sábado, 10 de noviembre de 2007

Lord Jim



Entonces, Jim lo comprendió todo. Habíase retirado de un mundo, por la pequeñez de un impulsivo salto que no quisieron perdonarle, y ahora el otro mundo que se había creado él con su solo esfuerzo caía en ruinas sobre su cabeza. ¡Era peligroso que su criado saliera de allí para mezclarse con su propio pueblo! Creo que en aquel mismo momento decidió recibir aquel desastre desafiándolo del único modo que se le ocurrió a él que tal catástrofe podía desafiarse; pero lo que solamente sé es que, sin pronunciar palabra, salió de su dormitorio y fue a sentarse ante la larga mesa a cuya cabeza estaba acostumbrado a ordenar los asuntos de su mundo especial, proclamando diariamente aquel fondo de verdad que ciertamente albergaba su corazón. No le robarían por segunda vez la paz los malignos poderes infernales. Como estatua de piedra permanecía allí sentado.

Joseph Conrad, Lord Jim

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