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Porque todo es igual y tú lo sabes,has llegado a tu casa, y has cerrado la puertacon ese mismo gesto con que se tira un día,con que se quita la hoja atrasada al calendariocuando todo es igual y tú lo sabes.Has llegado a tu casa,y, al entrar,has sentido la extrañeza de tus pasosque estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,y encendiste la luz para volver a comprobarque todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año;y después,te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,y te has sentido solo,humanamente solo,definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.Has llegado a tu casa,y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,para qué sirve estar sentado igual que un náufragoentre tus pobres cosas cotidianas.Sí, ahora quisiera yo saberpara qué sirven el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,y el Belén de Granada–él Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos dormíamos cantando–y para qué puede servir esta palabra: "ahora",esta palabra misma: "ahora",cuando empieza la nievecuando nace la nieve,cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,en una vida que no tiene memoria perdurable,que no tiene mañana,que no conoce apenas si era clavel, si es rosa,si fue azucenamente hacia la tarde.Luis Rosales, fragmento del poema La casa encendida
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