sábado, 28 de marzo de 2009

Ovidio - Acteón






Mientras duda, le han visto los perros; Melampo y el ojeador
Icnóbates fueron los primeros en dar con sus ladridos
la señal, de Gnosos Icnóbates, de raza espartana Melampo.
En seguida se lanzan a la carrera otros más veloces que
la rápida brisa, Pánfago, Dorceo y Oríbaso, arcadios todos,
y el poderoso Nebrófono y el feroz Terón junto con Lélaps,
y Ptérelas, valioso para la carrera, y Agre para el rastreo,
y fogoso Hileo, poco antes herido por un jabalí,
y Nape, hija de un libo, y Pémenis, que antes perseguía
rebaños. y Harpía, acompañada de sus dos cachorros,
y Ladón de Sición con sus enjutos flancos,
y Drómade y Cánaque y Esticte y Tigre y Alce
Y Leucón de pelo blanco y Asbolo de pelo negro,
y el muy vigoroso Lacón, y Aelo, infatigable en la carrera,
y Too y la veloz Licisca con su hermano Ciprio,
y Hárpalo, adornado en mitad de su negra frente
con un lucero, y Menaleo y Lacne, la de peludo cuerpo,
y, nacidos de padre cretense pero madre laconia,
Labro y Agriodonte, e Hiláctor de agudo ladrido, y otros
que sería prolijo mencionar. Tal jauría, ávida de presa,
por rocas y peñascos, por riscos inaccesibles, por donde
el camino es arduo y por donde no existe camino, le acosa.
Huye él por parajes por donde muchas veces había dado caza,
huye -¡ay!- de sus propios monteros. Deseábales gritar:
"Soy yo, Acteón; reconoced a vuestro señor".

Ovidio, Metamorfosis, Libro III
Alianza Editorial

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