sábado, 28 de noviembre de 2009

Juan Carlos Mestre - El mensajero de los astros






Dios para los que cantan en el pájaro.
Dios para los que tienen siete labios.

JUAN EDUARDO CIRLOT

Y sin embargo yo, Galileo Galilei, músico con vocación, he oído las moscas de la eternidad alrededor de cuanto aún es posible contar con los dedos. Tengo razones para pensar que el alma es una bola de plomo que oscila en el temor como sombra de un péndulo. Tuve motivos sin haberlos soñado. Imaginé la edad del hexágono, oí su vibración bajo los ojos de Homero. Conozco la fórmula de la nieve, en cada sótano de su geometría he alimentado una lámpara. Yo Galilei, arrodillado antes las estrellas del gorro de Merlín, abjuro de haber cavado en la realidad hasta hallar la mortaja a la novia de las serpientes. Dejo la hipótesis de mis únicos bienes al campesino de las matemáticas. Reniego de los carbones etruscos donde enciende su reino la sonrisa de cuantos permanecieron sordos. He sembrado mi falsedad en el colegio de la muerte. No hay sin embargo que valga. Quede para Guiulia Ammannati di Pescia, mi madre, la voz que maldigo, y el gesto de la torre de Pisa.

Juan Carlos Mestre, La casa roja, Calambur

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Extraño, extraño, pero qué extraordinario poema, es como kla voz de un dios hablandole a las huellas huidas de lo sagrado, que tipo este Juan Carlos Mestre, parece la voz de un extraterrestre que hubiera visitado la TRierra hace dos mil años, un milagro que aviva y despierta la poesía dormida de esta época. Marta.

Durandarte dijo...

Así es, Marta, una de las voces más originales. A veces puede desbordar por la acumulación incesante de imágenes, pero es cierto que cuando acierta, un verso suyo vale por varios poemarios de los que circulan.

Saludos