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-Parece usted amigo suyo -dijo Vigot, desviando la mirada hacia Phuong. Entró un policía indígena con tres tazas de café solo.-¿O prefiere tomar té? -preguntó Vigot.-Soy amigo suyo -dije-. ¿Por qué no? Volveré a casa algún día, ¿no? Y no puedo llevarla conmigo. Se quedará muy bien con él. Es un arreglo razonable. Y se va a casar con ella, según dice. Y no podría hacerlo, sabe usted. Es un buen tipo a su manera. Serio. No uno de esos escandalosos bastardos del Continental. Un americano tranquilo -lo resumí de la misma forma en que podría haber dicho "un largarto azul" o un "elefante blanco".Graham Greene, El americano tranquilo
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