talento para la enfermedad que ese general de brigada, que quiere largarse cada vez que tiene unas décimas de menos.

Thomas Mann, La montaña mágica, Plaza & Janés

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