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En la Puerta del Norte, el viento trae montones de arena,¡esto está desolado desde el principio de los tiempos!Los árboles se caen, la hierba amarillea por culpa del otoño.Subo torres y más torrespara vigilar la tierra de los bárbaros:el castillo desolado, el cielo, el ancho desierto.A este pueblo no le queda una sola pared.Huesos blanqueados por un millar de escarchas,en grandes pilas, cubiertas de hierba y árboles;¿quién hizo que esto pasara?¿Quién desató la ardiente cólera imperial?¿Quién trajo al ejército con sus tambores y sus timbales?Los reyes bárbaros.Una grácil primavera se convirtió en otoño sediento de sangre,un torbellino de guerreros se extendió por el reino medio,trescientos sesenta millares.Pena de irse, y pena, pena que regresa.Desolación y campos desolados,y en ellos no quedan hijos de la guerra,ya no hay hombres que ataquen ni defiendan.Ah, cómo os puedo hacer saber la lóbrega tristeza de la Puerta Norte,cuando el nombre de Riboku se ha olvidadoy a los guardianes nos devoran los tigres.Por RihakuEzra Pound, de Disfraces. Traducción: Javier Calvo
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