domingo, 17 de marzo de 2013

William Faulkner - ¡Absalón, Absalón!

        
           
         
          
          
Ya iba a mitad de camino por la plaza cuando lo vieron, a lomos de un caballo grande, ruano, fatigado, hombre y bestia con todas las trazas de haber sido creados a partir del aire mismo y colocados en el intenso sol de la mañana de verano de un día festivo, avanzando con trote corto; era un rostro y era un caballo que ninguno de los presentes había visto jamás, un nombre que nadia había oído, y un origen y una intención que algunos jamás llegarían a conocer. Así, en las cuatro semanas que siguieron (Jefferson era entonces poco más que un poblachón: la posada de Holston, el juzgado, seis tiendas, una herrería y unas caballerizas, una taberna que frecuentaban los buhoneros y los tratantes de ganado, tres iglesias, tal vez una treintena de casas particulares) el nombre del forastero circuló en los lugares de ocio y de negocio y en los domicilios, en acompasada estrofa y antistrofa: Sutpen. Sutpen. Sutpen. Sutpen.

William Faulkner, ¡Absalón, Absalón!, trad. Miguel Martínez-Lage, La otra orilla, 2008

No hay comentarios: