Es tan suave la fuga de este día,Lidia, que no parece que vivimos;
sin duda que los dioses
a esta hora nos son gratos,
En paga doble de la fe que habemos
en la verdad ausente de sus cuerpos
nos dan el alto premio
de permitirnos ser
lúcidos invitados de su calma,
un momento herederos de su modo
de la vida vivir
en un solo momento,
en un momento, Lidia, en que, apartados
de terrenas angustias, recibimos
olímpicas delicias
dentro de nuestras almas.
Sólo un instante nos sentimos dioses
por la calma, inmortales, que vestimos
y altiva indiferencia
a cuanto es pasajero.
Cual se guarda corona de victoria,
de un solo día estos laureles mustios
para tener, guardemos,
en futuro arrugado,
perenne a nuestra vista prueba cierta
de que un punto los dioses nos amaron
y una hora nos dieron,
nuestra no: del Olimpo
Ricardo Reis, de Odas
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