lunes, 31 de diciembre de 2007

Emily Dickinson





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Después de un gran dolor llega una sensación solemne–
y los Nervios se aquietan, ceremoniosos como Tumbas–
El corazón rígido se pregunta si fue Él quien pudo aguantar tanto,
¿y fue Ayer o hace siglos?

Los Pies, mecánicos, recorren–
por el Suelo, o el Aire, o la Nada–
un camino Vacío
y Descuidado,
un contento de Cuarzo, como una piedra.

Es la Hora del Plomo–
recordada, si es que se sobrevive,
como los que se helaron se acuerdan de la nieve–
Primero –el Frío– después el Estupor– después abandonarse.

Emily Dickinson


4 comentarios:

karmen blázquez dijo...

Gran poema, Pármeno, de la poeta del cajón, poemas como pañuelos primorosamente guardados.
Salud Os para este año 2008 más o menos antes, o después ,de vaya usted a saber de cuantas lunas, cuantos Virgilios, y cuantas uvas...
Abrazo
k

anamaría hurtado dijo...

Extraordinaria y precisa descripción del tejido de los grandes dolores. Se siente el Plomo. No deja ni una hebra en la caja de los bordados.
saludos,
anamaría

Durandarte dijo...

Imaginarla mientras cosía las hojas de los poemas...

Pero más importante, como bien dices, la sobrecogedora descripción del "gran dolor". Por desgracia, al alcance de todos sufrirlo; de muy pocos dibujarlo.

Saludos

anamaría hurtado dijo...

siempre logramos el recuerdo de la nieve, difícil asirla para ponerla en puntillas.
El dolor nos teje con agujas afiladas

más saludos