sábado, 22 de octubre de 2011

Louise Glück - El iris salvaje

           
                    
                   
                   

Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
terminar abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver  a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.



The wild iris

At the end of my suffering
there was a door.

Hear me out: that which you call death
I remember.

Overhead, noises, branches of the pine shifting.
Then nothing. The weak sun
flickered over the dry suface.

It is terrible to survive
as consciousness,
buried in the dark earth.

Then it was over: that which you fear, being
a soul and unable,
to speak, ending abruptly, the stiff earth
bending a little. And what I took to be
birds darting in low shrubs.

You who do not remember
passsage from the other world
I tell you I could speak again: whatever
returns from oblivion returns
to find a voice:

from the center of my life came
a great fountain, deep blue
shadonws on azure seawater.

Louise Glück, El iris salvaje, trad. Eduardo Chirinos, Pre-Textos

3 comentarios:

anamaría hurtado dijo...

Eso que llama muerte, me parece esos lugares de tierra oscura donde a veces nos hallamos, después que el sufrimiento nos ha abierto hasta sus últimas puertas.
Terrible sobrevivir como consciencia, en efecto, la lucidez que queda después del derrumbe.
Ser alma y no poder hablar, otra vuelta de tuerca...
Glück alcanza desde las pequeñas raíces hasta la fuente, todo lo atraviesa.

abrazo aguamarina

Durandarte dijo...

El poema es de gran calado; a mí, sin embargo, "Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante", me remite a la escena del ataúd de "Vampyr" de Dreyer, con toda su terrible cámara subjetiva. Por supuesto, ese pavor queda trascendido por el reencuentro de de esa voz. Y por encima de todo, unos versos que me conmocionan: "(...)La tierra rígida / se inclina un poco, y lo que tomé por aves / se hunde como flechas en bajos arbustos."


Abrazos garzos.

anamaría hurtado dijo...

Tienes toda la razón, Durandarte! Esos versos se acercan peligrosamente a la secuencia de Dreyer, me encanta que lo hayas evocado, decir que es de los mejores es decir poco; una de las secuencias inolvidables, también con un ataúd, es la de Ordet. Ese manejo de La cámara y la atmósfera creada son sublimes. La alusión a la muerte real y a la imaginada son de gran fuerza en el poema, ante el horror me fui por las ramas de las muertes que morimos.
El verso al que aludes
... the stiff earth
bending a little. And what I took to be
birds darting in low shrubs.

es sin duda de una hondura casi insoportable

otro abrazo