John Everett Millais, La muchacha ciega (1856)
LA MUCHACHA CIEGA
(Millais)
Te has sentado de espaldas a un arco iris doble
que no ves pero sientes: tus mejillas
aún húmedas de lluvia se encienden -ha venido
el sol tan de repente, con tan buenas
palabras, que el rubor... - En tu harapiento
regazo se entreabre
tu anciano acordeón con un suspiro.
Oyes pastar, revuelto de plumajes
azules. La campana
del santuario gótico está a punto
de tocar a oración. Tu frágil guía
olfatea en tu mantilla: huele a hermana
mayor, a estambre húmedo,
a todos los caminos.
Por fijarme
en una mariposa roja y negra,
que se posó en tu hombro sin que tú lo notaras
-así llega la muerte a los arcángeles-,
no he visto que tu mano
derecha acariciaba una corola
blanca. ¿Cómo has sabido que era blanca?
Aníbal Núñez, en Obra poética
LA MUCHACHA CIEGA
(Millais)
Te has sentado de espaldas a un arco iris doble
que no ves pero sientes: tus mejillas
aún húmedas de lluvia se encienden -ha venido
el sol tan de repente, con tan buenas
palabras, que el rubor... - En tu harapiento
regazo se entreabre
tu anciano acordeón con un suspiro.
Oyes pastar, revuelto de plumajes
azules. La campana
del santuario gótico está a punto
de tocar a oración. Tu frágil guía
olfatea en tu mantilla: huele a hermana
mayor, a estambre húmedo,
a todos los caminos.
Por fijarme
en una mariposa roja y negra,
que se posó en tu hombro sin que tú lo notaras
-así llega la muerte a los arcángeles-,
no he visto que tu mano
derecha acariciaba una corola
blanca. ¿Cómo has sabido que era blanca?
Aníbal Núñez, en Obra poética
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