domingo, 7 de octubre de 2007

Juan-Eduardo Cirlot - El libro de Cartago



Oh, Baal, dueño mío. Para que me reconocieras, he mutilado mi lengua con el fuego. Mi voz no debe sonar como las de los otros.
Mi voz debe sonar a tambor sombrío, a caverna desnuda, a sollozante pan de ceniza endurecida.

Oh, Baal, Cartago se parece a mi tristeza. Es un ronco plumaje de caliza, un estremecimiento de caderas y de muslos rozados; es un lugar caído entre la espuma, cuyos áridos lirios crecen y crecen con persistencia horrenda, quemada por el dolor de ese crecimiento inacabable.

(Juan-Eduardo Cirlot, fragmento de El libro de Cartago)

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