sábado, 27 de marzo de 2010

Fahrenheit 451






Mientras andaban, Montag fue escrutando un rostro tras de otro.
-No juzgue un libro por su sobrecubierta -dijo alguien.
Y todos rieron silenciosamente, mientras se movían río abajo.




Ray Bradbury, Fahrenheit 451, Plaza & Janés

2 comentarios:

Blanca Andreu dijo...

Me encanta la frase, y también adoro los libros del primer Bradbury. Su volvió con la edad un poco siniestro. Y confuso.
Yo que me bebía sus libros, llegué de pronto a uno sobre una feria oscura que era un horror, y dejé de seguirlo. Era un libro más negro que las tumbas de Atuam.

Un día lo vi en el Escorial,a Bradbury. Estábamos los dos en un bolo de la UIMP. Era un tipo que no se correspondía en absoluto con la imagen que me había forjado de él.

Vi la contraportada:
era gordo como un pastelero de cuento, rubicundo y colorado hasta llegar al color cigala, con pelo de un blanco inmaculado a lo Gepeto.

Y tenía los ojos azules. Sí, azules y pequeños. Muy brillantes y azules tras una gafas que revoloteaban sobre su nariz. Hasta me atrevería a decir que traviesos.

Iba vestido como un panadero, aunque sus pantalones eran muy cortos, shorts, y ni siquiera hacía calor brutal, aunque era verano: estábamos en un hotel muy alto, rodeados de bosque.

...Y yo , que tanto lo había amado ( la primera cita de mi primer libro es suya) me acerqué a saludar a aquel gran gordito feliz,
pensando que Ray Bradbury debía estar dentro de él, en alguna parte.

Durandarte dijo...

(...)la tormenta somos nosotros.

No he podido evitar coger el libro de la estantería. Una feliz coincidencia.

Deliciosa historia, Blanca, y tan fiel al espíritu del fragmento.

Saludos