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Se cruzaron con pocos transeúntes. El cielo estaba azul, y, por momentos, se oían saltar conejos. En el recodo de un sendero, una mujer con vestido de colores vivos hablaba con un hombre de guardapolvos, y, en la gran avenida, bajo los castaños, unos criados en chaqueta de paño paseaban sus caballos. Cisy recordó los días felices en que montando en su alazán y mirando por los gemelos cabalgaba al lado de las calesas; estos recuerdos aumentaban su angustia, una sed insoportable le quemaba; el zumbido de las moscas se confundía con el latido de sus arterias; sus pies se hundían en la arena; le parecía que estaba caminando desde un tiempo infinito.
Gustave Flaubert, fragmento de La educación sentimental
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