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El menonita contempla las sombras que hay ante ellos y que se reflejan hacia él en el espejo de detrás de la barra. Se vuelve a los reclutas. Tiene los ojos húmedos, habla despacio. La ira de Dios está dormida. Estuvo oculta un millón de años antes de que el hombre existiera y solo el hombre tiene el poder de despertarla. En el infierno hay sitio de sobra. Oídme bien. Vais a hacer la guerra de un loco a un país extranjero. Despertaréis a algo más que a los perros.
Pero ellos censuraron al viejo y le maldijeron hasta que se apartó de la barra murmurando, ¿y como iba a ser si no?
Esas cosas terminan así. Entre confusión e insultos y sangre. Siguieron bebiendo y el viento soplaba en las calles y las estrellas que habían estado en lo alto descendieron hacia el oeste y aquellos jóvenes se indispusieron con otros jóvenes y hubo intercambio de palabras imposibles de enmendar y al amanecer el chaval y el segundo cabo se arrodillaron junto al chico de Misuri que se llamaba Earl y pronunciaron su nombre pero el otro ya no podía responder.
Cormac McCarthy, Meridiano de sangre, DeBolsillo
2 comentarios:
¡Qué gran novela! Oscura, lírica y onírica, llena de crueldad y de muerte, de desierto y de vacío...
Coincido totalmente, Wunderk. Todos esos atributos la hacen una novela potentísima.
Saludos.
P.
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