Tan gentil y honorable se presenta
cuando a alguno saluda mi señora,
que temblando las lenguas enmudecen,
y no se atreven a mirar los ojos.
Sitiéndose alabar, camina ella,
benignamente de humildad vestida;
y parece una cosa que viniese
del cielo a tierra por mostrar milagro.
Tan placentera a quien la ve se muestra,
que el corazón endulza por los ojos,
y aquel que no lo prueba no lo entiende:
y escaparse parece de sus labios
un delicado espíritu amoroso
que al alma va diciéndole: suspira.
Dante Alighieri, de Vida nueva
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